«—¡Quédate tranquila! Soy Ema de Rivera. Vengo a contestarte la pregunta que estás solicitando al Soberano, sobre qué es lo que te sucede. Debes regresar a tu ciudad natal, la ciudad de Rivera, apenas terminen las clases de tu hija. En ese lugar se te va a mostrar la verdad de tu vida, así como le has pedido.»
Me puse a mirar para todos los lados; no entendía de donde salía esa voz calma y tierna, pero no me asusté. Al instante dejé de llorar, de la misma forma insospechada que comenzó, no había más lágrimas ni ningún sentimiento de dolor, sí de paz, mucha paz, algo inexplicable en palabras humanas.
—¿Qué pasó? ¿Acaso me volví loca en serio? —me preguntaba a mí misma.
Una cosa era soñar con Clara todo el tiempo y otra muy diferente era escuchar una voz mientras estaba sentada haciendo mi necesidad biológica. Hasta parecía una broma. ¿Dónde quedaba lo del ritual y de orar por horas a la espera de una señal? Me sentí aturdida y a la vez divertida por la manera en que la vida me iba mostrando lo poco que valen las reglas humanas en lo que tiene que ver con la iluminación y las señales. Ese día escuché a esa mujer muy clarito, pero no quería obedecerla, no deseaba volver a la ciudad de Rivera; yo amaba vivir en Montevideo, muy cerca del olor a mar. Sin embargo, me quedé pensativa por muchos días tras escuchar la voz de Ema. Comencé a dudar de la certeza que sentí sobre lo real de ese mensaje y consideré de nuevo la alternativa de las alucinaciones o delirios. Sabía que no eran efectos secundarios de medicamentos, porque, al igual que mi abuela la Canaria, me resistía al abuso de esos fármacos que jamás volví a tomar, desde que pude salir de la casa de mis padres y decidir mi camino junto a mis hijos.
En medio de esa vacilación usé el discernimiento que había aprendido, no quería ser engañada por mis anhelos y terminé convencida de que debía cumplir la orden recibida. Determiné que yo había conocido en vida a esa persona de bien y que ahora ella intentaba ayudarme. Ema era una mujer conocida de toda la vida, amiga de la familia y espirita kardecista, que muchas veces quiso llevarme a conocer el centro espirita donde mi madre había llevado a mi primo Ramiro después del accidente donde fallecieron sus padres y lograron que se estabilizara de ese trágico impacto. Yo solo recuerdo haber criticado muy duro a esa señora con toda mi altivez religiosa. Le decía cuando hablábamos que yo era cristiana y que hablar con los muertos no era digno, pues eran demonios y yo no quería saber de esas cosas. Ella se divertía con esas palabras y me explicaba que su disciplina nada tenía que ver con hablar con los muertos y que no eran demonios; yo, en cambio, alegaba que mi religión era la única que salvaba al ser humano. Ella con delicadeza y humildad jamás trató de contradecirme en nada. Sentí mucha vergüenza de mis viejas actitudes prejuiciosas y de mi poca tolerancia. El destino me estaba dando un cachetazo al mostrarme que fue ella quien vino a darme ayuda, sin importar que tanto la rechazara en el pasado. La paz que había percibido con su llegada no podía ser engaño de seres oscuros, y yo ya podía diferenciar muy bien esas sensaciones.
Así fue como decidí regresar a la casa de mi madre Gema. Fue muy difícil dada la poca empatía de ella en cuanto a lo que me sucedía con mis trances. Tanto ella como mi padre Juan Carlos me veían como una vaga o enferma psiquiátrica, y volver a ese ambiente fue lo más espinoso que hice en esos años. Ser vista de ese modo ya no me asustaba como antes, se convirtió en algo normal para mí al tiempo que fui dejándome fluir y despertando ese estado sensible que poseía. Me iba enfrentando cara a cara con mis problemas. En menos de dos semanas llegamos con mi hija Luz a mi ciudad natal, luego de más de casi veinticuatro años de ausencia de la ciudad de Rivera. Salvador no quiso volver y prefirió quedarse a vivir con su padre. Mientras planeaba la mudanza y me ponía en contacto con mi familia que ya estaban todos en Rivera, me llamó mi Madre Gema por teléfono y me dijo con un tono de sorpresa en la voz:
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Callando la ignorancia de mi KARMA
ParanormalLa vida de Victoria Monserrat no era una casualidad de un destino caprichoso, sino que vidas pasadas que no recuerda, afecta su vida presente. Junto con muchos maestros de la tierra y también del más allá -con los cuales logró contactar en ese proce...