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Veía el cielo muy diferente a como fue la última vez. No era un lugar pacífico lleno de nubes y estrellas que cubrían un jardín paradisíaco, ahora era asemejado a un enorme edificio en lo alto de las nubes, donde ángeles podían entrar como sea. Eso le daba una ventaja, ya que estaba en su forma de paloma y nadie lo reconocería. Nuevamente dio un vistazo alrededor del lugar y entró por una ventanilla que estaba abierta, mirando por sus ojos de paloma algo que lo guiara al pozo de agua bendita, donde pudiera obtener de vuelta sus poderes celestiales.

Cruzó la ventanilla y fue disimuladamente a donde aparentaba una especie de jardín, sólo que había plantas y estatuas de ángeles de mármol como adornos a los arreates del lugar. Continuó volando hasta llegar a otra sala, donde no había nada que lo adornara, salvo una gigantesca estatua de ángel de piedra. La estatua tenía de forma a un arcángel estirando su mano hacia el cielo de manera que estuviera sosteniendo algo de la Todopoderosa, cuya túnica estaba arrugada y, por así decirlo, polvorienta.

Alrededor de la estatua, había un canal de losetas que estaba llena de agua. No cualquier agua, era agua bendita. Tampoco era cualquier agua bendita, era el agua bendita más sagrada de la Tierra, por lo cual, con esa agua podías derrotar al mismísimo Rey del Infierno. Sin embargo, aquella agua no sólo hacía eso, sino también tenía los poderes que le hacen falta a Athatriel.

"Este lugar es", pensó.

Dio una vuelta alrededor de la estatua, para revisar que nadie estuviera vigilando. Y cuando comprobó que estaba vacío, decidió aterrizar justo cerca de la estatua y tomar su forma humana. El barrido del viento que generó al blandir sus alas negras, hizo que también su cabello castaño oscuro se alborotara.

—Por fin recuperaré mis poderes celestiales.

Se adentró por una pequeña entrada que se hallaba en la estatua. Athatriel vió una pequeña cascada, sobresaliendo de un hueco que expulsaba el agua bendita. Se acercó a la pequeña cascada, juntando sus manos para sostener agua.

— ¡Mierda, está caliente! —se quejó por el dolor. Debido a sus poderes infernales, el agua bendita podía quemarlo.

Con algo de agua en sus manos que estaban temblando, las acercó a su boca y bebió de ella.

Enseguida, sus poderes volvieron a él. Al beberla, el agua había dado energía que el creía que no tenía. Sus ojos que perdieron el color que tuvo en su vida humana, de pronto brillaron y se tornaron color plateado, dando paso a que sus alas tuvieran unas plumas blancas entre las negras y que su cabello creciera un poco.

Ya estaba completo, pero sólo le faltaba una cosa: salir del lugar.

Y esperaba no morir en el intento.

"Ok. A volar. Alas, no me fallen ahora", pensó apenas se transformó en ave y salió por la entrada de la estatua.

Pero apenas tomó vuelo hacía donde se supone había entrado, chocó contra una de las ventanillas. Mierda, no otra vez.

Las ventanillas ahora estaban cerradas, para su mala suerte.

"Primero en el Infierno y ahora esto. ¿De verdad, Dios?", se quejó. ¿Acaso la Diosa sabía que iba a volver por sus poderes faltantes y le tendió una trampa? No sabía, pero si fuera así tendría que ser más precavido.

Voló buscando un lugar para descansar, hasta que se detuvo en la mano de la estatua, era un lugar amplio, por lo que no pasaría nada.

"Descansaré un rato, hasta que las ventanillas se abran", pensó nuevamente, mientras se acomodaba para, por lo menos, tomar una pequeña siesta.

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Mientras que, en algún otro lugar del Cielo. Los Arcángeles se hallaban en una conversación entre ellos, mientras Azirafel y Gabriel veían la puerta de la oficina abierta y veían sus relojes, esperando el momento en que la Omnipresente debería estar con ellos para ir por sus niños.

😈😇The Little Hybrid😇😈 Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora