Todo comenzó a tener sentido, cada situación y persona comenzaron a encajar en mi vida. La mentira y la ignorancia estaban siendo calladas con el conocimiento racionalizado. No se trataba de suposiciones ni pausas, como en los casos anteriores. Yo ya tenía un diagnóstico no aceptado en la medicina aún, pero sí en algunas facultades del mundo: la mediumnidad. Era médium, había nacido con esa potestad sensitiva en mi organismo, en la llamada glándula pineal, tercer ojo o asiento del alma, como lo definió Descartes. Resultó ser un tema orgánico con consecuencias espirituales.
En esos estudios me informé sobre el planeta Tierra y su etapa de transición actual, donde los conceptos se van ampliando, las conciencias despertando, donde la religión o la espiritualidad y la ciencia van a ir andando de la mano necesariamente juntas. Todo con el fin de entender muchas cosas sin los paradigmas que impiden la evolución por el egoísmo que divide. Con todas mis nuevas ideas y luego de mucho estudio y esfuerzo, comencé a trabajar en la casa espirita como médium. Pude entender que todos esos años que sentía en mi cuerpo como un monstruo atacándome, no eran más que espíritus que sufrían, sin saber qué hacer en esa nueva situación de estar muertos, que los tomaba en forma desprevenida.
En una de esas tantas noches que me la pasaba estudiando sobre el tema y del cual no me resultaba nada extraño lo que estaba descubriendo, volví a tener esos encuentros con mi mentor Miguel en sueños y me explicaba muchas cosas.
—¡Amigo Miguel, qué alegría tengo de verte! Tengo tantas preguntas para hacerte, por ejemplo, una cosa que no comprendo es por qué esas almas quedan en la Tierra una vez muertos los cuerpos y necesitan de un médium para ser ayudadas. ¿Por qué no lo hacen ustedes que están en el lado espiritual?
—Amiga querida, muchas de las personas una vez que fallecen y se ven en otra dimensión, se niegan a entender que deben partir de la esfera terrestre o no logran hacerlo porque tienen miedo de separarse de sus seres queridos o de las cosas que conocen. Como están tan materializados en su mente espiritual, no se permiten ver al mundo espiritual, solo ven lo terrenal, y continúan teniendo incluso los mismos deseos. Por eso se necesita de la labor noble del médium ostensivo para socorrerlos.
—¿Ese miedo de ellos era lo que yo lograba sentir en mi cuerpo?
—Así es, amiga, sentías sus dolores como propios, pero ahora vas a aprender a disciplinar tu mediumnidad y vas a tener una vida normal.
—Ángel Miguel, por eso cuando el curandero Norberto se ocupaba de esas almas sufridoras, yo mejoraba; por eso cuando la psíquica Miriam vomitaba esos miedos de mi cuerpo, me podía volver a parar y a caminar por mí misma. Lo que no sucedía cuando era medicada por depresión, por los ataques de pánico o por epilepsia. ¿Todo se debe a la causa de ser médium?
—Entiendo que estés muy asustada, pero pronto vas a lograr aceptar esa realidad que es tu vida y la de tantas otras personas que están ignorando que solo son diferentes. Cuando una persona termina su estadía en la Tierra, regresa a su familia espiritual, que no siempre es la misma con la que convive en la Tierra. Si es merecedor y las obras realizadas dieron fruto, eso es lo que va a nivelar el grado de su estadía futura. No existen infiernos eternos, Victoria. Dios no sería justo si eso fuera cierto.
Luego de esos sueños, donde Miguel me explicaba todos los temas, yo comencé a sanar el alma y a erguirme con mucha fuerza.
A los pocos meses de todo este nuevo mundo abierto, me contacté de nuevo con mi amigo Paco, que buscaba mantenerse al tanto de todo lo que me sucedía. Me escuchaba no muy convencido, pero respetaba. Era difícil para él pasar de ser un monaguillo de niño muy católico a creer en reencarnación, espíritus que se comunican y vidas pasadas que podía recordar. Fue el primero que soportó las historias, de cómo me iba rasgando las vestiduras de mis prejuicios religiosos y por eso lo apreciaba.
Con mi actitud y mi salud mejoradas, me replanteó la propuesta de viajar a España y yo acepté su invitación sin pensarlo dos veces y comencé a armar mi valija para tomar un avión rumbo a la madre patria por tres meses. Mis hijos me apoyaron en cada paso, Eugenia Luz estaba con catorce años, llena de carisma y con toda la rebeldía propia de la edad de los que adolecen de audacias, se sentía feliz de que su madre viajara y me apoyó siempre en esa emancipación al igual que Salvador.
Viajé un día de junio del año 2011 hacia la tierra de mi abuela, la Canaria. Nadie podía creer realmente que viajara en avión, sola; todos esperaban que al último momento me retractara de esa aventura. Pero para mí fue como un abrir el alma a una nueva vida que nunca pensé que existía. Lo hice sin dudar y la experiencia superó todas mis expectativas. Luego de casi trece horas de vuelo, la sensación del descenso del avión era nueva y maravillosa. Paco me esperaba en el aeropuerto de Barajas, que me parecía una ciudad en miniatura con trenes dentro de la misma. Los días siguientes visitamos Toledo, la que sentía mi tierra y donde había vivido en otras vidas como gitana. Viajé también por hermosos lugares como Marbella, Málaga, Murcia, Valencia, Madrid, Algeciras y Sevilla.
En su casa me recibió su mamá, la señora Ángela, pequeñita y delgadita que con un gran abrazo me dio la bienvenida. Juntas llegamos a vivir la hermosa experiencia de ir a un recital de Isabel Pantoja. Ese día lloré de emoción porque los sueños se cumplen y por tener a mi lado una mujer de ochenta y dos años por más de cuatro horas sentada sin quejarse en unas sillas de una plaza de toros. Esa dama me enseñó que todos tenemos la vejez en el alma y no el cuerpo.
Me sentía espléndida, al punto que nadie podía sospechar al verme que había atravesado un proceso de crecimiento tan dramático por treinta años. Buscaba siempre vestirme con elegancia y resaltar mi belleza, pero el brillo en mis ojos era lo más grandioso que había logrado, después de haber vivido con una mirada apagada por años. Ellos eran el reflejo del alma y hoy mi alma brillaba en todos los sentidos.
Había logrado la victoria tal como me lo vaticinó mi pastor Ángel.
Ese viaje me enseñó otra forma de ver la vida; estuve entre extraños con la familia de Paco, caminé por lugares nunca antes imaginados y cumplí un sueño casi imposible de realizar. Estaba viajando sola luego de más de treinta años del frustrado viaje con el tío Moisés. Estaba completamente feliz y realizada como persona. No obstante, con respecto al amor de Paco, nada sucedió. Me pidió a los pocos días casarse conmigo como toda una gran comedia, pues el mismo día que llegué me confesó que era homosexual. Me enojé de su mentira innecesaria y por agradecimiento de haberme sacado de mi caverna y mostrarme ese mundo nuevo para mí, acepté hacer esa comedia delante de su madre y sus cuatro hermanas como si fuera su novia. En principio me enojé mucho con él, pues su confesión tardía me pareció una gran falta de confianza, pero dejé de juzgarlo y nos pusimos de acuerdo en continuar con la farsa y nuestra amistad se fortaleció.
Lo ayudé a mentir durante esos tres meses, pero no acepté el casamiento. Paco no entendió mucho, pues opinaba que era un trato muy justo para ambos, ya que me ofrecía diversos beneficios económicos sin tener que preocuparme con nada sexual de su parte; sin embargo, era algo que no correspondía. Yo no había aceptado esos atajos en mi vida y decidí que así continuaría. Irónicamente, al final del viaje y por otros motivos tuvimos una fuerte discusión, y Paco nunca más quiso volver a hablarme.
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Callando la ignorancia de mi KARMA
ParanormalLa vida de Victoria Monserrat no era una casualidad de un destino caprichoso, sino que vidas pasadas que no recuerda, afecta su vida presente. Junto con muchos maestros de la tierra y también del más allá -con los cuales logró contactar en ese proce...