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11 mayo, 2019.


Mamá se había encargado de que me levantara temprano hoy. Me amenazó cinco veces con verterme agua congelada si no me paraba de la cama antes de las nueve y media. Los ojos me pesaban y la espalda me dolía, luego de meses en la misma rutina me sentí miserable. Puede que quedarse hasta las cinco de la mañana jugando Fifa no sea el mejor panorama si al próximo día debes madrugar. 

Mientras estaba vistiéndome, escuché que la puerta principal se abría, Finn anunció su llegada dando unos gritos de emoción que me hicieron rodar los ojos. Tan pronto como se abrió se cerró y supe que estaba perdido. Jack se había ido rápidamente. Mamá me llamó desde la planta baja avisándome que ya era hora. Cogí mis cosas y bajé como pude, no tenía idea de donde saqué las ganas de salir de mi cuarto, en estos momentos cien dólares no tenían valor alguno para mí.

— ¿Por qué no puedes ir tu por mí? Estoy seguro que Finn se divertirá mucho con su abuelita Liz ¿No, enano? — miré a mamá con esos ojos que sabía que la harían dudar de su viaje a la peluquería. Noté como cerraba los ojos intentando no caer en mis redes.

—¡Sí, abuelita! Así podrías conocer a Kiara y los tres podríamos jugar juntos. — gritó emocionado el pequeño rubio mientras daba pequeños saltitos y jalaba la mano de su abuela, emocionado. Sonreí victorioso.

Mamá se puso a la altura de Finn y tomó sus manitas.

—Cariño, sabes que no puedo. — Finn hizo un pequeño puchero con sus labios y sentí una pequeña presión en el pecho al ver que sus ojitos se cristalizaban. — No llores bebé, para eso está tu tío Luke, el es más joven y podrás correr más a su lado. — lo animó. Finn dirigió su mirada hacia mí y pude ver algunas lágrimas en sus mejillas.

Maldito enano ¿Por qué siempre lograba ablandarme?

—Tío Luke. — el pequeño sorbió su nariz y se limpió algunas lagrimitas con su brazo. — ¿Tú jugaríamos conmigo en el bosque? No quiero que te enojes conmigo.

Finn hizo un puchero en mi dirección y pude ver sus ojitos cristalizarse nuevamente. Rodé los ojos.

—Sí enano, jugaré contigo. — acepté finalmente. La cara del pequeño se iluminó y saltó a mis brazos mientras me rodeaba el cuello con sus brazos. — Vamos, ya es hora.

Miré a mamá y le vocalice: ''te odio''. Me miró divertida y se burló.

¿Por qué tuve que ser tío?

kindergarten | luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora