El portón de madera es golpeado desesperadamente, se escuchan pasos rápidos y respiraciones aceleradas. El portón es abierto por un hombre joven y apuesto, dejando ver a un grupo de tres personas, pálidas y sudorosas, dos hombres y una mujer, rondando los 40 a 50 años de edad, sus rostros dejan ver la desesperación y el terror que sienten.
— ¿Es usted Don Miguel de Bartolomé? — habla de forma acelerada el señor de edad más avanzada al dueño de la casa.
— Así es, ese soy yo, ¿En qué puedo servirles a esta hora de la noche caballeros.... y.. dama?— pregunta de manera cautelosa el dueño de esa casa.
— Disculpe nuestro atrevimiento en venir a molestarlo tan tarde a su casa, pero necesitamos urgentemente de sus servicios. El obispo Martín nos mandó a buscarlo... dice que es el único que puede salvar a nuestros niños... — la mujer que está a lado del hombre mayor suelta un sollozo, secándose las lágrimas con un pañuelo notoriamente usado mientras que el otro hombre le da un abrazo en un intento de consolarla.
— Si el obispo Martín es quien los manda, quiere decir que el asunto debe ser sumamente delicado, ¿no es así?— respondió Miguel, ya totalmente despierto y con la preocupación reflejada en su semblante.
— Me temo que si, la situación se a descontrolado... no somos capaces de contenerlo por más tiempo...— responde con voz temerosa aquel hombre y le explica brevemente la situación , sus manos tiemblan y el sudor resbala por su frente empapando el cuello de su camisa ya húmeda.
—Bien, déjenme tomar mi maletín, no demoraré ni un minuto — Miguel habla de forma apresurada, dejando el portón entreabierto y adentrándose a paso ligero en la casa.
Camina hacia el estudio, donde abre su maletín de cuero negro y mete velozmente todas las cosas que puede necesitar, entre ellos, ese libro forrado en piel, el crucifijo de plata, un botellín conteniendo un líquido azul translúcido y su inseparable colgante de mineral salinizado, el cual lo guarda en el bolsillo interno de su saco, cerca a su corazón.
Cierra con llave el estudio, entra a la habitación principal, donde su mujer se incorpora lentamente de la cama somnolienta.
— ¿Qué sucede Migue? — susurra Isabel con voz rasposa, mientras soba sus ojos con la mano derecha intentando espantar el sueño.
— Es la familia Polimio, al parecer la nieta y otros jovencitos estuvieron metiendo sus narices donde no debían y ahora la situación es difícil de controlar, debo ir y averiguar exactamente qué ocurrió, ya sabes cómo son estas cosas... — dice Miguel tratando de no entrar en detalles y preocupar a su esposa — descansa amor, intentaré no tardar demasiado, cuida a los chiquilines por mí — con una sonrisa llena de amor acaricia el muy abultado vientre de su mujer, quien cuenta con casi nueve meses de embarazo y deja un beso en su frente.
— Está bien... pero por favor, ten mucho cuidado, te estaremos esperando los tres en casa — susurra Isabel con voz temblorosa — Lo estás llevando contigo ¿verdad?
—Siempre... — dice Miguel y asiente con firmeza. Con su mano derecha toca su pecho, justo a la altura del corazón palpando el colgante. Isabel coloca su mano encima de la de Miguel, en su pecho, mientras con la otra toma a Miguel por el cuello y lo acerca dejando un corto, pero no menos intenso beso en los labios.
Miguel le corresponde aquel corto beso y con una sonrisa segura, se aleja cerrando la puerta de la habitación, corre hacia el portón, cierra este asegurandolo y dando un último vistazo a la casa se aleja siguiendo a aquellas tres personas, que empezaron a caminar a pasos apresurados y siendo iluminados por la luna, que poco a poco se iba tornando de un color rojizo, casi escarlata.
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El secreto de la luna ROJA
HorrorCuatro chicos deciden hacer una apuesta, por quien aguanta media hora en la casa abandonada, mejor conocida como "La casa Embrujada"ya muchas leyendas urbanas hablan sobre esa misteriosa casa. Pero ellos no saben en que se han metido, terror, obsc...