Capítulo 14. (Parte II)

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— ¿Qué van a ordenar? —preguntó un mesero.

— Dos capuchinos y dos rebanadas de pastel de chocolate —el hombre anotó en su libreta y recogió las cartas.

— En un momento traigo sus pedidos.

— ¿Entonces? —preguntó Ashton en cuanto el hombre se fue.

— ¿Entonces qué? —dije y Ashton viró los ojos.

— El punto de tu lista.

— Oh, sí, ¿Sabes andar en patineta? —Ashton asintió con una sonrisa— "Aprender a andar en patineta" está en mi lista.

— Asombroso, entonces mañana vamos al parque y te enseño.

— ¿Por qué no hoy?

— Porque hoy iremos a comprar ropa —ordenó, como si fuera mi jefe.

— De acuerdo.

Después de unos minutos de plática animada con Ashton llegó el mesero con lo que pedimos.

El capuchino estaba delicioso, en serio, a pesar de que me queme la lengua varias veces y que Ashton se rió de mí por eso, fue el mejor café que había probado en toda mi vida. Y yo era amante de la cafeína, así que podía presumir un poco de mis conocimientos acerca del buen café.

Pero el pastel se llevaba sin duda el premio al mejor pastel del mundo.
Era chocolate sobre chocolate con más capas de chocolate. ¿Se imaginan? Aparte de las miles de calorías, eso sonaba súper delicioso ¿O no te gusta el chocolate? Sinceramente si no te gusta el chocolate estás loco.

Salimos de aquella linda cafetería y caminamos un poco hasta tomar un camión de esos rojos con dos pisos. Y nos subimos hasta arriba.

Yo me sentía como una niña pequeña completamente emocionada.

Nos dieron un pequeño tour por la ciudad, yo puse atención a todo lo que decía aquel hombre gordo y calvo tratando de ignorar el maldito frío que empecé a sentir cuando el autobús anduvo con más fuerza.

Me rodeé a mí misma con mis brazos y froté un poco mi cuerpo sin dejar de poner atención a todo.

— ¿Tienes frío? —asentí con la cabeza y lo voltee a ver. Él se empezó a quitar la chamarra que traía, quedándose solo con una sudadera— Toma

— Gracias —me la puse y me abrace de nuevo.

No por frío, ni tampoco porque la chamarra de Ashton estaba demasiado cálida, sino por el simple hecho de tener su aroma por todo mi cuerpo. No podía dejar de sonreír.

Sabía que Ashton conocía la cuidad al derecho y al revés, y que quizá aquel tour le resultaría demasiado aburrido y poco interesante. Pero a pesar de eso, mantuvo una tierna y sincera sonrisa todo el tiempo y me miraba solo a mí.

Cuando se acabó el recorrido fuimos al centro de la cuidad. Ashton estaba empeñado en comprarme ropa y aunque me sintiera un poco dependiente con él por estar viviendo en su casa y aparte hacerlo gastar en ropa, no pude evitar ese instinto comprador compulsivo que se apodero de mi cuando vi las tiendas. La ropa era fantástica.

Entramos como a unas diez tiendas, de todas salíamos con más de una bolsa.

Ashton se empezó a aburrir a los diez minutos de compras y se quejaba cada dos segundos.

— Ya vámonos, volvemos mañana —me pidió con la voz cansada apoyado en el estante de una tienda. El traía todas las bolsas— Por favor, estoy cansado

— Está bien —rodé los ojos— no aguantas nada... ¡Espera! Mira este vestido ¿No es hermoso?

— Sí, lástima que ya nos vamos —empezó a caminar a la salida.

The Perfect Bucket List (Ashton Irwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora