Prólogo: Percepción

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Bai Hu, maestra del Palacio de Zafiro de China y Guerrera Tigre Blanco, se levantó del suelo, dejando de lado su meditación. Su Chi estaba revuelto, tanto que casi podía sentir la incomodidad viniendo de su Bestia. Después de todos estos años desde la derrota de los Inmortales, había mejorado tanto su control de su Potencia, la Forjación, que había logrado formar un vínculo directo con su Bestia.

«¿Qué sucede, señor Byakko?».

El Tigre Blanco se tomó su tiempo para responder, más de lo normal. El señor Byakko no era una divinidad que pusiera pegas a las preguntas. Todo lo contrario, alentaba el conocimiento porque sólo a través de éste y de su aplicación a base de normas, se conseguía el honor.

No lo sé, dijo.

«¿No lo sabe?», se sorprendió la gacela. «Debo decirle que no lo esperaba».

A mí también me sorprende, dijo. Bai Hu no terminaba de comprender del todo cómo podía comunicarse con su Bestia, o cómo su voz sonaba como un trueno a la lejanía, dentro de su cabeza. Creo que debería saberlo, Bai Hu. Lo siento en mi ser.

Bai esbozo una mínima sonrisa, ¿los dioses se consideraban como un ser, tal cual los mortales, en lugar de un ente?

Es algo peligroso, mantente alerta. Algo que es de antes de yo ser.

«¿Como con los alumnos del maestro Po y la maestra Tigresa?».

Similar. Byakko rugió, para sorpresa de ella, quedito. ¿Su Bestia tenía miedo? Con los jóvenes maestros, pude recordarlo cuando accedieron a los poderes. Yo procedo de ellos, al menos en parte. Los Inmortales nos oprimían con su poder ajeno, no era de madre Orden, eran lo opuesto. Esto... es similar.

Bai escuchó susurros ahogados, gemidos apretados, sonidos de locura. Por reflejo, estiró una pezuña a un lado e invocó una espada de metal. Usando su poder, forjó del metal el arma, hecha por completo del mineral, desde el mango hasta la punta de la hoja. La vaina tenía motivos nipones, de su padre.

Con paso cuidadoso, se acercó a las ventanas, constando que era pasada la media noche, pues la luna estaba apenas un poco más baja de su punto más álgido. Cerró una por una, con todo y postigos. Con una postura de ataque ágil, fue yendo hacia las puertas dobles del salón de meditación.

De repente, una sensación de mareo la envolvió por unos instantes; por instinto cambió la postura. Aquello era un efecto de los saltadores y su poder. Pelear con altos maestros le molestaba, pues le recordaba a su batalla con los Inmortales.

Suspiró, despacio.

«Señor Byakko, le pido que envíe una alerta a los maestros Po, Tigresa y Tai-Lung».

Sabrán que algo andará mal, pero no comprenderán. Mis hermanos Seiryu y Suzaku no tienen un vínculo como el nuestro. Sentirán pulsaciones, nada más. Puedo hacerla con... con mi Astilla.

«En honor a la verdad, dudo que Jing no se arroje aquí de inmediato».

Es lo único que puedo hacer. La Vinculadora podría oírme, pero me tomaría mucho tiempo, Bai Hu. Ya perdió su Potencia del Yin, ya no es de Caos, así como el Contenedor de Seiryu no es de Orden. Todos somos de Equilibrio.

Bai Hu no replicó, el señor Byakko nunca daba respuestas claras cuando le preguntaba qué o quién era Equilibrio. Siempre decía que era un dios mayor, dos Aspectos en uno. El Equilibrio que había llegado un año después de la victoria sobre los Inmortales. «La libertad del Orden y la contención del Caos», según sus palabras.

Equilibrio (Los Ocho Inmortales 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora