Reinventarse como mujer

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Al verme de nuevo sin planes y sola, supe que debía volver a reinventarme, aunque eso supusiera un peligro al no tener en esos días el freno y las manipulaciones religiosas que llegué a conocer antes, dentro de las iglesias sectarias en las que me había refugiado buscando auxilio. También me había apartado de la ayuda del señor Norberto por casi un año y necesitaba seguir buscando otras respuestas. En aquel momento acudí a un tratamiento con una psíquica llamada Miriam, gracias a ello pude detener mis ataques «fóbicos» o «espirituales», y eso me dio la fuerza necesaria para superar de lleno mi duelo de separación.

Estaba genial y con ansias de más cambios, así que decidí erradicar mi soledad como mujer, pero para ello debí derribar las murallas a mí alrededor y dar lugar a la ilusión. No fue algo sencillo de hacer, pero a su debido tiempo corresponde tomar la decisión de hacer cambios en la vida de cada uno. Yo no quería seguir estancada.

Entonces, un día, como a los tres meses de esa despedida con Alejandro, me puse todas las armaduras para cambiar totalmente mi vida. No volvería a pasar por años de duelo nuevamente, eso no me lo iba a permitir. Concerté una cita con un bello hombre desconocido vía internet. Al llegar ese día, me vestí con mucho esmero y bajé del edificio donde vivía con mis dos hijos, en el barrio Pocitos de Montevideo, a pocas cuadras del mar. Eran las ocho de la noche y me dirigí a una zona de restaurantes de la costa. Caminaba con osadía y el sonido rítmico de mis tacos me hizo recordar lo bello que era ser mujer. Continué avanzando al compás de mis caderas hacia ese restaurante, donde me esperaba mi primera cita real de mujer divorciada y liberada de reglas sociales y religiosas.

Deseaba cambiar el rumbo ese día y salir de mi zona de confort, mientras disfrutaba mi galardón de romper ese caparazón mental y tomar nuevas decisiones. La sensación fue indescriptible, era como haber estado naufragando en alta mar y de pronto poder verme en tierra firme. En el reflejo del vidrio de la entrada del restaurante me miré como no creyendo que esa mujer bella era yo misma. También los hombres reunidos a pocos metros observaban curiosos mi aparición y eso me revelaba que mi figura era aún atractiva. Me hallaba atrevida, vestía elegante sin ser formal, con el cabello largo suelto de un negro azulado y ubicaba la justa sensualidad de una dama.

Estaba dándome el permiso legal de mi propia soberanía y proclamé que la aventura sería mi nuevo estilo de vida.

Suspiré profundo, con la bahía envuelta en la tibieza del aire primaveral y con una música sinfónica de fondo. Para mí estar en un lugar donde sucedía el rodaje de la vida no era simple, pues me había acostumbrado a estar recluida con mis problemas sin aparente solución. Sin embargo, el tiempo había contribuido a sacarme una belleza y una fuerza escondidas que ni yo me las creía, considerando que mi aspecto adolescente había sido lánguido y vergonzoso.

Por un instante me perdí entre recuerdos nostálgicos de mi pasado con Alejandro y mis ojos se volvieron brillosos por las lágrimas que no se dejaban caer entre esos pensamientos agridulces. Como había vuelto a fumar, prendí un cigarrillo, y en los dibujos del humo en el aire encontré el coraje para continuar con mis planes de romper algunas reglas. Una cena y tal vez un desayuno me cambiaría la opinión que tenía sobre mi patética existencia.

Así llegué al restaurante donde había pautado la cita con ese hombre. No me interesaba que supiera mi dirección y por eso arreglé encontrarlo en ese lugar. Antes de entrar me detuve en un escalón frente a la entrada y me senté para acomodarme y tener a la vez la visión de todo ese lugar repleto de personas. Me mantuve en estado de indecisión, la inseguridad me invadió y cuando no sabía si entrar o dar la vuelta, alguien tomó mi mano. Asustada levanté la mirada y era el rubio de la cita.

Ese hombre era un derroche de educación que me hacía sentir a gusto. Su nombre era Daniel, empresario, casi de mi edad, solitario, delicado e inteligente. Ya por internet le había dado un resumen de mi vida, en el cual evité profundizar sobre mis temas difíciles por temor a asustarlo.

Callando la ignorancia de mi KARMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora