Wateredge (World of Warcraft: Wrath of the Lich King)

Promesa Rota

Los recuerdos de esa noche inundaban su mente. Había prometido a sus hermanas que ella sería la primera en morir, después de todo era la mayor. Esas palabras solo la hacían culparse aún más, aunque hallan sido dichas cuando solo era niña tenía cierto peso en ella, y la razón de esto es que un Wateredge cumple sus promesas, sin importar el costo.

Zallha estaba sentada en una rama alta de Teldrassil que daba al Mar de la Bruma, observando la salida de la Dama Blanca. Le ardían los ojos de tanto llorar, se sentía miserable y sobre todo vacía. Había fallado en su juramento y su vida comenzaba a dejar de tener sentido. De entre todas las hermanas ella era la más afectada, los hermanos mayores deben de cuidar a los demás y ella había fracasado. Se pregunto que pensarían Min’da y An'da si estuvieran en vivos en ese momento. Tratarían de que no se culpara, de que dejara de llorar, al fin y al cabo, Nerha murió con honor, defendiendo a los civiles del ataque de la Plaga. Pero lo que más le dolió fue lo que dijo Killha a continuación. Su hermana Nerha, la segunda mayor, había sido levantada como Caballero de la Muerte para servir a Arthas, el Rey Lich. No podía soportar tener que luchar contra su hermana, con su propia familia, no podía soportar verla morir de nuevo y una vez más este pensamiento hizo que su vida no tuviera valor alguno.

Las demás no sabían que hacer. La última vez que la vieron en ese estado fue cuando le informaron que su madre se había sacrificado en la Tumba de Sargeras, en las Islas Abruptas, para dar tiempo a que la Vigilante Shadowsong escapara del lugar. El cuerpo de Naisha nunca pudo ser recuperado, yacía enterrado bajo los restos de la cámara donde se guardaba un artefacto de gran poder, El Ojo de Sargeras.

Llevaba casi todo el día y parte de la noche en ese estado y temían que nunca saliera de esa depresión, pues conocían a la perfección aquel juramento ahora vacío y quebrado por la muerte de Nerha. Tenían que sacarla de su depresión lo antes posible, Zallha tenía fama de ser suicida y se habían percatado en varios momentos.

A Xallha y a Myth’Vhalir se le había dado la orden de investigar la actividad de los dragones verdes en Talloumbrío, cerca de Canción de Bosque, al parecer los dragones estaban más agitados y agresivos que antes. Killha había terminado su entrenamiento y Nellha y Kallha estaban perdiendo el tiempo. Parecían normales pero en el interior de su alma lloraban descontroladamente por sus hermanas mayores y pedían a la Diosa que cuidara de ellas.

Zallha seguía mirando al horizonte, perdida en sus pensamientos, su rostro era iluminado débilmente por la Luz de Luna y entonces ahí fue cuando comprendió que ya no había nada que hacer, solo seguir adelante y si la Diosa lo deseaba acabaría personalmente con el sufrimiento de su hermana.

Sintió que alguien la llamaba desde el interior del Gran Árbol y volteó para tener una mejor visión del suelo. Era Myth’Vhalir el que la llamaba. Mirándolo de cerca, el joven elfo de la noche traía su pelo azul oscuro largo y suelto, su tez de piel poseía un tono violáceo que hacia juego con su pelo, como si de un reflejo se tratara. Sus ojos ámbar, símbolo del druidismo brillaban esa noche más de lo normal.

Zallha camino por la rama hacia el interior del árbol para escuchar lo que debía decirle. Asumió una posición de cazadora mientras lo observaba desde arriba dando la impresión que en cualquier momento se le lanzaría encima para cortarle la garganta.

–¿Zallha, quieres venir con nosotros? – estaba nervioso, esa posición que asumió la pícara lo estaba incomodando.

–¿A donde van?, si puedo saber– asumió que debía alguna artimaña de sus hermanas para sacarla de ese estado, cosa que ella agradeció.

–Verás, mi maestro me ha pedido que investigue las recientes actividades de los dragones verdes en Talloumbrío y me recomendó que llevara al menos a cinco acompañantes, por si los dragones nos atacan, tenemos permiso para matarlos.