La historia de Ramiro

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Trabajaba en la construcción junto a su padre, que le había enseñado el oficio, y ambos tenían su propia empresa con otros empleados.

Su aspecto era delgado pero forzudo a la vez, sin duda esto se debía a su profesión. Era guapo con su pelo rubio castaño que le caía por la frente, que había heredado de su madre, y gozaba de la sonrisa de su padre, con su contagiosa alegría por la vida.

Cuando perdió a sus padres en ese accidente, comenzó a tener reacciones muy preocupantes. Al inicio se pensó que la causa era el dolor, pero con el paso de los días se dieron cuenta de que había algo más trágico y que nadie podía encontrarle explicación. La primera cosa que cambió en él fue su atención, parecía estar detenido en otra dimensión, incapaz de percibir la realidad que lo rodeaba, casi carente de vida. Su actitud no era agresiva, no era que hiciese algo malo o perturbador, era como si hubiese extraviado su brújula emocional, esa que lo conectara con la vida y la continuidad del tiempo. Además, desaparecía y no volvía. Viajaba lejos y se perdía. Luego comenzó a hacer cosas descabelladas, por ejemplo, salir desnudo luego de bañarse y vestirse con el camisón de su mamá fallecida, por lo que la familia optó por esconder todo lo referente a la mujer.

El tiempo pasó y mi primo comenzó a recibir tratamientos psiquiátricos para combatir el diagnóstico médico que indicaba: paranoias, delirios propios del dolor no canalizado y somatización. En esos años la medicación fue incrementando hasta llegar a la cura del sueño. Todo eso resultó doloroso, otra pena que sumarle a la ya existente, aquel accidente no dejaba de pasar factura a la familia, era como observar todo rodar colina abajo, sin poder ser detenido. Sin embargo, mi madre y los demás integrantes de la familia se ocupaban de él con mucho amor y dedicación, sin escatimar en los costos, aunque resultase en intentos fallidos, pues nada lo recuperaba, y cada vez su salud mental iba en declive, como si se tratase de una sátira del destino.

Mi madre, de aspecto coqueto, con sus largas uñas pintadas de rojo, era una mujer dedicada a su trabajo en primer lugar y luego a su familia con la ayuda de Juan Carlos, mi padre. Entre los dos habían acumulado una pequeña fortuna con mucho esfuerzo y ahorro. Si de algo tengo que admirar a mis papas, era su determinación al trabajo digno. Con mi hermana hemos mamado eso desde la cuna y nos fue de ejemplo en la vida. Ellos no contaban con estudios porque no pudieron hacerlo, sin embargo ambos habían logrado con lucha, planificación y sacrificios, los objetivos de una libertad financiera que hasta hoy la disfrutan. Mi mamá era quizás la que más dinero ganaba y mi papá era el autor intelectual con la visión de invertir ese capital en propiedades a bajo precio, para reformarlas y luego volver a venderlas. Y así salieron de clase pobre a una acaudalada, entre los dos y trabajando catorce horas diarias. Ambos nos cuidaban en un bello hogar lleno de amor, chimeneas calientes en inverno y fiestas familiares con muchos regalos y juegos entre muchos primos que hizo de mi infancia una belleza. En ese medio familiar se quedó mi abuela en eso días de dolor junto a mis dos primos. Mi papá y mi mamá se hicieron responsables junto con la ayuda del resto de la familia. El tiempo pasaba lento en eso días.

En el salón de belleza de mi madre.

En el salón reinaban los espejos de pared a pared, los tonos suaves, el dorado, la música relajante, así como las risas y los comentarios de todo lo que sucedía en la ciudad. Esas paredes eran una especie de diario íntimo que arropaba novelas de intrigas dignas de un premio literario. Las protagonistas de esas novelas, es decir, las clientas y mi madre, algunas veces admiraban y exaltaban buenas virtudes o éxitos de los demás. Pero en la mayoría de los casos, se dedicaban a descuartizar las vidas ajenas. Casi que puedo recordar sus conversaciones en aquel entonces. Una en particular que es necesaria en este contexto de los que vengo a contarles y decía así.

—¡Ah! ¡Por Dios! ¿No se enteraron de La Catalina? La mujer casada con Josecito, hija del carnicero Pelúfo, la nieta del loco que se sacaba la ropa en pleno juego de fútbol de la rabia, ¿se acuerdan?

Callando la ignorancia de mi KARMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora