Cuando llego a casa de Raymond, pasada las ocho de la noche. Él me está esperando en el recibidor del apartamento. Sonríe cuando me ve, me acerco donde esta, alargó los brazos y le rodeó con ellos el cuello, acariciándole el cabello de la nuca. Acerco su boca a la mía, sus labios calientes, suaves y firmes. Se movieron con rudeza sobre los míos. Despertando cada célula de mi ser y enviando calientes descargas, las reacciones no se hacen esperar y el fuego comienza a crecer en mi interior.
Nos separáramos y unimos nuestras frentes.
- Hola, cariño- dice - vamos.
Me arrastras hacia el comedor y quedo impresionada por lo que hay en la mesa.
Me acerco a la mesa y estudió las copas de cristal, la cubertería y los pequeños jarrones adornados con tomillo y romero, que inundan el lugar con su olor.
- Es precioso, gracias – me ofrece una copa de vino y se la acepto.
Me gusta que se haya tomado la molestia de hacer esto, es como una cena de bienvenida. Digo yo.
- En ese caso, siéntate, por favor y come algo. – contesta.
En ese momento apareció un hombre, con un carrito, con pan caliente y salsas, sanagaki de queso cubierto de hierbas aromáticas, carne a la brasa y una botella del mejor Vinsanto.
- Maravilloso –comente echándome hacia atrás en la silla, con la copa de vino en la mano. Él levantó la suya también para brindar.
En el transcurso de la cena él estuvo muy animado, hablando apasionadamente de su trabajo, de su amor por la arquitectura.
- La cena estaba deliciosa, gracias –le dije mientras tomaba un trago de la copa de vino – mis felicitaciones al cocinero.
- Qué bueno que te haya gustado. Con gusto cocinara para ti, cuando lo desees.
- Gracias – me mira fijamente, solo como él lo sabe hacer, que me revuelve el cuerpo. Sus ojos se tornan de un color oscuro. Solo puedo ver en ellos deseo.
Él se acerca y me gala. Me toma de la cintura y besa mis labios apasionadamente perdiendo la noción del tiempo y espacio. Notó que me levanta del suelo y me toma en sus brazos y comienza a caminar y no deja de besarme en ningún momento. Abrió una puerta, entró y volvió a cerrarla tras de él. Entonces notó que caía sobre algo blando, una cama envuelta en sábanas del más pulcro blanco.
Es él se apartó y, quedo a los pies de la cama, y me observa.
- schon –digo en su idioma, no sé qué pueda significar esa palabra, pero es en lo último en que estoy pensando.
Se desabrochó la camisa, se la quitó y la tiró al suelo. Estudió sus hombros anchos, su pecho, abdomen y brazos esculpidos. Lo vio desabrocharse el cinturón, bajarse la cremallera y tirar los pantalones, al suelo también. Todo ello sin dejar de mirarla a los ojos tan intensamente, que no podía respirar, pareciera que fue hace mucho la última vez que estuvieron juntos. Se inclinó y volvió a besarla, mientras le bajaba la cremallera del vestido. Sintió todavía más deseo, no pudo pensar en nada más que en solo el hombre que tenía enfrente.
Raymond le bajó los tirantes mientras la besaba, le hizo levantar las caderas para quitarle el vestido y la dejó solo con la ropa interior de encaje, entonces él dejó de besarla y se echó hacia atrás, dejándola sin aliento, y la miró.
- Schon –repitió.
Raymond le acaricio las piernas, las caderas, la cintura y los hombros, y se apretó contra ella. Piel con piel. Las piernas entrelazadas, los vientres pegados. Unidos de la cabeza a los pies. Raymond le acarició un pecho y ella gimió, arqueó la espalda y se aferró a la de él. sus pechos se quedaron desnudos y deseó gritar aliviada, Raymond inclinó la cabeza y tomó un pezón con la boca y el grito que salió de ella fue de éxtasis. Ya no podía aguantar más placer, cuando Raymond pasó al otro pecho y bajó la mano que tenía libre para meterla por el borde de las braguitas y acariciarla allí, donde más necesitaba que la acariciase. Bastó un suave roce de su mano para que llegase al clímax. Su cuerpo se sacudió de placer, olvidándose del mundo entero.
Mientras me recobraba el aliento, Él me besó en la boca, en los ojos, en los pechos.
– No hemos hecho más que empezar, si vas a estar así de receptiva toda la noche será una muy buena- su voz sonó ronca llena de deseo.
Él se aparta para quitarse la ropa interior y mi vista se centra en su erección. A pesar de que acababa de recuperarse del orgasmo, volvió a desearlo. Él buscó en el cajón de la mesita que había junto a la cama y, sin dejar de mirarla a los ojos, se puso un preservativo
–Mira cuánto te deseo, Schnucki. – deseo eso era lo que decían sus ojos oscuros.
Él se tomó su tiempo mordisqueándome los pechos, metiéndoselos en la boca. Note que me estaba metiendo un dedo entre las piernas y mis músculos se contrajeron ante aquella íntima invasión. Él gimió y me acarició. Y el placer fue aumentando de nuevo. Raymond si sabe cómo complacerla, cómo hacer que se quedase sin aliento, que desease más. Entonces apartó los dedos y presionó allí con otra parte de su cuerpo.
- schnucki –dijo, enterrando los dedos en mi pelo. Comienza a besar mis labios lento y sensualmente.
Mi cuerpo se relaja y elevó las caderas para recibirlo. Él debió de sentir que había llegado el momento y me penetró. Un grito sale de lo más profundo me di garganta, no de dolor, sino porque se sentía deliciosamente llena, porque sus terminaciones nerviosas cobraban vida de nuevo. Y eso que Raymond todavía no había empezado a moverse en su interior. Empezó a hacerlo despacio y después fue acelerando poco a poco, hasta que ambos respiraron con dificultad. Entonces, cuando pensó que ya no podía aguantar más, Raymond dio un último empujón y gimió de satisfacción, y ella sintió que se rompía por dentro otra vez. En esa ocasión le costó más recuperarse, tenía la respiración acelerada y la mente completamente en blanco.
Raymond me dio un beso. Y sentí algo en el pecho, algo insignificante y, al mismo tiempo, muy importante. Los labios de Raymond me acariciaron, sus alientos calientes se entremezclaron, y entonces él se apartó muy despacio, me atrajo a su cuerpo, me abraza y me da besos en la frente.
- No sabes la falta que me hiciste, en tenerte así en mis brazos, en mi cama desnuda – dice su voz sonando ronca y excitante.
- A mí también- susurro cansada- últimamente no, nos hemos vistos. Ha pasado mucho tiempo y solo hemos estado juntos en dos ocasiones – los ojos me pesan, me siento cansada.
- Este tiempo que vas a estar en la ciudad, porque no te quedas aquí, para tenerte cerca – propone.
- Me parece bien......- él dice algo, pero no lo escucho, estoy tan cansada que el sueño me venció.
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TENERTE PACIENCIA
RomanceUn encuentro, una gala y unos ojos que la hechizaron... pero el tiempo es inclemente o eso es lo que ella se dice, no ha tenido una relación sentimental, no tiene tiempo para cosas banales, como lo es el amor, en encontrar a una persona para compart...