XIII. La vida conyugal.

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La luna de miel para aquellos recién casados fueron dos semanas encerrados en su casa, retozando en cada rincón de la misma, podría decirse que aprovechaban mientras aún podían hacerlo, eso era lo único que ellos dos tenían en común y lo que más les atraía del otro: el sexo. No podía negarse, la química que ambos tenían en la cama era aquello a lo que habían llamado amor, aunque no era más que un engaño superficial para engañarse a sí mismos y no aceptar que en realidad lo único que sentían uno por el otro era simple atracción y eso convertiría su relación en algo meramente físico, pero pretendieron ignorar aquello, ya que les parecía suficiente con entenderse bien en la cama, para llevar una buena y feliz vida. No obstante, cualquiera que los viera, diría que se amaban inmensamente, por su manera de tratarse.

Sintiendo la irresistible necesidad de despertar, después de diez largas horas de sueño prolongado, Jung Kook se giró y se encontró con la imagen del omega con el que compartía la cama, él estaba de espaldas a su esposo, con la sábana a la altura de las caderas, durmiendo plácidamente; Jung Kook sonrió, aun la suave y pálida espalda fina del menor le parecía una obra de arte. Pasó suavemente su mano por los brazos del contrario y repartió besos por su hombro desnudo, ocasionado que despertara y se girara un poco para ver a su sonriente conyugue, esbozando una sonrisa también, sintiendo todavía sus párpados pesados por el sueño interrumpido.

- ¿qué pasa? –susurró Ji Min.-

- Nada, nada, sigue durmiendo. –Jung Kook llevó su mano a la mejilla ajena para acariciarla.- es solo que cada vez que te veo me pareces más y más hermoso.

El mayor soltó una leve risilla y con su mano en la nuca ajena pegó al contrario a su cuerpo para besar tiernamente sus labios, siendo correspondido de la misma manera.

- Te amo. –susurró Ji Min.-

- Y yo a ti.

Jung Kook se inclinó un poco, bajó por el abdomen del contrario y llegó a su vientre ya un poco abultado, para dejar un par de besos en aquella zona, haciendo que las mejillas del mismo enrojecieran al instante.

Jung Kook se inclinó un poco, bajó por el abdomen del contrario y llegó a su vientre ya un poco abultado, para dejar un par de besos en aquella zona, haciendo que las mejillas del mismo enrojecieran al instante

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- Estás realmente emocionado por ser papá. –susurró Ji Min, enredando sus dedos en los cabellos del menor.-

- ¿cómo no iba a estarlo? Es mi más grande deseo.

Ji Min sonrió, observando a Jung Kook y sintiendo cómo le brindaba caricias a su hijo no nacido, le pareció algo tierno, era un lado suyo que en realidad no había visto antes.

- Iré a darme un baño. –dijo Ji Min.- ¿vendrás conmigo?

- ¡Por supuesto!

Y así, todo fue miel sobre hojuelas en aquel matrimonio, pasaban su tiempo libre amándose o acurrucados, pero Jung Kook tuvo que empezar a trabajar desde su oficina en casa y buscar un nuevo trabajo a la vez, o al menos eso era lo que Ji Min creía, pero con el pasar de un par de meses ese pretexto fue quedando obsoleto, ya que el joven omega no podía concebir que en los dos meses que llevaban viviendo en la ciudad y con su experiencia, Jung Kook no haya conseguido trabajo allí y tuviera que seguir viajando cada semana, se quedaba dos o tres días y volvía, eludiendo siempre los reproches de su esposo sobre el tema.

Amores prohibidos || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora