||Capitulo 23

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DIOSES Y ESFERAS

Para muchos soy un dios invisible y creo que pocos saben mi nombre. Nunca fui más que un observador y menos el interventor directo.

Pareciera que por más que imploraba y su pecho se oprimía de la desesperación. Los puños llegaron a doler y los dientes rechinaban al borde del colapso. Los peces salpicaban al huir. Es imprudente decir que por más que usaran estrategias, ninguna daba por concluida la batalla, no funcionaban las técnicas y el resplandor del báculo le molesto más. Sintió inutilidad de nueva cuenta. Whis mostro más de una vez el campo. El pez trato de llamar la atención del novato, y por poco se lo traga un enorme y fantástico monstro que emergió de otra vez por más comida. Que frustración. Si dibujaba de vez en cuando en la tierra miles de líneas significantes, los dedos quedaron marcados de tanto roce. Si acaso, Whis se percató. Se marcho un instante y fue entonces cuando se sacó la libreta. Le sonrió nervioso antes de entregarla a su regreso. No pareció sorprendido, incluso se la guardo pronto. Le elogio por el buen trabajo, jamás había escuchado algo tan sincero. Si acaso una orden. El pez miro en repetidas ocasiones y llevándole a la evasión de su vista para al final cuestionar.

—¿Qué premonición tienes para mí? —. Permaneció en silencio. Mi querido pez, te lo agradezco. Nunca fue capaz de estar listo para una misión tan complicada.

Moro es un tipo sin igual, pero hoy digo, no invencible. Un completo tonto por no darme cuenta. La playa del planeta parecía un paraíso, y uno muy pequeño, nada comparado en la galaxia. Volvió la mirada al oráculo, se lo volvió a callar dejando por hecho que jamás diría lo que vio. Se dirigió con Bills a competir. Odio esto. Si supiera que a mi mala suerte pude encontrar sus pensamientos.

—¿Recuerdas la vez en la que te enviaron a conocer el mundo inferir? nunca creíste encontrar tanto —. De nueva cuenta le mostro la batalla. Insistía—. Sé que te falla el manejo del cetro. Te enseñaré un truco.

Era cierto, necesitaría en un futuro tener control total. Se animo antes de que Whis le volviera hacer énfasis a Bills de la comida tan deliciosa que podrían conseguir en el planeta tierra. Si nos remontamos en la patrulla galáctica. Fue hace tanto que ya no recuerdo el tiempo. Se trataba del planeta Noire, un lugar habitado por gente sombra. La luz nunca daba, y si de por sí, ya era oscuro, resulto la mejor oportunidad para las travesuras de sus habitantes. La nave se detuvo por combustible en una estación. Los empleados parecían atentos a la caja. Cobraron la cantidad justa y pronto se marcharían. No fue así. La curiosidad mato al gato, dicen. Después de todo, la radio no tenía señal. Dio un vistazo por la ventana y saludar a su compañero que aguardaba recargado en la nave. El tipo le dirigió la mirada al patrullero de fuera. Tras salir de la estación de combustible se tomaron un descanso fuera. La primera sombra logro asomarse desde la ventana de la antigua edificación. El novato subió sin dar aviso.

Aún seguía recargado en el metal. Saco un fosforo para prender su cigarrillo. Alzo la vista y justo detrás de una gran roca pudo notar una silueta agacharse. Creyó que Meerus orinaba. Dejo salir humo de la boca. Cerro los ojos y la silueta parecía haber terminado, pero le hacia una señal que se dirigiera hacia él.

—Capitán, tenemos que volver —. Dejo caer el cigarrillo para después apagarlo con su pisada. Se detuvo— Capitán.

Le parecía un fastidio. Saco su linterna, no había tenido instrucciones por lo que no sabía si fuera buena idea. Tomo aire y dio dos pasos antes de darse cuenta de que ya venía de regreso. De la nada sintió como tocaron su hombro.

—Ya hay suficiente combustible —. Irico volteo al sitio— ¿Todo en orden?. Meerus ya preparo los controles de mando y nos ha pedido subir.

Le observo incomprensible. Dedujo que la gente del lugar era rara, no volvió a tocar tema. Lo que es cierto, es que como el cielo y el infierno existen, incluso los que se pierden y son curiosos tras su vida ausente. Eran sombras como las que deseaba encontrarme posterior al muchacho. Por mucho que me cueste, lograron convencer a Bills. En camino a la Tierra antes de aterrizar, Meerus se desvió después de que Whis asintiera. No prometió nada, pero su deber era aconsejar. La imprudencia apareció al abrirse paso al campo de batalla. Le alegro ver a Jaco, alegando por el retraso, pero no olvidaría su contribución en el paso en su camino de vida. Un entrenamiento, aún faltaba una última lección como le prometió el maestro Roshi al mismo alumno. Quizá podría ganarle, pero no serviría de nada. La galaxia era controversial, mostraba potencial y lo que admiraba de los mortales, era la esperanza. Si desaparecía se perdería una gran parte y no era por ego, fue más por dependencia. Los mortales aun dependían de héroes, dioses o incluso la misma suerte. No son débiles, les falta un impulso.

Golpeo a la cabra y la esquivo. Aprendió a sentir temor, alegría y no solo gusto por las cosas. Conoció lugares y personas sin igual. Eran tantos recuerdos y lo que más le quedaba era pensar en todo para no echarse para atrás. La última misión y por más que pudieran tratar de evitar lo evidente, terminaban en el suelo. No sirve de nada el poder si al final se desprecia por la maldad y el desequilibrio. Un equilibrio no significa la manutención del universo. También lo forman los habitantes que son como cada estrella o planeta destruido. Prosiguió y en cada golpe dejo salir más de un pensamiento en voz alta. Así no sería nada. La memoria persistía y sus historias como los mitos engrandecían las ganas de sobresalir y dar lo mejor de sí. Era todo en palabras. Las sombras del planeta Noire contaban que los mortales suspiran y llega la muerte. Eso no paso esta ocasión. Se convirtió en lo inexistente, ahora él hubiese. Dejando los sueños inmortalizados hasta el fin de la galaxia. Lástima que los ángeles no sueñan. 

 

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