—¡Mañana llega Florencia desde Rivera! —mi madre anunció mientras pelaba las verduras para la comida.
—¡Ah, qué bueno! Ella nos hace reír mucho, sin duda que vamos a disfrutar su llegada —le contesté mientras lavaba los platos.
Ayudé a mi madre en todo lo que mis fuerzas físicas fueron capaces, mi estado era deplorable y triste por aquel entonces, así que volvía a la cama como era la costumbre. No puedo culpar a nadie por la pasividad o falta de sensibilidad que mostraron para conmigo en aquella situación, pues en eso se había convertido mi vida. Cuando mi prima Florencia llegó, apenas pude levantarme a saludarla, los días pasaban y mi prima estaba muy asustada por lo que veía de mí. Permanecía en la cama a toda hora, no decía palabra y parecía que a nadie en la casa le llamaba la atención mi estado por el simple hecho de que era ya un hábito verme de esa forma. Mi prima comenzó a preguntarse qué era lo que estaba pasando allí, que nadie decía nada, y hablando a mi madre Gema, comentaba:
—Tía Gema, Victoria está mal de verdad, hay que hacer algo, está como muerta en vida, es horrible verla así —la preocupación era evidente en su tono de voz, y en su rostro.
—Sí, Florencia, lo sé. —dijo mi madre—. La he llevado a médicos y nada ayuda. La llevamos a psicólogos, pero dicen que es ella la que no se esfuerza y le dan medicamentos para la depresión. Ella nos pidió que la internáramos en algún lugar, se siente que molesta, pero no la vamos a internar, eso sería vergonzoso. ¡Un bochorno para la familia!
—No sé, tía, debemos sacarla de ese estado. Ni mira a las personas cuando habla, parece que está en otro lado, esa mujer está muy mal —ella insistió. Luego de una larga pausa replicó de nuevo—: había pensado que era vaga e inestable, pero ahora me doy cuenta de que tiene algo raro. Ese es el comentario que hay en la ciudad de Rivera y en la familia. Ahora creo que estamos todos equivocados —afirmaba mi prima con un sentimiento de culpa agobiándola.
Durante su visita, Florencia salió con mi madre a pagar unas cuentas de luz y teléfono. Como mujer muy típica de la ciudad de Rivera, se vestía con sus atuendos coloridos producto de la influencia brasileña: pantalones rojos combinados con un chal de color naranja encendido, contrastando con la formalidad del negro y marrón en extremo sobrio de la capital de Uruguay.
En el local de cobranzas, Florencia permaneció afuera al notar que todos la miraban sin ella reconocer la razón. Se paró en el exterior y vio salir a una señora de edad avanzada que se quejaba en voz alta de lo caro de los impuestos y demás cosas de ese gobierno. Mi prima, para nada sonsa, le dijo:
—¡Ustedes votaron, ahora aguanten!
—¡Sin duda no vivís en Montevideo! ¿No? — le respondió la señora entre risas por su comentario.
—¡Pues, no! ¿Cómo se dio cuenta? —preguntó mi prima, asombrada.
—Por nada, por nada. Me llamo Luna. Un placer. —replicó la anciana con tono pícaro en la mirada al notar la alegría no solo externa de mi prima sino la interna, con su risa alegre y su conversación tan amena. Y comenzaron una larga charla, en la cual Florencia le comentó que estaba visitando a su familia y le preocupaba su prima que se encontraba en cama hacía mucho tiempo, y para colmo de males, los médicos no tenían respuestas a pesar de que la veía muy mal.
—¡Ah, mira! Creo que te puedo ayudar con eso, si me permites te cuento lo que me ha sucedido —contestó la señora al tiempo que acomodaba sus facturas de luz, asombrada por el poco cambio que había recibido al pagarlas.
—Claro, la verdad es que es justo lo que ando buscando, una ayuda para mi prima. Dígame por favor lo que sea, estoy realmente muy asustada de cómo la veo; parece un ente sin vida en una cama, y lo peor es que nadie dice nada en su familia.
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Callando la ignorancia de mi KARMA
ParanormalneLa vida de Victoria Monserrat no era una casualidad de un destino caprichoso, sino que vidas pasadas que no recuerda, afecta su vida presente. Junto con muchos maestros de la tierra y también del más allá -con los cuales logró contactar en ese proce...