La primera cosecha

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  Los alrededores eran oscuros, con toques lúgubres, el pasillo era gigante y, las paredes brillaban por la humedad. Aunque la iluminación era tenue y no se encontraba ninguna fuente de luz en las cercanías, el joven Gustavo podía ver claramente, por lo que no se preocupaba por prender antorchas.

  —Los primeros dos pisos están infestados por insectos de gran tamaño. —Se dijo, recordando lo que había leído.

Extendió su mano al frente, tensó sus dedos y concentró una enorme cantidad de energía oscura, a los pocos segundos de hacerlo, un esqueleto gigante apareció e hizo una reverencia.

  —Amo. —Dijo. Gustavo asintió con naturalidad.

  —Escóndete en la oscuridad y sígueme, pero no actúes. —Ordenó y, con la misma siguió caminando. Había entrenado su habilidad de invocación, por lo que había aprendido a ocupar correctamente las habilidades del esqueleto.

  —Por supuesto, amo. —Como polvo en el viento desapareció.

Sus pasos eran relativamente rápidos, no iba con prisa, pero tampoco con calma, sus ojos se movían de izquierda a derecha cada vez que notaba una presencia acercarse, pero aquellas entidades no se atrevían a atacar, sentían una fuerte amenaza proveniente del cuerpo del joven, por lo que preferían esperar el momento indicado para matarlo. Continuó caminando, no era un experto, pero podía darse cuenta que estaban planeando una emboscada. Se detuvo y esquivó hacia la derecha, una guadaña curva pasó justo al lado de su rostro, sin ninguna consecuencia. El joven se retiró dos pasos hacia atrás, notando la identidad de lo que le había atacado. Un enorme asco lo invadió, en su vida había visto cosa tan fea y repugnante, no era nadie para juzgar la belleza de algo, pero lo que estaba justo enfrente suyo era algo abominable. Se trataba de una hormiga roja gigante, al parecer una con el trabajo de soldado, pues sus ataques habían sido demasiado fáciles de evadir. Al instante, como si hubieran sido llamadas, una veintena de esas cosas se acercaron. Gustavo sonrió y desfundó su sable, no sabía porque, pero se sentía excitado, quería probar sus movimientos con su nueva arma y conocer el poder de los primeros pisos de la mazmorra.

Las hormigas chillaron en son de guerra, acercándose con movimientos rápidos, sus largas pinzas se precipitaron al cuerpo del joven. Gustavo esquivó e inhabilitó varios de los ataques con la ayuda de su sable, algunas hormigas retrocedieron, mientras que otras continuaron con su ataque. La hoja de su arma silbó con la ayuda del viento, su movimiento fue rápido y certero, provocando que las cabezas y guadañas de los brazos de sus adversarios cayeran al suelo. Algunas murieron al instante, mientras que otras chillaron y siguieron atacando con sus extremidades restantes. Respiró profundo, se colocó en guardia una vez más y, al tener la oportunidad, repitió nuevamente su espectáculo. Las hormigas se detuvieron, podían ser criaturas de bajo rango, pero hasta ellas sabían lo que significaba un oponente fuerte, sin embargo, como si él destino estuviera probando al joven humano, un fuerte chillido sonó en la lejanía y, con el chillido vino acompañado una hormiga ligeramente más grande que las demás, con un caparazón rojo fuego y unas afiladas guadañas como manos.

  —¿Hormiga general? —Se preguntó con duda al observar a su oponente, había estudiado a los monstruos y criaturas de los primeros pisos, por lo que conocía levemente sus apariencias—. Se supone que aparecen después del quinto piso ¿Qué estarán haciendo en el primero?

La hormiga general observó con desinterés los cuerpos de sus compañeras muertas, parecía como si fuera natural aquella escena. El joven, hizo un corte hacia abajo, limpiando la mayor parte de sangre verde de su hoja, tranquilizó su respiración, esperando el ataque de la enorme hormiga, que media cerca de 1.80 metros. La hormiga general se aproximó con pasos rápidos e hizo un movimiento hábil para decapitar al humano, Gustavo aventó su torso hacia atrás, observando con calma como la guadaña roja pasaba cerca de donde estaba su cuello. Recuperó su compostura, bajó su centro de gravedad y blandió su sable con ambas manos, con una rapidez inhumana hizo un corte horizontal, justo al centro del cuerpo de la hormiga general. Su oponente no se había percatado que había muerto, pues sus antenas todavía se movían levemente, pero después de unos segundos dejaron de hacerlo. Las hormigas soldado observaron como su aliado era asesinado, por lo que rápidamente se retiraron, esperando que el poderoso joven no las persiguiera.

  —Demasiado anormal, no pensé que moriría tan fácil.

Suspiró, limpió su sable y lo volvió a guardar en su vaina. Se colocó de cuclillas y comenzó a buscar los orbes en los cuerpos inertes de las hormigas, todavía era un inexperto en conocer la calidad de aquellas extrañas esferas, por lo que las guardó en su bolsa de cuero sin tomarle mucha importancia. Al terminar con aquella tarea, se colocó nuevamente de pie, continuando nuevamente con su trayecto.

El sendero a los pisos inferiores fue una escena parecida a lo sucedido con las hormigas, solo que se enfrentó a nuevas cosas repugnantes, como ciempiés gigantes, abejas enormes, grillos verdes y, por último, siendo también la cosa que más le costó matar, un escarabajo negro, el cual poseía una muy fuerte defensa gracias a su grueso caparazón, pero, aunque tomó más tiempo que con las otras criaturas, no lo consideró un reto.

  —Me estoy acercando al quinto piso. —Intuyó.

El trayecto a los pisos inferiores estaba repleto de varios senderos, por lo que, en su camino al quinto piso, no se encontró con ningún compañero de gremio. Se detuvo repentinamente cuando su olfato detecto una fuerte esencia, reconocía ese olor hasta en sueños, era el característico olor de la sangre y, debía ser mucha para que el olor fuera denso. Desenvainó su sable y corrió hacia el lugar de origen. Al llegar, su semblante se endureció, en la lejanía, un grupo de diez personas atacaban sin descanso a una hormiga gigante.

  —Hormiga reina —Dijo al notar sus características antenas largas y su largo cuerpo—. El libro decía que ya habían acabado con el dueño del quinto piso ¿Por qué apareció nuevamente?

El grupo constaba de magos, arqueros y guerreros, todos con una expresión de fatiga dibujada en sus rostros, ya tenían mucho tiempo combatiendo y, el suelo regado de cuerpos humanos y de hormigas lo verificaba.

  —Regresa. —Dijo un tono serio.

En un instante, a sus espaldas, una sombra gigante apareció, haciendo una sutil reverencia.

  —¿Tiene una tarea para mí, amo? —Gustavo asintió.

  —Por supuesto que la tengo.

El hijo de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora