||Capitulo 11

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CALENDARIO DEL REY.

Tres mil ciento treinta y cinco millones quinientos seiscientos tres. Hora: ciento cincuenta y siete.

En el planeta Marte no todo era rojo. Las tormentas de arena ponían al pendiente a la pequeña población. El rey galáctico y los otros patrulleros no sabían lo próximo a venir. Pudiera ser una de esas tantas tardes que las arenas pintaban color vino su uniforme. El polvo se atrevía a chocar con su rostro y la impotencia lograba ser parte de la escena. El problema mayor fue tener dudas y si... No contestaria, estaría ocupado reclutando los guerreros para la masacre, eso se vendría. Escucho sobre guerreros de astucia y fuerza. Le quedaba la fortaleza. Tomo con fuerza el logo de cartón, temiendo que despareciera para olvidar la existencia del universo. No en su memoria. El universo existiría. Quiso gritar y pedirle a la nada volverle mortal para pelear.

No todo podría estar perdido. Si la soledad y pocas reservas del planeta rojo insistía con todo y subsistir. El universo sobreviviría de la misma forma. Dedujo que los guerreros reclutados se encontraban en la Tierra. Un planeta dudoso de ser protegido y ahora vez, mil héroes Vivian en un solo nombre. Podía dejar el futuro en sus manos.

Los dioses no cambian, hace ya un rato el ejército de Freezer termino con muchos. El kaioshin se encontraba de vacaciones. Qué barbaridad. Son inútiles, si fuera mortal no estaría perdiendo el tiempo pensando en lo próximo... Recuerda, no eres uno.

Ahí cerca se estaciono un patrullero. Por fin le cambiaron el modelo. Jaco, recordó su nombre entre miles de caras conocidas. Muchas como él, pero sin las intenciones de dar todo para proteger hasta el fin la galaxia.

—No me creas mucho, pero dicen que las tormentas son tóxicas —Bajo de la nave en su dirección.

—¿Alguna vez haz visto morir a alguien por ello?.

—No, que yo recuerde —. Tomó asiento junto— ¿Qué haces aquí?.

—Pensaba... Este planeta aún es útil y lo siguen protegiendo. ¿Por qué?.

—No lo sé. Vengo aquí porque tengo malos recuerdos con la Luna.

—¿Qué podría hacer un satélite?.

—Dejarme varado en la Tierra.

Escucho con detalle cada palabra de su aventura y como conoció a los guerreros más fuertes, según Jaco. Le hablo del ángel que rompió las reglas usando su bastón mágico para volver el tiempo. Lo asemejo con una película que rento hace ya una eternidad. Hablo del día que se enfrentaron al asesino del universo seis y su salto en el tiempo. El rey Ginga se hizo de la vista gorda. Le confeso que le agradaban las criaturas de ese mundo, pese a que las mujeres mayores de pechos caídos solían ser ruidosas. El universo estaba más que vivo, gritaba con desesperación la atención. Si, son vulnerables los mortales y aun abunda bondad en sus almas.

Tantas almas se iban al más allá, así le dicen a ese lugar. Pero, si el universo deja de existir, incluso dejaría de existir el paraíso e infierno. Nada importante, trato de alejarse de los pensamientos.

—No le digas a los otros, pero escuche que el universo esta en apuros.

—¿Quién te dijo?.

—Una conocida. Quería verme antes de morir, yo sé que soy su favorito.

—Jira una vez me hablo de sus viajes. Dice que hay mucha gente buena.

—No es que me entrometa, pero eres un patrullero de elite y deberías ser más positivo portando el uniforme —. Ahí va de nuevo con sus poses. Ese sujeto es extraño y por una rara razón me agrada.

Conforme pasan las horas se puede sentir la pesadez en el viento. Sería solo él. Tomo aire y se dirigió al final del universo, en el limbo entre el principio y el fin del gemelo. La radio sonó repetitivas ocasiones. El universo estaba moribundo y con su cercanía no evitaría sentir culpa por no protegerle.

Conto una y otra vez los segundos. En otros universos planeaban un espectáculo suicida, se jugaban sus vidas en representación de diez guerreros. Ladies y caballeros, reunidos en apoyo a sus candidatos. Una pasarela de poder se volvió festejando su último día de vida. En otros como el suyo, eran soñadores y sabían que llegaría el mañana. Diario lo hacía. Un ocaso de espera y angustia. Los guerreros se tomaron de las manos para ir al torneo. Era hora.

—Vamos universo siete.

El mundo de la nada. La arena rompía las reglas del lugar, significaba mucho para ser la nada. Bienvenidos al torneo del poder, como veis ya están las bancas y un bonito pilar que será eterno, pese a que sean cuarenta y ocho minutos. No se angustien, serán aniquilados los universos perdedores. Lástima que no rebasan la puntuación de siete. No te asustes, las costumbres.

Un breve resumen del inicio del torneo. Ya sabemos que sucedió, pero no está de más poner todo en contexto.

Entre la muerte, se encuentra los momentos épicos. La llegada del sexto universo fue única. El dios llego preocupado por su demora y le grito a sus participantes que dejaran de insultarse. En específico a la maquina con lava que se ofende. Incluso reencuentros memorables que darían paso a probar de una vez y por ultima su fuerza. Ahí viene. El universo de la justicia, más bien el circo llamado décimo primer universo.

—Veo que todos están reunidos —. Irrumpió los rezos para la victoria el sumo sacerdote—. Ante ustedes el rey del todo.

En la plataforma más pequeña se invocó al rey. Dos tronos y un guardia por cada lado, no hizo falta la reverencia. Los mortales suelen ser tan imaginativos para pensar en un dios arrogante, fuerte y sabio. Dos pequeñas criaturas de alta ternura e inocencia, no... eso no es un dios y menos del todo. Una burla. No mis subordinados, la inocencia es un arma de alto calibre.

—¡En un momento comenzamos! Los que no están participando, por favor ir al banco.

Se ven planos y muchos con sarcasmo dirán que son cómodos, tanto que provocan más tensión en la retaguardia. El mejor asiento lo tiene el rey, me sigo preguntando si el gran sacerdote no se aburrió de estar parado gritando entre tanto desastre en la plataforma.

 El mejor asiento lo tiene el rey, me sigo preguntando si el gran sacerdote no se aburrió de estar parado gritando entre tanto desastre en la plataforma

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