La gitana muerta, pero no tan muerta

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Con 43 años

Todo surgió de forma espontánea, como las anteriores veces, sin nada que significara alguna ayuda de un estado hipnótico o algo similar. Tan solo ocurría cuando yo menos lo esperaba. Nunca era cuando yo quería, sino que era desde el más allá hacia el más acá, como un especie de teléfono de arriba hacia abajo.

Y pude ver o recordar, esa vida en diferentes lugares, como en la ciudad de Toledo y también en Sevilla, España. Éramos muy bonitas, de eso no se puede negar, ahora entendía mi fascinación por el pelo negro y largo, y por ser la única de mi familia con ese color azulado. Y la vi a ella, la pude saber a los pocos minutos, creo que su energía no me era extraña y fue cuando también me vi. No pude dejar de sonreír en mi vida actual, en mi estado en transe por lo que estaba viendo, yo era tan bella como Clara, con ese vestido rojo y dorado volados y bailábamos rodeadas de otras mujeres tan bellas como nosotras. El lugar era desértico, o sea, no se trataba de una ciudad, sino más bien un lugar de campo o quizás una playa, pero de eso no estoy segura. Lo que sí puedo asegurar fueron el sonido de las guitarras y de las castañuelas y el maneo de mis caderas y el rebolear de mis manos. Me sentía maravillada, mi corazón latía acelerado y Clara me miraba feliz. Por fin estábamos juntas y bailando como siempre ella había querido. Al costado vi muchos carros y camionetas de alta gama. Todo era lujoso a pesar de que sin duda alguna éramos nómadas. Teníamos la capacidad adivinatoria, me vi con cartas o tarot y hablando con personas a las que parecía que ayudaba con esas artes de magia. Clara era la que cobraba mientras yo hacia la consulta. Pude notar el valor que el oro tenías para ambas. Nuestras joyas eran de ese material y pude entender que significaban mucho para ese grupo de personas. Lo económico era importante. Yo cobraba muy caro por mis servicios. Clara amaba todo eso y no teníamos escasez de nada.

Habitábamos en grandes campamentos llenos de carpas que armábamos en la arena de la playa a la luz de la luna. Se bailaba mucho, una danza tan sensual como alegre. Los zapateos y las guitarras sonaban fuertes al compás de las palmas de muchos gitanos con pañuelos en sus cabezas. Podía percibir las mismas sensaciones que tuve en ese pasado, podía sentir hasta el aroma a tierra mojada y el sonido de esas guitarras. Y extrañaba tanto esos días, donde había sido tan feliz.

Entendía que no era mi presente, de igual forma resultaba muy difícil separarme de esas imágenes y los sentimientos que me embargaban el alma entera. Me sentía plena en esos momentos. Era rica en esa vida junto a mi familia numerosa, y nuestras tiendas y camiones recorrían toda Europa en ese siglo. De repente todo comenzó a cambiar, vi cómo debíamos escondernos de personas que no toleraban nuestra falta de rutina. Nos creían ladrones, vagabundos y sucios. Entonces llegó la redada, donde encerraron a los hombres gitanos en cárceles y separaron a las mujeres de sus hijos mayores de trece años. La intención era evitar nuestra reproducción como raza. Para ellos, nuestras costumbres eran extrañas.

Con Clara, mi esposo y mis cinco hijos, huimos y nos escondimos en un bosque por muchos años. Mi esposo en esa vida era el mismo Alejandro de mi presente y el Rubén de mi otra vida del pasado.

Conocer eso me enseñó lo simple que es el amor y cómo nada termina.

También recordé cómo Clara y yo trabajábamos con maleficios, usando entidades oscuras que nos servían de esclavos por alguna deuda que tenían con nosotras. Hacíamos hechizos para terminar con matrimonios, pagados por amantes que compraban esa felicidad efímera con mucho dinero. Teníamos mucho éxito en esas magias negras y éramos muy ambiciosas. No sabía que hacíamos daño, o a sabiendas, lo hacíamos igual. Lo único que nos importaba era tener dinero y poder, el medio de conseguirlo no interesaba. Dentro de nuestro poco entendimiento, nos considerábamos especiales y, por consiguiente, dignas de poseer todo lo que deseábamos. Pero luego se deben resarcir los daños y fue así que en esta vida, me tocó vivir el mal, que había hecho en esa otra.

Callando la ignorancia de mi KARMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora