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“Érase una vez una niña que creció entre monstros y se enamoró de ellos.”
...
..
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Itachi los observó, escondido entre los arbustos, alejado y alerta de la peligrosa mirada de Hinata. Después de despistar a Kisame no dudó en buscar a su hermano, asegurándose de que estuviera bien, asegurándose que su inesperado encuentro no lo hubiera descontrolado demasiado.

Suspirando se recostó al árbol sobre el que estaba parado, desde donde estaba apenas y distinguía las figuras de ambos abrazados en la oscuridad, aún lamentaba desde el fondo de su corazón el haberla arrastrado en los problemas de su familia, pero a pesar de que lo lamentaba no se arrepentía de haberla condenando, ella mantenía la cordura de su hermano, ella era la única que hacía que el brillo en los ojos oscuros de Sasuke aún no desapareciera por completo, aunque fuera un poco ella mantenía alejada la soledad a la que su hermano hubiera estado condenado de no haber sido por la medida desesperada del Sandaime.

Aún cuando la veía sentía un extraño dolor en el corazón, nunca quiso ver su mirada clara e inocente manchada por el rencor, el odio y el dolor. Ella y Sasuke, él en verdad quiso salvarlos pero la única oportunidad que los consejeros le habían dado había sido aquella, les había destruido el mundo que conocían, pero había logrado que continuarán viviendo, y estaba seguro que en algún momento, en algún lugar después de vivir mucho, encontrarán algo que valga la pena, encontrarán algo que sanara las heridas que el causó.

Los amaba tanto. Los extrañaba tanto.

Solo por un momento quería regresar el tiempo, solo por un pequeño minuto quería ser de nuevo aquel joven chico al que ella le dedicaba miradas de admiración, calidez y respeto, solo por un segundo quería ser capaz de reír junto a ellos… solo por pequeño segundo quería regresar a ese tiempo en el que ellos aún lo amaban.


Él estaba ahí.

A esa deducción había llegado después de unos minutos, él los había encontrado.

¿Acaso los quería matar?

¿Quería terminar lo que dejó inconcluso hace ocho años?

Girando levemente su mirada ahogo un pequeño gemido cuando su mirada se encontró con la oscura de él. Todo su cuerpo se congeló, y aunque quiso evitarlo no pudo detener el escalofrío que le recorrió el cuerpo.

No lo podía olvidar, no podía evitar recordar esa noche. Esa maldita noche en la que destruyó su mundo y a los que amaba, solo por su ambición de poder.

Aunque estaba temblando de miedo, aunque sentía ganas de llorar, no apartaría su mirada de la oscuridad de sus ojos, si él estaba ahí, si el quería matarlos, aunque temblará de miedo evitaría que le arrebatará su mundo otra vez, no dejaría jamás que alguien le quitara a Sasuke.

Y entonces, como si de una alucinación se tratara, en menos de un segundo él ya no estaba ahí. En menos de un segundos todo se había vuelto oscuridad y la sensación de flotar sobre nubes de algodón envolvió su cuerpo hasta que ya no supo nada mas.

—…duerme.—escucho una suave voz susurrar, antes de que cayera en los brazos de Morfeo.


—…duerme.—susurro suavemente cuando ella finalmente cerró sus ojos y relajo su cuerpo. Los observó por al menos unos cinco minutos más antes de finalmente marcharse de ahí, y como en el pasado borraría de la mente de Hinata el hecho de que ella lo hubiera visto.—Cuida de Sasuke.


Ella observó a Sasuke y suspiró. Llevaba alrededor de tres días molesto con ella, no le hablaba y evitaba en lo más que podía estar cerca de ella. Literalmente.

Suspirando terminó de entrar a la habitación que ambos compartían, observando nuevamente la manta y una almohada tirada en el suelo.

—Sasuke-san…—susurro pero él solo la ignoró como venía haciendo los últimos días, suspirando rendida camino hasta finalmente acostarse en el duro y frio suelo de madera.

—Descanse Sasuke-san…—susurro haciéndose ovillo con la cobija.—…descansa Hanabi-chan.—susurro débilmente cerrando sus ojos.


Cuando se aseguró que ella ya estaba dormida se precipitó a observarla, al principio no pensaba que ella fuese aceptar dormir en el suelo, es decir si ella simplemente se hubiese disculpado con él, él la habría dejado dormir nuevamente en la cama.

¿Por qué rayos no se quejaba? ¿Por qué aún no lo había acusado con su madre o peor aún con su padre? ¿Por qué aceptaba tan diligentemente dormir en el suelo?

Incómodo la observó, ya ni siquiera estaba molesto, en su lugar la culpa empezaba a jugarle una mala pasada. Si tan solo ella no fuera tan testaruda y se disculpara por avergonzarlo él la dejaría dormir nuevamente en la cama.

—Hinata-baka.—susurro mirándola dormir.—Si te enfermas será tu culpa.—susurro cuando la vio tiritar levemente.

CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora