Examen

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  Gustavo fue guiado a una enorme sala, de dimensiones parecidas a su antiguo campo de entrenamiento, pero la diferencia es que aquí no estaba al aire libre. Todo el lugar estaba en completo silencio y, no se encontraba nada alrededor.

  —Por favor, tomé el arma de su preferencia. —Dijo la mujer, señalando un lugar en particular.

Gustavo guio su mirada hacia el lugar apuntado y, se sorprendió por la variedad de armas que se encontraban perfectamente ordenadas. Algunas eran completamente desconocidas, como las espadas gigantes de hoja larga, o las hachas de dos caras, las espadas con hojas de colores, etcétera, sin embargo, las que si conocía, eran las tradicionales espadas medievales de dos manos, o las espadas bastardas y, eso era porque el padre de su amada, tenía una colección de ellas en su hacienda y, por azares del destino pudo verlas y aprender de ellas, sin embargo, con la que se sentía más identificado, no se encontraba por ninguna parte, por lo que se acercó, buscando con atención. La mujer esperó pacientemente, nunca había visto actuar a un joven así, por lo regular, las personas que deseaban ser exploradores de mazmorras, eran impacientes, con ganas de demostrar su valía.

  —Por fin. —Dijo Gustavo repentinamente y, con un movimiento lento, sacó un sable largo, de hoja fina y afilada.

  —¿Está seguro con su elección, señor? —Preguntó la mujer. Gustavo asintió—. Entonces daré inicio al examen. —Con un rostro tranquilo, sacó de la nada un papel y pluma, miró a Gustavo y dio inicio al examen.

Los alrededores cambiaron, la sala se convirtió en una extensa llanura, donde lo único que se encontraba era pasto. Gustavo casi cayó de nalgas al ver el cambio repentino, nunca había visto semejante acto y, no sabía si lo que veían sus ojos era algo verdadero.

  —Comienza el examen para explorador de mazmorras de una estrella. —Dijo la mujer.

Gustavo asintió, no sabía dónde estaba, pero algo le decían sus instintos y, eso era que se preparara. Se colocó en guardia y respiró profundo. Sus sentidos respondieron rápidamente al sentir algo aproximándose. A lo lejos, una jauría de lobos se acercaba a una velocidad impresionante. Gustavo observó y, al sentirse preparado, blandió rápidamente su sable. Sus movimientos no eran hermosos, pero si precisos, por lo que, en unas cuantas respiraciones, mató a los seis lobos que se acercaron a él. La mujer se impresionó por la habilidad del joven, pero lo que la sorprendió más, fue que no había ocupado ninguna técnica de combate, o de refuerzo, por lo que imaginaba lo fuerte que era. Los cadáveres de los lobos desaparecieron, era como si nunca hubieran existido. La sala volvió a su estado original.

  —Ha completado el examen de una estrella ¿Desea continuar con el de dos estrellas? —Gustavo lo meditó un poco para luego asentir—. Entonces prepárese, porque iniciará en pocos segundos.

La sala volvió a cambiar, ahora estaban en un lago de poca profundidad, de agua cristalina y con una cascada en la lejanía. Gustavo volvió a colocarse en guardia, respiró profundo y agudizó sus sentidos. Las leves vibraciones en el agua le permitieron darse cuenta que algo lo estaba asechando, por lo que se concentró en no dejar ninguna abertura. Desde las profundidades, un extraño pulpo salió, su cabeza era más grande que un carruaje, sus tentáculos eran largos y pegajosos. Gustavo lo observó y se impresionó por el enorme tamaño, pero lo que lo dejó confundido, fue ¿Dónde se había logrado esconder? Si la profundidad en el lago era minúscula, apenas si llegaba a sus pantorrillas. Los tentáculos del pulpo se abalanzaron al cuerpo del joven, intentado apresarlo, Gustavo logró evadir cada uno de ellos con maestría, sintió su cuerpo ligero y se dio cuenta que su agilidad era mayor a la que poseía en su tierra natal. Volvió a recuperar su estado tranquilo, sabía que las emociones en el campo de batalla la mayor parte de las veces jugaban una desventaja, por lo que no permitiría que eso pasara ahora. Los tentáculos fueron enviados nuevamente a su cuerpo, Gustavo logró evadirlos una vez más, pero cuando el pulpo quiso retirarlos, el joven aprovechó para cortar uno de ellos. El pulpo chirrió y comenzó a mover sus extremidades con locura. El joven evadió los ataques aleatorios de la bestia submarina, no podía perder más el tiempo, por lo que, al ver la oportunidad, saltó y clavó su sable en su enorme cabeza y, con pura fuerza bruta rasgo una línea recta hacia abajo. El pulpo cayó inerte y, el joven respiró aliviado encima de su cuerpo, su ropa había vuelto a mancharse de sangre, pero parecía que no le importaba mucho.

  —(Sorprendente) —Pensó la mujer. Gustavo quitó la sangre de su arma con un movimiento rápido de muñeca, acercándose de vuelta a dónde se encontraba la dama. La sala regresó a su estado normal.

  —Ha completado el examen de dos estrellas ¿Desea continuar e intentar con el examen de tres estrellas? —Preguntó la mujer. Gustavo asintió, se sentía algo diferente cuando blandía el sable, no podía entender el sentimiento, era como si fuera uno con el arma. La mujer lo observó y sonrió, no sabía porque, pero quería ver hasta dónde podía llegar ese joven de ropa extraña.

La sala volvió a cambiar, pero el escenario frente a los dos no era muy diferente de un salón del trono, solo que el que estaba frente a ellos, era oscuro, acompañado por antorchas de fuego azul, pilares de roca oscura y, dos estatuas en la lejanía. Al ver lo que sucedía, la mujer frunció el ceño y, comenzó a morder sus labios, no sabía porque, pero tenía una mala sensación. Frente a ellos, un hombre de tez pálida, de apariencia bella y vestido con una túnica negra apareció sentado en un trono.

  —No pensaba encontrarme visitas el día de hoy. —Dijo del joven de tez pálida. Gustavo frunció el ceño, no le importaba matar bestias, pero enfrentarse a un humano era diferente, no era un asesino, por lo que no sabía cómo actuar.

  —Me doy por vencido, no deseo pelear más. —Dijo Gustavo. La mujer lo miró y asintió, no sabía porque, pero se sentía aliviada. Agarró su pluma y escribió algo en el papel y, espero que diera por finalizado el examen, sin embargo, nada pasó, la sala continuó con su estado lúgubre.

  —¿Ya se van? Pensé que deseaban enfrentarme. —Dijo el joven de tez pálida.

  —¿Qué está pasando? —Preguntó Gustavo.

  —No lo sé —Negó la mujer con la cabeza—, hay algo que interfiere, no puedo sacarnos de aquí.

El joven de tez pálida sonrió maliciosamente y se colocó de pie.

   —Parece que están atrapados.

El hijo de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora