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El sonido de las alarma perturbó mi hermoso sueño, estire la mano para tantear la madera de la mesita de noche en busca de mi teléfono celular

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El sonido de las alarma perturbó mi hermoso sueño, estire la mano para tantear la madera de la mesita de noche en busca de mi teléfono celular.

—¿Donde está?— Murmure sin separar la cara de la almohada. Una vez mis dedos se encontraron con el aparato, apague la alarma. —¿Debería molestar a Jeno?

Medite por unos segundos mientras me sentaba en el borde de la cama, estire mis pies buscando las pantuflas de conejo que el menor me había regalado para mi último cumpleaños. Poniéndome de pie perezosamente a la vez que estiraba mi cuerpo, empecé a la puerta de mi habitación, abriendo la misma.

Una vez en el pasillo, di pasos largos hasta llegar a la habitación del menor. Podía escuchar como su alarma sonaba sin intención de parar en algún momento, abrí la puerta lentamente asomándome en la oscuridad que era su habitación.

Jeno estaba pasando por esa época de su vida donde el negro era lo único que pintaba su habitación y su closet, así que me era imposible observar dentro del cuarto.

Me adentre con cuidado de pisar algún objeto extraño, y corrí las cortinas dejando que la luz entrará por la ventana.

—Dios, DoYoung, ¿Puedes cerrar esa cosa?— Jeno se removió sobre su cama, tapando su cabeza con la almohada.

—Vas a llegar tarde al Instituto. Además,— Tome asiento en su cama.—Quiero hacerte una pregunta.

El menor quitó la almohada de su cabeza y me miró alzando una ceja. —¿Una pregunta?

—Sí.— Me acerqué para susurrarle, él abrió los ojos curioso.—¿Qué se siente tener un hermano tan guapo como yo?

El más pequeño rodó los ojos y me golpeó levemente con la almohada. —No sé, te pregunto lo mismo.

—Pero si tu no eres guapo.

—Tú tampoco.

—Estás molesto porque herede toda la belleza de la familia.—Dejé una mano en su cabeza para revolver su cabello.—No te preocupes, ya llegará alguien que te quiera así.

—¿Eso es todo lo que viniste a hacer?— Se volvió a recostar sobre la cama, yo negué con la cabeza.—¿Qué quieres?

—¿Cómo te fue en tu examen de historia?— El rostro de Jeno palideció ante mi pregunta.—¿Mal, eh?

—Soy pésimo para recordar fechas, además, ¿Por qué me tiene que importar lo que hicieron mis antepasados?— Se quejó mientras se daba la vuelta para mirar la pared.

—Tienes que aprender de donde vienes, idiota.—Se dio la vuelta para devolverme el insulto, pero seguí hablando.—Si necesitas ayuda en eso, puedes decirme. Te puedo ayudar.

—Lo sé, Hyung.— Hizo un pequeño puchero.—Pero estas tan ocupado con la universidad, no quiero molestarte.

—No eres una molestia, Jeno.— Peine su cabello y luego deje un golpe en su frente.— Tener una hermano tan inteligente como yo te debe servir de algo, ¿No?

(...)

—Kim DoYoung, ¿Puedes venir?

Quite la mirada de lo que estaba escrito en la pizarra para llevarla al hombre detrás del portátil. Me puse de pie rápidamente y me acerqué al escritorio de madera que tendría más años que mis abuelos.

—¿En que le puedo ayudar?

—No recibí tu investigación sobre la teoría de Hegel, es la primera vez que no me llega tu trabajo.—Se quitó los lentes y alzó la mirada.—¿Tuviste algún percance?

—¿Disculpe?— Parpadee varias veces recordando que la noche anterior había mandado su trabajo.—¿Ya reviso bien?

—Estaba en eso.—Bajó su mirada al portátil nuevamente.—Pero no veo tu nombre por ningún lado.

Sentí como las piernas me flaqueaban y estaba seguro que desmayarme en este momento no sería una exageración. Había revisado tres veces, ¡Tres veces! A menos que el incompetente de mi profesor me haya dado la dirección de correo errónea, no entendía cómo mi trabajo no estaba entre sus cosas.

Cuando estuve a dos pasos de darme la vuelta para darme la vuelta y buscar mi portátil para enseñarle yo mismo que mi trabajo había sido enviado, un sonido de sorpresa llamó la atención.

—¡Oh! Aquí está.— Un sonrisa avergonzada se escapó de su labios.—Lo siento por preocuparte, Kim, ya puedes estar tranquilo.

Guardé en impulso que tenía de rodar los ojos y hable entre dientes.—No se preocupe.

Me devolví a mi asiento de mal humor por la innecesaria interrupción, ahora no recordaba como seguir con el esquema que había empezado hace unos cuantos minutos.

—Oye, Kim.— Un chico se inclinó a un lado de su asiento para llamar la atención.

—¿Qué necesitas?

—¿Tienes los apuntes de la clase pasada?

—No.

—¿Cómo que no, hombre?— Con uno de sus dedos señaló el trabajo sobre mi mesa.—Siempre haces esos esquemas extraños, pero seguro funcionan para aprender los conceptos más fáciles.

—Si sabes como funcionan, ¿Por qué no los haces tu mismo?— Tomé un bolígrafo para seguir escribiendo, pero la tinta se había acabado. Solté un bufido molesto, de reojo, pude observar como el chico se acomodaba sobre su asiento.

«Oh, ser superior, solo te pido que me quites a esta bola de inútiles del camino.» Clame a quién sabe qué fuerza superior, solo quería terminar esta clase lo más rápido posible e ir a la biblioteca a terminar un informe que tenía pendiente.

(...)

—¡Lo siento! No era mi intención, te haré otro café, yo, de verdad, lo siento.— La chica de la cafetería tomó un montón de servilletas para limpiar los restos del líquido que había caído en el mostrador y parte de mi mamá.

—¿Sabes algo? Creo que no tengo ganas de un café.— Sonreí incómodamente.— La próxima vez que venga... Sólo debes darme uno gratis, ¿Qué te parece?

La castaña se colocó la mano en el mentón, pensando en mi propuesta.—No sé si pueda hacer eso.

—Me cayó café caliente en la mano.— Miré la rojez en la misma.—Será nuestro secreto.

—Está bien.— Suspiro para luego mirar a los lados y susurrarme.—No le digas a la supervisora, por favor.

—No le diré, tranquila.

«Pero voy a escribir una queja.»

No podía creer que la única cosa que me subía el ánimo había terminado con una café en el suelo.

—¿Qué hice mal hoy?— Me dije a mi mismo mientras dejaba mis cosas sobre la mesa de biblioteca.—¿Es por que moleste a Jeno? No es justo, después le ofrecí mi ayuda.

También podríamos añadir, que después de una hora no encontraba nada sobre mi informe.

Absolutamente nada.

Con el ceño fruncido escribí por quinta vez la misma pregunta formulada de alguna forma que los resultaron que salieran me dieran la información que tanto ansiaba.

—Buenos días, DoYoung.— La voz de la chica que venía acosándome desde hace una semana lleno mis oídos.

«Espero que no me cause problemas...»

La primera vez que me habló, supuse que me había confundido con otra persona. Sin embargo, regreso el día siguiente, y el siguiente a ese...

Y toda la semana.

Ahora estaba frente a mi con esa sonrisa que me aseguraba que no estaba bien de la cabeza, ¿Cómo alguien podía sonreír tanto? Lo único que sabía de ella, era su nombre y que era una persona persistente, no llamaba mi atención en absoluto

Morosis; Kim DoYoung; LS#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora