Capitulo 22

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Narrado por Kajol

Mis manos están temblando, Kareena ha salido por la estrecha puerta de la habitación, el silencio parece querer devorarme y me genera ansiedad, una desesperante ansiedad, que me hace querer correr y salir de este hospital. Sin embargo me quedo quieta balanceando mis piernas silenciosamente sobre la camilla, el miedo resulta ser más grande que mis deseos de huir.

Con la respiración agitada me quedo viendo el nudo de mis tenis blancas, mi ancho blue jeans, la tela de este suéter color rosa pálido es suave pero aun cuando no hace calor sigo sudando por eso cuando en un sonido sordo se me resbala la botella de agua de entre mis temblorosos dedos, me quedo inmóvil. Paralizada por el eco que abruma mis ahora frágiles oídos.

-Kajol, cálmate-me susurro a mi misma en silencio, tratando inútilmente que los latidos de mi corazón se tranquilicen, cerrando los ojos pongo mis manos en medio de mis senos, desde que desperté he estado tan nerviosa que ni siquiera me pude abrochar el sostén. Por más que intento tranquilizarme no lo logro, al abrir los ojos puedo ver la botella de agua tiesa en el lustrado piso.

Sintiendo mis lagrimas descender por mi cuello, me quedo observando puntos inciertos e ilógicos de esta estrecha habitación evitando siempre llevar mi vista a un punto en especifico. Por estos tiempos, evito casi religiosamente verme en el espejo, me desagrada el reflejo que me devuelve, mi aceitunada piel ha tomado una tonalidad desvaída y pálida, todavía quedan pequeños restos de los que fueron grandes moretones, eso me molesta, al igual que las cicatrices, ambas son como invasores que irrumpen lo que alguna vez fue una tersa y sensual piel.

He bajado de peso bruscamente desde que me internaron, el psicólogo (muy bueno por cierto) dice que es por la operación y las grandes cantidades de estrés acumulado, partes del síndrome post-traumático, al menos ya he dejado de oír ese pitido incesante en mi oído izquierdo, por suerte he vuelto a oír como antes. Hace unos días me quitaron el yeso de mi mano, a menudo me dan desagradables calambres en lo que siento que diminutos ratones están mordisqueando las palmas de mis manos.

Han pasado muchas cosas.

El psicólogo me recomendó escribir un diario, dijo que sería algo muy terapéutico y sanador para mí, la idea de empezar a escribir me entusiasma muchísimo pero antes de entrar en esos temas supongo lector, que te estarás preguntando el porqué justamente ahora estoy llorando y casi entrando en un ataque de ansiedad.

Creo que debo hacer un recuento, hace falta algo de contexto.

¿Cierto?

Hace nueve semanas que estoy internada, siempre estoy escuchando el bullicio de la ciudad pero este es incapaz de despertar mi interés. De hecho, muchas cosas han perdido el sentido para mi, podrían creer que es depresión pero yo no lo veo de esa forma porque cuando estas al borde del abismo, a punto de ser engullido por las garras de la muerte, cuando te has roto en mil pedazos, muerto y resucitado. Cuando dentro muy dentro de ti, inexplicablemente has podido observar el umbral de la muerte.

Te aseguro que las partes de ti que han logrado sobrevivir son débiles y frágiles, las cuidas, te cuidas, de cualquier cosa que veas que pueda atentar con ese frágil equilibrio que has construido, ese equilibrio que de ser roto no te hará ver el umbral de la muerte, claro que no, emprenderás un camino al mas alla, a ese lugar desconocido donde van a parar las almas.

Llevo bastante tiempo sin dormir bien, todas las noches me despierto de unas terribles pesadillas donde vuelvo a ser violada, despierto gritando y sudada, las enfermeras suelen venir a tranquilizarme. Los primeros días me inyectaban sedantes, pero luego de ver la exagerada cantidad de medicamentos a las que estoy expuesta. Me negué, prefiero gritar, me da miedo no volver a despertar. No quiero morir.

Mía-SRKajolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora