twenty one

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26 de junio, 2019.


A penas corté la llamada el día de ayer con la castaña, llamé rápidamente a mi posible nueva jefa. Me calmé bastante al escuchar una voz calmada y sabia a través de la línea. La tal Mónica me preguntó sobre mis aptitudes con la música, y rápidamente me afirmó que podría trabajar para ella, me comentó que estaban desesperados, ya que nadie había aplicado para el empleo. Vaya suerte la mía.

Casi me caí de espaldas cuando me dijo que debía estar mañana a las 8 a.m.

Mamá se alegró muchísimo cuando le conté que por fin había conseguido un empleo, admitió feliz que sabría que lo lograría. Papá se limitó a darme una palmada en la espalda y me compró un pack de mis cervezas favoritas.

Recibí un llamado de Jack por la noche, en donde se burló abiertamente de mí debido a que trabajaría en el jardín infantil. Rodé los ojos frente a su insinuación de yo y Emma juntos.

La noche fue eterna, seguí algunos tips de internet para dormirme más rápido pero fue imposible. Mi mente divagaba y pero mis ganas de pensar eran nulas, sabría que eso me hundiría. Prendí la Play y jugué FIFA hasta que sentí mis ojos más pesados, me sentí aliviado de que por fin el sueño me estuviera invadiendo, pero me aterré bastante al darme cuenta que ya eran las 4 am y yo no había dormido ni una mierda.

El despertador sonó y me maldije unas miles veces. Estaba jodidamente cansado. Tan rápido como apagué la alarma, mamá entró con una bandeja con mi desayuno. Siempre hacía esto en ocasiones importantes, y aunque sentía que esto era una mierda y no era nada especial, se lo agradecí infinitamente.

Como pude me levanté y me metí a la ducha, tuve que golpearme la mejilla algunas veces para despertar. Me vestí y lavé los dientes, y me dispuse a salir.

A pesar del cansancio me sentía extrañamente feliz. El café que mamá me había preparado para el viaje en auto sabía mejor que cualquier otro que hubiese probado en años, mi ropa estaba calientita y mi auto olía jodidamente bien. Extrañaba apreciar las cosas, me extrañaba a mí. Sonreí mientras escuchaba la música envasada de la radio, la cual hoy no molestó. Me alegré bastante al ver que aún eran diez minutos para las ocho y ya estaba llegando a mi destino.

La entrada del jardín estaba vacía, revisé mi teléfono para cerciorarme que hoy era un día escuela. Maldita vieja me había engañado.

Una mano en mi espalda me hizo saltar. Emma me sonreía divertida mientras cargaba una que otra caja y algunos papeles.

— ¡Qué alegría verte aquí! Te ha ido bien con Mónica. — afirmó. Asentí agradecido mientras extendía mis manos para ayudarla a cargar algunas de sus cosas. Sin dudarlo me tendió las cajas.

—Sí, es una señora bastante agradable. —admití, mientras le pedía disculpas al cielo por pensar que la señora me había engañado.

—Es una muy buena persona, espero puedas conocerla más. — la castaña me dirigió al interior del lugar y me dediqué a observarlo de manera más detenida.

Era un lugar bastante agradable, lleno de colores y juegos. Si fuera niño sin duda me encantaría estudiar acá. Se veía mucho más limpio que las veces anteriores, supuse que era netamente por la hora.

— ¿Por qué no anda ni un diablillo por acá? —pregunté curioso.

—No son diablillos, Luke. Son angelitos y ellos entran a las ocho y treinta. —me explicó. Fruncí el ceño algo molesto.

— ¿Y por qué mierda me hicieron venir tan temprano? —cuestioné molesto. La castaña, quien caminaba unos pasos delante de mi se volteó seria. Tenía la misma mirada que el día que la conocí.

—No seas inmaduro, Luke. Este es el horario que tenemos todos y todas las profesoras así que te lo aguantas, no seas mal agradecido. —me regañó. — Y más te vale que cortes ese vocabulario vulgar, porque llego a saber que un niño o niña está repitiendo tus palabras, seré yo quien le diga a Mónica que debe echarte.

Rodé los ojos sin querer darle la razón.

— ¿Quieres que te preste un par de crayones para que exageres más la situación? —solté molesto.

La castaña frunció su ceño.

—Con esa actitud no llegarás a ninguna parte, Luke. —suspiró. —Debes dirigirte allá. Ahí encontrarás a Mónica. —mencionó algo seca. Me quitó las cajas que me había tendido previamente y se marchó algo molesta.

Suspiré algo cansado. Vaya mierda.

Mónica resultó ser una señora bastante mayor y agradable. Le agradecí bastante que no ahondara mucho en mi experiencia laboral, si que estaban desesperados. A penas terminó mi corta y rápida entrevista, me entregó un contrato, me sorprendí bastante con la paga, trabajaría tres veces a la semana y a un horario bastante conveniente. Lo firmé sin chistar.

Casi me caigo de espaldas cuando me dijo que iríamos salón por salón a presentarme con los niños.

Jodida mierda. 


¿Qué les parece?

Muchísimas gracias por los votos y comentarios. Disculpen la demora, la Universidad me tiene algo colapsada. 

¡¡Amor eterno a ustedes!! Qué tengan una buena semana.

kindergarten | luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora