Al despedir a la dama Cuyu de su habitación, Gustavo optó por hojear los libros que amablemente le habían entregado. Todos ellos eran sobre temas mágicos y, aunque podía leerlos, no podía entenderles, pues eran demasiado avanzados para un joven que ni siquiera sabía que era la magia. Los temas variaban, algunos explicaban los principios fundamentales de los sellos mágicos, la manera correcta de hacer conjurar un hechizo sin gritar, la importancia de los hechizos simples para aumentar el poder de un conjuro y, aunque todos los temas eran bastante interesantes, Gustavo se quedó tan confundido como cuando le decía a la gente el nombre de su país. Cerró los libros y caminó hacia su cama, se sentía un poco cansado y, si lo pensaba bien, sería la primera vez en mucho tiempo que podría dormir sin el miedo de una emboscada nocturna. Se acostó, mirando al techo, la comodidad de su lugar de descanso era increíble, tan increíble que no se percató cuando cayó dormido.
Al amanecer, su rostro mostraba una expresión más relajada y fresca, había dormido aproximadamente unas doce horas y, la familia Cuyu había optado por no despertarlo para tomar el desayuno, pues creían que el joven necesitaba descansar. Salió de su habitación y caminó hacia donde recordaba estaba el comedor, al llegar, se dio cuenta que había cinco personas comiendo, solo conocía a una de ellas, a la sirvienta que lo había atendido cuando llegó, saludo y se dispuso a sentarse.
—Señor, se ha equivocado de comedor, este es para la gente del servicio. —Dijo una de las sirvientas, no deseando ofender al joven.
—Disculpen mi descortesía, solo quería saber si tienen algo que pueda comer. —Dijo Gustavo, se había sentido mal de interrumpir el almuerzo de los ayudantes de la mansión.
—Claro, señor, déjeme llevarlo al comedor principal. —Dijo la jefa de las sirvientas, se limpió la boca con un pañuelo y se colocó al lado del joven, lo observó, sintiendo que su comportamiento era muy extraño.
—Se lo agradezco —Dijo, se volteó y observó a las demás mujeres comiendo—. Con su permiso y, lamento haberles interrumpido. —Se dio media vuelta y siguió a la jefa de las sirvientas.
Las damas almorzando casi sintieron como se les iba el apetito, pues no sabían cómo interpretar aquellas palabras del joven, después de todo, nadie era tan amable y, menos con la servidumbre. El comedor principal era muy hermoso, poseía una larga mesa, con unas diez sillas en ella. Gustavo apreció la buena madera de los muebles, no conocía el oficio, pero podía apreciar las artesanías gracias a su tío, el cual también trabajaba en la hacienda de su prometida.
—Disponemos de fruta fresca recién cortada de los árboles —Dijo, abriendo la silla para que se sentará el joven, Gustavo asintió y se sentó, se sentía incómodo, pero prefería no decir nada—, pero si lo natural no es de su gusto, también puedo ofrecerle carne, tenemos variedad en la cocina, por lo que no se preocupe, puede pedirla como usted desee.
—Carne está bien.
—Para beber, puedo ofrecerle alcohol de frutos rojos, el alcohol fuerte de caña, o...
—No bebo alcohol, gracias. —Interrumpió, no quería ser descortés, pero no quería que la mujer le enlistara todos los alcoholes disponibles.
—Oh, lo siento. —Se disculpó.
—No se preocupe. —Dijo con una sonrisa.
—Puedo ofrecerle un agua de frutas recién exprimidas.
—Sí, por favor. —Contestó al instante, tenía tiempo que no probaba el agua de frutas.
La dama asintió, se dirigió a la cocina y, como media hora después, regresó con una gran charola de plata. Con calma la colocó en la mesa, puso los alimentos en la superficie plana y, dio dos pasos hacia atrás por si algo llegara a necesitar.
—Aprecio tu compañía, pero prefiero que vayas a terminar de comer. —Dijo.
—Lo lamento, pero el señor Cuyu explícitamente dijo que lo atendiéramos como si fuera él mismo. —Dijo la dama con una sonrisa complicada.
—Entonces, le ordeno que vaya a terminar de comer. —Dijo Gustavo, se sentía algo raro al decir esas palabras, pero no quería ser una molestia para nadie. La dama asintió, sonrió y se dirigió nuevamente al comedor de servicio.
El joven observó toda la comida en su plato, sintiendo un repentino apetito, aunque no sabía cómo habían preparado la carne para que quedara tan jugosa, debía reconocer que era muy sabrosa, sin embargo, todo cambió cuando probó el jugo de frutas, pues era completamente ácido, era como si estuviera tomando un jugo de limón sin endulzar. Hizo caras y, se forzó a terminarlo, pues su madre le había enseñado a nunca desperdiciar la comida, pues un día rogaría por un poco y, tenía razón, los primeros días de la guerra, daba todo para poder comer lo que cocinaba su madre y, aún lo daría. Terminó de comer y, por costumbre llevó los platos a la cocina, fue ligeramente regañado por la jefa de sirvientas por hacer eso, pues le dijo que eso era su trabajo, pero Gustavo no lo hacía por quedar bien, o para molestar, ya era un hábito, con su madre en la hacienda, desde pequeño, tuvo que hacer varios quehaceres, llevar los platos siempre fue lo más sencillo, pero donde en verdad se volvió un hábito, fue en la escuela militar, ahí si tenía que ser muy disciplinado o era castigado, por lo que aprendió a hacerlo sin darse cuenta.
Caminó un poco por la mansión, hasta que recordó que la dama Cuyu le había aconsejado que cuando tuviera tiempo, se dirigiera a la sala de libros, pues era muy rica en conocimiento, al no tener nada que hacer, optó por dirigirse ahí. Al entrar, se dio cuenta que la biblioteca de su suegro no oficial era un chiste es comparación, pues el lugar donde ahora estaba, constaba con una colección arriba de mil libros, perfectamente colocados y, cuidados con esmero. Caminó y comenzó agarrar los libros para leer los títulos, no todos estaban relacionados con temas mágicos, algunos hablaban de la historia antigua, otros de algunas obras de héroes, otras hablaban sobre la historia de un lugar en específico, etc. Siguió buscando, hasta que sus dedos tocaron uno que hasta ese momento no sabía, pero le cambiaría la vida, el libro tenía por nombre: Principios mágicos y, hechizos para principiantes.
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El hijo de Dios
Fantasía¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en...