Encantamientos

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  —Dame unos minutos para reunir todas las monedas doradas. —Dijo el hombre gordo, mientras se daba media vuelta.

  —Espere por favor —Kenver volteó, esperando por las palabras del joven—. Si es posible, me gustaría intercambiar unas cuantas monedas por protectores de pecho, brazo, hombros y manos. Se acerca la expedición y no poseo una buena armadura.

  —Haberlo dicho antes —Sonrió de alegría—, déjame mostrarte nuestro inventario y, no te preocupes si sobrepasa tu riqueza, ya encontraremos un acuerdo —Dijo. Gustavo se quedó estático por un breve momento, las últimas palabras del hombre gordo le hicieron sentir que había escuchado mal, pues ¿Cómo podría gastarse cien monedas doradas en protectores?—. Ahora ven, acompáñame.

  —Pero aquí se encuentran las armaduras. —Dijo confundido. Kenver sonrió.

  —Estas son armaduras de calidad media y, no quiero que mi buen amigo las use. Así que sígueme, te mostraré el mejor conjunto que poseo —El hombre gordo se dirigió a los escalones de madera, mientras que Gustavo lo seguía— Gostrom, guarda aquellos orbes. —Ordenó.

  —Sí, mi señor. —El hombre adulto de túnica bien cuidada asintió e hizo una ligera reverencia, dirigiéndose al mostrador.

Gustavo admiró la belleza del segundo piso, todo era más colorido, había pinturas y esculturas cerca de las paredes, la iluminación era más suave, mientras que una joven con un instrumento de cuerdas tocaba en la lejanía, en lo que parecía ser una pequeña sala de espera.

  —Señor Cuyu. —Una dama se acercó con una expresión servil y sonrisa cálida.

  —Veris, hoy necesitaré tu asistencia. —Dijo, expectante por observar a su querido amigo con una de sus armaduras. La dama asintió un poco impresionada, pues había pasado mucho tiempo desde que su señor le había pedido algo semejante.

  —Como usted ordene, mi señor. —Hizo una ligera reverencia, pero justo cuando levantó su bello rostro, notó la apariencia de un joven hombre, de mirada tranquila, cuerpo atlético y porte firme ¿Quién era él? Se preguntó.

  —Buenas. —Dijo Gustavo con una sonrisa amable.

  —(¿Buenas? ¿Buenas qué?) —La dama se quedó estática, tratando de descifrar aquellas raras palabras.

  —Aunque todavía no he logrado conseguir un encantador de noveno círculo, he podido comprar algunas piezas de gran calidad —Su mirada fue atrapada por una armadura completa color rojo fuego, un casco donde las únicas aberturas eran la de los ojos, con pequeños pinchos en sus hombreras—. Por la información que poseo, eres un combatiente mágico que ocupa armaduras ligeras —Gustavo asintió. Kenver frunció el ceño—. Camina a mi lado muchacho, porque si no siento que estoy hablando solo —Gustavo sonrió, se había acostumbrado a caminar detrás de sus mayores, por lo que no se había percatado de los sentimientos del hombre gordo—. Así está mejor —Giró su cuello repentinamente para mirar a la dama—. ¿Tenemos armaduras ligeras encantadas? —La dama asintió.

  —Sí, mi señor. Ahora mismo contamos con un conjunto con encantamientos del séptimo círculo —Sacó una hoja de papel de los escondites de su atuendo y comenzó a leer—. Los encantamientos principales que posee, son: Anti trampas de nivel medio e inferior, reforzador de armadura, hechizos de sanación, aunque solo cura heridas leves, aumentador de movimiento y, resistencia al elemento fuego. —Explicó.

  —Gracias Veris.

  —Aunque también tenemos otros dos conjuntos con encantamientos del octavo círculo...

  —Ve por ellos. —Dijo Kenver inmediatamente, interrumpiendo a la dama, quién iba explicar las características de cada conjunto.

  —Por supuesto, mi señor. —Se dio media vuelta, retirándose de la presencia del hombre gordo y el joven de mirada tranquila.
Con pasos rápidos se acercó a Gustavo, tragó saliva y, carraspeó un poco.

El hijo de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora