Genio raro

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  Gustavo guardó silencio, sentía que su cuerpo había cambiado, pero todavía no sabía que cambios había desarrollado. Frecsil y Amaris lo continuaban observando con preocupación, después de todo, nadie se desmaya por unos minutos y despierta con una gran sonrisa. El pequeño lobo saltó al cuerpo de su compañero y, con su cabeza comenzó acariciarlo.

  —Señor Gus, no nos deje con la duda, díganos ¿Qué fue lo que le ocurrió? —Preguntó Frecsil.

  —No sé cómo explicarlo, sentí como perdía el control de mi cuerpo y, de repente, ya no estaba presente, todo lo que observaba era una fuerte luz roja. —Trató de explicarse, todavía estaba un poco confundido. Las damas lo observaron por un momento, querían comprender sus palabras, pero el conocimiento que tenían no explicaba lo sucedido.

El silencio se presentó, el único ruido que se encontraba en la sala, era el del lobo rosarse con la ropa del joven.

  —¿Qué es ese animal? —Preguntó Amaris al no aguantar la duda.

  —Es un lobo. —Respondió Gustavo con una sonrisa, mientras acariciaba la cabeza del mamífero.

  —Sé que es un lobo —Dijo con el ceño fruncido—, pero ¿Qué clase de lobo es? ¿Cuál es su raza? Y lo más importante ¿Cuál es su relación?

  —No puedo responderle las primeras dos preguntas, porque desconozco las respuestas, pero si puedo contestarle la tercera —Bajó la mirada, observando a su peludo amigo—. Este pequeño lobo es mi compañero.

  —¿Compañero? ¿No es su mascota? —Preguntó Frecsil. Gustavo levantó la mirada y negó con la cabeza.

  —No, aunque me ha acompañado por poco tiempo, tenemos un lazo especial. —Dijo, recordando lo que había hecho para recuperar su energía.

  —¿Desde cuándo está a su lado? —Preguntó Amaris un poco dudosa.

  —Desde que entré a la mazmorra... No quiero decir algo que no debo, pero la razón por la que no habían podido observarlo, era porque este pequeño amiguito se vuelve invisible. —Dijo.

El lobo, como si hubiera entendido las palabras de su compañero, se volvió invisible para las damas. Amaris y Frecsil alzaron sus cejas por la sorpresa, habían visto a muchos animales raros en su vida, pero nunca uno tan enigmático como el que el joven poseía sobre sus piernas. Gustavo sonrió.

  —No puedo comprenderlo, señor Gus. Todo lo que le rodea es misterioso. —Dijo Frecsil. El joven colocó una expresión de disculpa.

  —Por cierto, dama Cuyu, usted mencionó que tenía un artefacto para saber a qué elemento soy afín ¿Me lo podría prestar? —La dama sonrió, asintiendo.

  —Claro, si gusta, podemos ir al jardín y probarlo, le mentiría si le dijera que no estoy intrigada por conocer a qué elemento es afín.


Frecsil guardó silencio, ahora que lo pensaba bien, recordaba por las palabras de Margot, que el joven había matado al devorador transformado, atravesándole el pecho con su brazo cubierto en llamas, además de que hace unos días, había calcinado a una hormiga reina mutada, por lo que para ella, el joven era un claro mago de fuego.

  —Me ayudaría mucho, gracias. —Respondió. Su duda por fin iba a ser aclarada, por lo que estaba entusiasmado.

Gustavo, Amaris y Frecsil llegaron al jardín, el lugar era muy apacible, con vistas hermosas, rodeado por la diversa flora, los árboles frutales y, una estatua de una joven en medio. Amaris sacó de su bolsa de cuero un artefacto mágico en forma de pilar, con una esfera transparente en su parte superior. El objeto parecía pesado por la base de piedra, pero parecía que para la dama eso no era una complicación.

  —Coloca tu mano sobre la esfera y deposita tu energía mágica. —Dijo Amaris.

Gustavo asintió, su mano temblaba expectante, en su vida había creído en cosas sobrenaturales, pero ahora toda su perspectiva había cambiado, no solo lo fantasioso era verdadero, por fin iba a saber si poseía las calificaciones para convertirse en un mago. La energía comenzó a salir de su palma, era mínima, pero las fluctuaciones ocasionadas a su alrededor eran evidentes, ni Frecsil, ni Amaris habían visto a un mago tan malo para controlar su energía, pero ahora eso no importaba, estaban por descubrir a qué elemento era afín. La esfera tembló, se levantó y dio un par de vueltas sobre su propio eje, al final volvió a su posición original.

  —¿Qué elemento soy? —Preguntó con una gran sonrisa, la curiosidad lo estaba consumiendo.

Amaris frunció el ceño, se suponía que la esfera debía haber cambiado de color al elemento afín que pertenecía el individuo que la activaba, pero el artefacto mágico no había cambiado su color, ni en lo más mínimo, si no hubiera visto al joven emanar una gran cantidad de energía oscura, supondría que no poseía ninguna habilidad en las artes mágicas.

  —Podría intentarlo otra vez, pero ahora concentre su energía en una sola hebra de poder. —Dijo Amaris. Gustavo asintió, no sabía cómo concentrar la energía mágica en una sola hebra de poder, pero podía intuir la manera.

Acercó su dedo índice a la esfera y, con calma empezó a emanar una ligera concentración de energía mágica, no era una hebra de poder, pero estaba cerca de serlo. El artefacto mágico volvió a levantarse, repitiendo el mismo acto de la vez anterior.


Las damas endurecieron su semblante, no podían entender que era lo que estaba pasando, por lo que Amaris rápidamente se acercó a la esfera transparente y sin decir una sola palabra, depositó su energía en ella. La esfera levitó a unos pocos centímetros de la base, giró en su propio eje y brilló con dos colores distintos, en blanco azulado y un verde intenso. Gustavo admiró la belleza de aquellos colores, aunque no entendía sus significados.

  —Ahora que recuerdo, aquí poseo otro artefacto mágico. —Dijo la dama, sacando rápidamente de su bolsa de cuero un pequeño objeto circular, con siete esferas dispersadas en las redes—. Por favor, deposite su energía.

Gustavo asintió, aceptó el objeto y lo colocó en su palma. Se concentró, su expectación había disminuido, pero aún quería conocer la respuesta a su duda. El objeto se levantó, colocándose verticalmente y, con suma rapidez, sus pequeñas esferas comenzaron a brillar de blanco, todas ellas se iluminaron con intensidad.

  —Es un mago deséptimo círculo. —Dijo Amaris con una sonrisa, pero cuando la última palabrasalía de su boca, un sonido bajo y seco se escuchó y, con ello, el artefactomágico había desaparecido.

El hijo de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora