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Tercer día en la escuela. Ayleen y Darren ya se comportaban como si se conociesen desde antes.

Además, ya habían tenido buenos momentos en la escuela, situaciones que Diosa está completamente orgullosa de observar a sus protegidos llevarse bien.

El día de ayer, la última clase fue de música. La profesora, quien era una mujer de unos 50 años, era (según ella) una cantante de ópera profesional. Cuando puso a algunos alumnos a hacer coros, la que tenía mejor voz para hacer coros altos era Ayleen, causando la envidia de algunas alumnas de grados superiores, mientras Darren era capaz de hacer notas graves y bajas, impresionando a la misma maestra.

Sin embargo, hubieron situaciones en que a uno le salía mejor lo que al otro le fallaba. Un ejemplo era Darren en deportes; de todos sus compañeros varones, él era el más rápido en cruzar carreras con obstáculos varias veces, sin fallar. Ayleen sólo podía aguantar 5 vueltas, y a la sexta se tropieza o casi se desmaya. El chico híbrido le daba una botella con agua para calmarla.

Otro ejemplo era Ayleen en clase de lectura; cuando el profesor la ponía a leer, su limpieza y fluidez al leer era sorprendentemente cautivador, haciéndolo tanto en libros como en los poemas. Darren llegaba a trabarse cuando se encontraba en el tercer o cuarto párrafo del cuento. La chica híbrida le daba unos consejos sobre cómo leer pausadamente, ahorrandole regaños del profesor.

Algunos de sus compañeros los miraban de manera extraña. Ellos no creerían que dentro de tres días, ése par se llevara bien y se hiciesen amigos cercanos. Sin embargo, todo el salón les agradaba a ambos, a tal punto de que los niños invitan a Darren a jugar fútbol con ellos y las niñas invitaban a Ayleen a pasar el rato en la cafetería.

No les molestaba eso, y de hecho, ya eran más abiertos con las personas a su alrededor, incluyendo los maestros.

Ya había terminado el día de clases y ya se encontraban en la salida de la escuela, sólo faltaba esperar a que sus padres vinieran a buscarlos.

— ¿Por qué algunos toman el autobús? —preguntó Ayleen, mientras miraba a sus compañeros de clase subiéndose al autobús amarillo que se hallaba estacionado un metro de la entrada de la escuela.

—Unos no tienen auto, y otros viven lejos de la escuela— le explicaba Darren, mirando a uno de sus compañeros irse en el transporte. —Jacob, el que me invita a jugar fútbol, vive lejos. Tiene auto, pero sus padres trabajan muy temprano.

—Oh, ya veo— continúan mirando el autobús hasta que el vehículo arranca y sigue su camino. —Deberíamos tomar el autobús un día, sería sorprendente.

—Ya lo creo— responde con media sonrisa.

— ¿Entonces ya no quieres que te lleve en el Bentley? —preguntó una voz detrás de los niños, haciendo que ambos voltearan. Era Crowley.

— ¡Papá! —Ayleen corre a abrazarlo, haciendo que el demonio le acaricie su cabello. —Si quiero que me siguas llevando en Bentley, sólo tengo curiosidad por saber cómo se siente subir en un autobús.

—Además, sería sorprendente conversar con nuestros compañeros mientras vamos, se ve que a ellos les gusta subirse al autobús. Dicen que se sienten niños grandes.

— ¿Entonces ya eres demasiado grande como para que tu madre te lleve a la escuela? —habló una voz detrás de Darren, haciendo que el niño voltee. Era Belcebú, con su típico traje de príncipe del Infierno, su cinta roja de medallones, y su fiel mosca en su cabeza.

—Madre— ahora era el turno de Darren en ir corriendo a abrazar a su madre. La demonio acariciar el cabello rebelde de su niño, mientras sonríe.

Levanta la mirada y ve al traidor, quien le hace una seña de saludo. Pues, a pesar de haber impedido el Armagedón, él le tenía respeto por ser su superior.

—Bueno, es hora de irnos a casa. No quiero que el idiota de tu padre queme la cocina— le dice a su hijo, el niño sonríe.

—Claro, madre— se pone junto a la puerta de la camioneta. — ¡Adiós, Ayleen! —se despide de su amiga con un gesto en la mano.

— ¡Adiós, Darren! —hace el mismo gesto, antes de entrar al Bentley.

—Hasta luego, mi lord— se despide Crowley con una reverencia, sin rastro de sarcasmo en él.

—Te veo mañana, traidor Crowley— sonríe el príncipe de las moscas.

Entraron a sus vehículos, para después ir a sus respectivos hogares.

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Mientras tanto, el Rey de las Tinieblas veía la escena con una sonrisa en su rostro. Ya era hora de que su segundo al mando y el demonio traidor hicieran las paces, luego de 8 años repudiándose después del No-Armagedón.

Satanás se hallaba solo en una cafetería, bebiendo vino y comiendo carne con salsa blanca. Él era el único de la cafetería, puesto que el local no tenía mucha clientela, además de que sus platillos eran muy baratos y deliciosos. Sin embargo, notaba que un camarero se le quedaba mirando por un periodo de tiempo, como si lo estuviese expiando.

El camarero era un hombre bajito de cabello rubio y de tez blanca, y si Satanás era muy observador, tenía unos ojos grises, casi tirando a negro. Se notaba a simple vista que el camarero era algo torpe, pues se le había caído un poco de café de la taza por quedarle viendo a él.

"Soy un galán, no lo voy a negar" pensó el Rey del Infierno con una sonrisa picarona.

Chequeó los dedos, en señal de que pagaría la cuenta. Una chica llegó con el papel de la cuenta, donde Satanás colocó unos euros en la bandeja.

— ¿Podrías prestarme tu libreta, por favor? —le preguntó a la chica, ella cedió. Le dio la libreta, y adivinando de inmediato, le dio un bolígrafo. —Gracias.

Abrió el bolígrafo y escribió en la hoja de la libreta. La chica abrió los ojos de la impresión, viendo que el cliente escribía su número telefónico en el papel. Volteó a ver a su compañero, que era un manojo de nervios.

— ¿Puedes dárselo a tu compañero por favor? —le dio el papel. La chica aceptó, llevando el mensaje y el dinero de la cuenta.

Se puso de pie y fue directo a la salida, con una sonrisa en el rostro. Mientras tomaba su chaqueta de cuero negra y se dirigía hacia la vieja estación del metro, para ir al infierno.

—Eres un suertudo, Martin— la chica le dio la hoja. El camarero la toma y la lee.

Su rostro lleno de nervios se convirtió en un enorme tomate. Debía estar soñando o algo, porque parecía irreal.

"Llámame, guapo. Soy Benedict Cumberbatch: +44554809666"

—Dime que no estoy soñando, Sandy— dijo sonrojado. La chica le da un pellizco, lo suficiente para hacerlo chillar del dolor. —Gracias, aunque te pasaste.

—Tú lo pediste, no te quejes— guarda el dinero del cliente en la caja.

—Dios, sabía que sí existes— murmuró Martin con un suspiro enamorado. — ¿Le llamo ahora?

—Te tachará de acosador, mejor después— le aconseja su amiga.

—Tienes razón— respondió para después seguir con su trabajo.


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Adivinen quien era el camarero, y le dedicaré el siguiente capítulo

Bye bye❤❤

😈😇The Little Hybrid😇😈 Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora