1887
Un cigarrillo, un vaso de whisky y mucho papeleo. Otra noche como las demás. Nada interesante que hacer. El detective Erick Murphy sabía que su trabajo nunca llegaría a ser tan interesante como el del increíble Sherlock Holmes. Esas historias sobre el solitario detective cuyo trabajo estaba lleno de aventuras y adrenalina.Murphy suspiró. Tomó su cigarrillo, e inhalo el humo. Examinó su oficina detalladamente. Una pila enorme de archivos en la esquina derecha, pareciese que en cualquier momento fuese a derrumbarse. Varios recortes de periódicos pegados a la pared izquierda. Todos tenían relación. Homicidios. A simple vista se podría decir que todos son asesinatos sin conexión alguna...pero no. Todos tienen algo en común. El homicida. Todas más víctimas eran mujeres de entre 18 y 23 años. Jovencitas. Todas habían sido degolladas. Y todas compartían características físicas. Tez muy blanca, ojos azules y cabello.
Murphy se levantó, camino lentamente hacia la pared. Habia definitivamente un caso que sobresalía. Su hija Annelise. Había sido el dolor más desgarrador que había sentido en su vida. Sabía que se había quedado solo. Una lágrima se deslizó por su mejilla. Recordó parte de lo que había pasado. Fragmentos. La llamada de su secretaria. Las patrullas. El cuerpo....
El sonido de la puerta de su oficina lo sacó de sus pensamientos. Una mujer alta, de pelo rojo y ojos verdes se hizo presente. ¿Quién era ella?
-¿En qué puedo ayudarla?- preguntó Murphy en tono de fastidio. Había sido una noche larga y llena de malos recuerdos.
-Mi hija Margarett. De 19 años. Desapareció hace tres días.- contestó la dama.-Castaña, ojos azules...tanto usted como yo sabemos lo que significa. Sabemos que Él la tiene.
-Entiendo su dolor bella dama. Y estoy dispuesto a ayudarla. Pero, ¿no debería saber por lo menos con quien tengo el honor de trabajar?- la indiferencia de Murphy había desaparecido.
-Me impresiona que un detective de su nivel no sepa quien soy. Me preocupa. ¿Cómo voy a poner mi confianza en un detective de cuarta?- espetó con indignación.
-Johanna Thompson, hija de Julius Thompson. Dueño de una de las empresas más grandes de los Estados Unidos. Son preguntas de rutina bella dama.- Murphy caminó lentamente a su escritorio. Tomó el vaso de whisky y le dio un gran sorbo.
-Estoy dispuesta a financiar la investigación, y darle una jugosa recompensa...con una condición.- La mujer no solo era arrogante, sino también controladora.- Trabajar con usted. Acompañarlo en la búsqueda de mi hija.
-Trabajo solo.-la cortesía había desaparecido. Pero la idea de la recompensa lo compensaba todo.- Aunque podría hacer una excepción.
-Perfecto- una sonrisa picara se formó en el rostro de Johanna. La noche había tomado un giro inesperado. Tal vez podría llegar a tener un momento al estilo de Sherlock Holmes.
Por lo Murphy sabía, el asesino había ido a Georgia. Si tomaban el tren esa misma noche, llegarían en dos días. Era mucho tiempo. Tiempo que tal vez la hija de Johanna no tenía, pero valía la pena correr el riesgo...
-•-
La última vez que Murphy viajó en tren fue con una de sus muchas amantes, Katherine. Después de la muerte de Annelise, nunca paso otra vez la idea del amor por su mente. Y mucho menos después de que se hiciera publica una lista de su "pequeños romances".Murphy llevaba consigo un pequeño diario, donde hacia anotaciones y tenía datos importantes. Repasaba una y otra vez sus notas, intentando encontrar algo nuevo. Un pequeño papel cayó al suelo. Una carta que Annelise le había hecho cuando era pequeña. Murphy la llevaba con el a todas partes.
Johanna entró a la habitación. Llevaba puesto un vestido verde fuerte, zapatos de tacón del mismo color y el pelo alborotado. Eran notables las bolsas debajo de sus ojos. No había dormido bien.
-¿Cuál es el plan detective?- pregunto Johanna de manera ansiosa. No solo era manipuladora, sino también muy directa.
Johanna tomó asiento frente a Murphy.
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Terror Psicológico 2
HorrorTus pesadillas están a punto de hacerse realidad. Sigue leyendo, y no dormirás.