CAPÍTULO 4 UN RUBIO CASAMENTERO

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Créditos al autor del fan art

CAPITULO 4 UN RUBIO CASAMENTERO ( Momento actual)

Willian Albert Ardley miraba a través de la ventana las flores del portal de las Rosas de Anthony y no podía dejar de pensar en que ya era tiempo de hacer algo para que su hija adoptiva fuera feliz. Sabía todo acerca de ella, había leído su diario, conocía a su amado, ese muchacho noble, por ser hombre de honor, pero también de sangre, sabía bien que ambos sufrían separados. Ese amor aún existía en aquellas almas y en Candy se derramaba como una fuente eterna de su pecho, que sin embargo ella se empeñaba en esconder, como si un manantial fluyente se pudiese detener.

Había planeado todo para que entendieran que ya les tocaba ser felices. El los ayudaría con un pequeño empujoncito, sin que se dieran cuenta.

Mando llamar a su inteligente, elegante y fiel asistente George Villers

-George dime ¿Conseguiste el regalo especial para Candy?

-Los caballos Cesar y Cleopatra, si Albert, felizmente los encontré en buenas condiciones. Fue muy emocionante ver el reencuentro de esos nobles animales.

-¡Que bueno! Fue una pena que no pudiera presenciarlo. Ya es momento de que otros seres igual de nobles pero más rebeldes se encuentren George ¿Averiguaste lo que te pedí?

-El joven Granchester tiene una vida muy mesurada, del teatro a su departamento y viceversa, a veces va a casa de la Srta Eleanor Baker para almorzar.

-¿Qué tipo de relación los une?

-Hay fuertes rumores de que son madre e hijo, pero nadie se atreve a confirmarlo

-¿Y tú qué opinas?

-Que tienen una relación filial o amical bastante respetuosa pero cercana.

-Bien, quiero que anuncien en los periódicos mi llegada a New York y asegúrate que Terry sepa que me hospedaré en el Astor.

- Muy bien Albert se hará como digas.

Días más tarde del mes de mayo 1922 Albert había planeado darle el mejor regalo a Candy, pero lamentablemente asuntos de negocios lo hicieron demorar y recién después del cumpleaños de Candy pudo ir a New York.

George había cumplido su misión, le había pagado a un canillita para que esperara a Terry en la entrada del teatro para casi gritarle al oído que el magnate Sr Willian Albert Ardley visitaría la ciudad de New York para inaugurar una nueva sede de su Banco.

Cuando Terry se enteró casi le da un soponcio, sabía quién era, con el tiempo se había enterado de todo, lo demás lo intuyó atando cabos y si no lo hubiera sabido una enorme foto en el periódico de Albert elegantemente vestido se lo hubiera anunciado y eso no fue todo, en la foto del periódico al lado de su amigo, estaba una hermosa rubia que el reconoció al instante por su ensortijado cabello y sus enormes ojos que tanto adoraba. Era Candy, su hermosa pecosa, lucía elegante con una pequeña sonrisa, él que la conocía notó que se veía algo incómoda.

 Albert había dado órdenes de que pusieran esa foto antigua, ya que Candy no le gustaba asistir a fiestas y a él tampoco, pues ambos eran asediados por los casamenteros de todas las familias adineradas del país.

Terry cayó redondo, picó el anzuelo más rápido que inmediatamente, compró varios periódicos para recortar la foto de Candy y el canillita le dijo:

-Ah señor imagínese que ese ricachón se hospeda en el hotel Astor, que es el mejor hotel de aquí y queda cerca, no lo dice el periódico pero yo lo sé y creo que ha venido con esa hermosa chica, dicen que es su hija, pero él se ve muy joven para tener una hija tan grande.

Recuerdos y esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora