capitulo 6

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Sus labios calientes, suaves y firmes al mismo tiempo, atrapan los míos emprendiendo una sensual danza

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Sus labios calientes, suaves y firmes al mismo tiempo, atrapan los míos emprendiendo una sensual danza. Una danza lenta, tierna, y después más profunda. Que causa que se me doblen las rodillas. Me aferró a su camisa y tocó el pecho fuerte que hay debajo. Trazó su torso musculoso con los dedos y escucho un gemido, era suyo. Mientras dibujo sus músculos con los dedos, él bajó aquellas manos de dedos largos por mis hombros, hacia mis pechos y más allá, entre mis muslos. Me aprieto contra él.

Estaba temblando, Pero no era de miedo, solo deseo y ganas de apagar el increíble fuego que sentía en mi interior. Nuestras bocas se estaban dando un festín. Me alzo en vilo y de inmediato le rodee la cintura con las piernas, sin interrumpir en ningún momento el beso, mientras él me sujetaba firmemente, se dirigió a la superficie más cercana, una mesa colocada contra la pared, y me sentó en el borde.

Sus manos enseguida se adentraron bajo la falda del vestido con una urgencia. Mientras Seguía besándome, cada vez más profunda y salvajemente con cada caricia, podía paladear su adictivo sabor. Era como un redoble de tambor resonando en mi cabeza, en todo mi cuerpo. sus dedos se engancharon en el encaje de la tanga y lo desgarro. Un gemido de sorpresa salió contra su boca, sus dedos se adentraron en calor de mi sexo, y sentí cómo me derretía con cada caricia que daba.

Ladeo la cabeza para profundizar el beso y tragarse mis gemidos que era incapaz de reprimir. El deseo que tenía contenido estaba explotando, eran tres semanas sin estar juntos, cuando ya era costumbre dejarse llevar y apagar el fuego.

Se aferro a mis nalgas elevándome un poco... y se hundió en mí.

Se retiró solo un poco para luego volver a hundirse, y yo me removí dentro del círculo de sus brazos para acomodarlo mejor. Seguía alzándome en vilo, lo que me producía una sensación extraña. Tan fuerte era que podía soportar mi peso sin aparente esfuerzo, con mis piernas enroscadas en torno a su cintura. Soportaba mi peso con sus manos... y con la otra parte de su ser, según suponía. Me estaba ruborizando solo de pensarlo cuando él volvió a moverse. Solo un poco. Lo hizo una vez, otra. Y otra más.

El aliento se me escapaba ... Sus labios dejaron los míos y se dirigieron a mi cuello y escote.

Me moví hacia él, contra él, sumándome a sus movimientos. Y algo cambió entonces. Algo se aflojó un tanto, en lo más profundo de mi ser, así que seguí moviéndome. Y, esa vez, las salvajes sensaciones que me revolvían por dentro se fundieron de alguna forma con mi tensión, generando un increíble ardor. Algo que pareció reflejarse también en los ojos de Raymond. Me agarró con fuerza. Y luego empezó a moverse rápido. O, más exactamente, a moverme a mí. Me alzó de nuevo para volver a encajarme sobre su miembro, y esperó. Le brillaban los ojos. Levantándome para volver a dejarme caer de nuevo. Una vez y otra, me alzó de nuevo, me bajó y cada vez que lo hacía, yo sentía... más. Más ardor, más sensaciones, más ansia que parecía anegarme por dentro, como una súbita tormenta. Me encajé mejor en él, me apreté mejor, necesitada y maravillada, para poder apretar las puntas de mis pezones contra el duro muro de su pecho. Lo hice una vez, sin saber por qué, hasta que la enloquecida sensación me arrancó un estremecimiento. Lo repetí, y él se echó a reír.

- Me encanta, que estés disfrutando Schatz. – su voz sonó ronca.

- Ahh... sí que lo estoy disfrutando. - Entonces retomó el ritmo.

Yo habría querido decirle más cosas. Pero no podía concentrarme en nada salvo en el glorioso ardor que sentía dentro de mí. A él, su grosor, su largura. La manera que tenía de encajarse dentro de mí con tanta perfección, una y otra vez. Empecé a sentir aquella misma crisis. Empecé a jadear y a convulsionarme. Y durante todo el tiempo él no dejó de aferrarme con pasión, hundiéndose en mí, una y otra vez, como si no tuviera otro propósito.

Cuando finalmente estallé, la sensación me barrió como otra suerte de tormenta, intensa e interminable. Sollocé su nombre, ladeando la cabeza para enterrarla en su cuello. Pero Raymond no había terminado. Sentándome sobre la mesa, me colocó de forma que pudiera sostenerme con una mano y apoyarse en la pared con la otra. Cuando volvió a penetrarme a fondo, comprendí que hasta entonces se había estado conteniendo. Porque aquella vez lo hizo más profundamente. Con mayor fuerza. Aquello era tan salvaje que no estaba segura de poder sobrevivir. Tan ardiente y glorioso que ni siquiera estaba segura de desearlo. Ya había explotado antes en mil pedazos, pero aquella ferocidad suya volvió a incendiarme por dentro, sacándome de una crisis para arrojarme a otra. Y, en esa ocasión, chillé. Lo sentí bombear dentro de mí mientras gruñía mi nombre, antes de dejar caer la cabeza sobre la mía. No supe durante cuánto tiempo permanecimos así. Jadeando. Conectados.

Pero, al final, Raymond se retiró, y yo no entendí cómo pude sentirme tan... vacía. Lo observé, medio fascinada y avergonzada, mientras volvía a ponerse el pantalón. Me ayudó luego a bajarme de la mesa, arreglándome de paso el vestido. No pronunció una palabra. Estudió mi rostro por un momento y acto seguido, me guio de la mano. Me sorprendí a mí misma de que fuera capaz de caminar. Me sentía aturdida, mareada. Me obligué a respirar cuando, con una mano en mi cuello, Raymond me hizo entrar en un gigantesco dormitorio.

- Son las once y media - dice cuando me siento en la cama – te puedes recostar y descansar un rato. Luego te llevo a tu apartamento.

Se adentra a una puerta que viene siendo el baño y regresa con un paño. se arrodilla ante mí, me abre las piernas y comienza a limpiarme.

- Si me acuesto, No creo poder levantarme, Mejor me voy.

- No quieres descansar un rato – insiste.

- Tranquilo, descanso en mi cama, ¿me llevas? – le digo – sabes este rapidin me gustó mucho, ni nos desnudamos ni nada y la pasamos bien.

El ríe y me da un casto beso en los labios y me extiende la mano para salir de la habitación y llevarme a mi apartamento.

Somos deseo y pasión, como la pólvora y el fuego, que cuando se juntan explotan. Ese es un ejemplo claro y preciso, para describir la pasión que explota cada vez que estamos juntos.

Cuando estamos juntos no podemos contenernos, cada vez el deseo que siento por él me sorprende, es diferente de una manera única, las sensaciones son tan maravillosas, tan fuertes, más apasiona e increíblemente inexplicable.

El deseo sexual es tan grande, que me haceolvidar las cenas de celos que hace, me olvido de todo, solos somos él y yodejándonos arrasar por el deseo. 

UN CAPÍTULO MAS CON MUCHO AMOR ❤

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