Willy Pruk es un rico alfa y dueño de una de las empresa más famosas del país, el cual tras perder a May, su amada esposa debido a una larga y dolorosa enfermedad, se pasa los siguientes años cambiando de amante en amante.
Una noche tras cerrar un n...
Zee estiró su mano y tocó el redondo trasero de Saint, embobado por tan bella visión se acercó más y de un tirón se sacó la camiseta y luego también sus apretados boxer.
...-Fo-Follame a-alfa, te ne-necesito ahora-exigió el omega tras comprobar que el alfa lo miraba pero no lo llenaba.
Una vez despojado de las prendas, el alfa subió a la cama y se tumbó junto al omega comenzando a acariciarlo mientras este soltaba gemidos y suspiros de placer.
Minutos después, Zee le besó la espalda hasta llevar a la cumbre de sus nalgas, entonces se colocó entre sus piernas y comenzó a lamerle la entrada.
El castaño soltaba ahogados gemidos, mientras se agarraba fuertemente a las sábanas.
-Oooh s-si....s-si mi a-alfa...si...
Cuando el alfa se detuvo, Saint se giró sobre sí mismo y abrió sus piernas docilmente, dejando que el alfa olisquease, lamiese y probase su caliente e hinchada polla.
-Sabes tan bien-susurró este relamiéndose.
El omega sonrió y levantó de nuevo sus piernas y las abrió más mostrando su necesitada entrada.
-Ha-Hazlo...me-metemela.
Zee gruñó pues esa exigencia del omega provocó una erótica corriente que hizo vibrar su hinchada polla, así que no le hizo esperar más, cogió su miembro entre las manos y se introdujo poco a poco en el interior de Saint.
A cada embestida que daba los sumía en una fuerte y atrayente lujuria que dominaba sus cuerpos, tanto que ya el omega no sentía dolor alguno y todo era placer y ansias de más.
Cuando Zee notó su nudo hincharse, paró las embestidas y empezó a masturbar el miembro erecto del castaño, el cual se corrió minutos después.
Zee entonces volvió a darle unas estocadas más y acto seguido liberó toda su semilla en el interior de Saint, el cual sentía su cuerpo llenarse como nunca lo había hecho, olvidándose por primera vez en su vida de que se había quedado sin supresores y no estaban usando protección.
Por su parte el alfa olvidó completamente quien era el omega y poseído por su celo y el placer de estar llenándolo, abrió su gran boca y con sus afilados colmillos mordió el frágil cuello de éste.
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Lo marcó y lo hizo por el desenfrenado instinto que habían sentido los dos y en medio de esa vorágine de pasión y deseo que les había sincronizado los celos como destinados que eran.
El omega sentía su carne palpitar pues nunca lo habían marcado, ya que en el prostíbulo aunque lo habían intentado solían tener un arma bajo su almohada que sacaba rápidamente.
Willy nunca lo había intentado y nunca le preguntó, prefirió pensar que quizás era porque aún a pesar de la muerte, se sentía conectado con su esposa fallecida.
Pero con Zee había sido diferente y aunque no era su dueño no le importó, Saint sonreía feliz, entonces el alfa lo miró y también sonrió, luego empezó a lamer la herida para que cicatrizase mejor.
Cuando hubo derramado toda su semilla y su nudo disminuyó, el alfa salió del omega y se tumbó a su lado para recuperar así las fuerzas.
El omega intentó normalizar su respiración tras del intenso encuentro pues jamás había estado con un alfa así de grande, salvaje y a la vez delicado y por supuesto nunca se había sentido tan satisfecho, tan lleno y tan amado a la vez.
Finalmente se quedaron dormidos pero poco después, aunque los dos amantes volvieron a sentir un fuerte deseo que los dominó nuevamente y esa segunda vez fue Saint el que montó a Zee y lo hizo sentándose sobre su erecta polla y cabalgando enloquecido sobre ella, gimiendo de placer hasta correrse de nuevo los dos.
Antes de llegar el alba, ambos tuvieron dos feroces encuentros sexuales más, donde se besaron, acariciaron, mordieron y se entregaron nuevamente al delirio de sus fuertes celos.
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Tras terminar estos se durmieron pero poco después, el alfa se despertó sin saber muy bien en dónde estaba y con unos vagos recuerdos de lo sucedido, entonces miró a su lado y vio al desnudo omega y sus ropas rotas y tiradas por el suelo.
-Oh joder, mierda...no, no, no, ¿qué hice?-susurró confuso-...Maldita sea, estoy muerto-Maldijo mirando la fresca marca en el delicado cuello de Saint.
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