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Unas de las jaulas de los perros del Averno, se hallaba ocupada por un enorme Ortho que dormía plácidamente en su cueva, mientras una de las cabezas roncaba, soltando un estrepitoso rugido.

Al roncar, las rocas de la cueva temblaban por la fuerza del ruido, pareciendo a hojas de un árbol a punto de caer. Sin embargo, una blanca paloma entró a la cueva volando entre las rocas, buscando los poderes que había perdido hace muchos años. Era Athatriel.

Llegó al lugar dónde estaba el Ortho durmiendo, para tomar su forma humana. Observó detenidamente al canino infernal, acariciando lentamente su enorme nariz, haciendo que despierte.

Por extraño que suene, en vez de gruñir y rugir como hace cuando aparece un intruso en su jaula, miro fijamente al hombre, acercando su nariz para olfatearlo mejor. En cuanto reconoció el olor, el gigantesco canino infernal movió la cola alegremente, como si se hubiese reencontrado con su amado dueño durante mucho tiempo.

—Hola, viejo amigo— acarició la barbilla de una de las cabezas del Ortho, quien sacaba la lengua de lo feliz que estaba de verlo.

— ¿Podrías enseñarme las cascadas de lava, por favor? —habló el hombre, y el Ortho, como un perro fiel, obedeció.

Guiando al hombre, el canino infernal lo llevó a las mencionadas cascadas de lava, que se encontraba hasta el fondo de la cueva.

Escondida entre las enormes rocas de la cueva, unas enormes, pero resplandecientes cascadas de lava ardiente cual volcán, se hallaban ubicadas. El Orto se sentó junto a la orilla, señalando con su nariz el riachuelo de lava, dándole bienvenida al hombre.

—Gracias, viejo amigo— le dio unas palmadas en forma de agradecimiento, y sin más fue al río de lava.

El canino veía lo que su viejo dueño estaba haciendo. El hombre se había sentado en la orilla, y sin una pizca de miedo, puso sus pies en la lava. Cualquiera que colocara sus pies en la lava, hubiera perdido los pies o hubiese brincado de lo extremadamente caliente que estaba; sin embargo, el hombre sólo remojaba sus pies en la lava, como si los estuviese remojando en agua.

Es ahí, donde Athatriel, cuya antigua apariencia que era de un anciano vagabundo de 80 años, se había convertido en un hombre con apariencia de tener 30 años. Si antes tenía arrugas en su rostro y cabello canoso, ahora tenía cabello oscuro y sin ninguna arruga por su rostro.

La lava del Infierno lo había rejuvenecido completamente, por muy descabellado y loco que suene.

Quitó sus pies de la lava y se puso de pie, mientras el Ortho lo veía con la lengua de fuera y sonriendo. Ése era su viejo dueño, el día en que decidió dejar el Infierno por orden del Rey de las Tinieblas.

—Ya tengo mis poderes infernales, ahora sólo me faltan mis poderes celestiales y recuperaré mi inmortalidad— dijo triunfante el hombre, para después transformarse de nuevo en una paloma, sólo que ahora tenía plumas negras en sus alas.

Athatriel voló hasta posarse encima de una de las cabezas del Ortho, quien gustoso acompañó al ave a la salida del Infierno.

Desgraciadamente, el canino gigante había pisado sin querer una pequeña piedra con punta, y esta se encajó en la almohadilla de su pata delantera, haciendo que diera un brinco del dolor. El dolor fue tan fuerte, que soltó un rugido extremadamente alto que fue capaz de temblar su cueva, haciendo caer pequeños pedazos de roca. Athatriel, se bajó de la cabeza del Ortho, y esquivando las piedras al caer, se acercó a la pata herida del animal.

😈😇The Little Hybrid😇😈 Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora