CAPÍTULO 7 RECORROENDO LOS PASOS ANDADOS

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Estando en Londres recordé todo el tiempo a Candy, eso me puso más melancólico, pero era una dulce tortura recorrer los lugares por donde caminamos juntos. Hasta fui al zoológico Blue River a mirar a los monos y recordar las veces que nos encontramos allí.

Recordé la primera vez que descubrimos que Albert era un amigo en común, el culpable del incidente en su habitación. Bueno en realidad fui yo que me fui a beber y a meter en líos, quería celebrar mi cumpleaños bebiendo como un idiota. No soportaba la soledad y el sentirme rechazado por todos. Y por obra de Albert entré a la habitación de en frente, la habitación del ser que ya amaba sin saberlo. Cuando la vi casi me da un ataque, sentí vergüenza, pero tuve que fingir que no me importaba y portarme como un patán, como un imbécil. Era mi mecanismo de defensa, portarme mal, para ver cómo me rechazaba y de paso ver su cara, pero ella no me rechazó, si no que me cuidó. Se acercó tanto, limpió mi cara y mis heridas. Para mí era tan raro recibir una manifestación de afecto gratuito, sin que yo fuera el señorito de la casa y ella una sirvienta. No, ella estaba en la habitación más elegante del colegio igual que yo. Pero no era normal, ella no le tenía miedo a nada, no era como ninguna chica que yo hubiera conocido, me trataba mal y me gritaba. No se corría de mí y me enfrentaba.

Esa primera vez después de salir del Zoológico nos regresamos juntos al colegio, riendo. Renté una carroza y ver su carita asombrada mirando las calles fue para mí una delicia. Le conté que ya conocía a Clint, que lo había visto correteando por los árboles. Al principio se asustó pero cuando le conté que le llevaba dulces se sonrió, tenía la sonrisa más linda que había visto en mi vida y su risa cantarina era música para mis oídos. Ella era como yo, rebelde, traviesa, como ninguna dama que yo conociera. Se acercaba tanto a mí, sin esconderse, sin importarle que estuviéramos solos. Cuando se recostaba en el pasto, podía mirarla desde lejos, escondido en un árbol. Ella disfrutaba de la brisa descuidadamente y dejaba ver sus piernas, no sabía que la estaba observando, mi Candy era como una brisa fresca en mi vida, alguien que llamaba poderosamente mi atención y me sorprendía a cada instante.

 Ella disfrutaba de la brisa descuidadamente y dejaba ver sus piernas, no sabía que la estaba observando, mi Candy era como una brisa fresca en mi vida, alguien que llamaba poderosamente mi atención y me sorprendía a cada instante

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Aprovechando mi gira con la compañía Standford Fui al colegio San Pablo de noche, me metí sin que me vieran como cuando era un jovencito que se escondía de las monjas, subí a la colina, su falsa colina de Pony. Me trepé al árbol donde Clint tenía su guarida y recordé acariciarlo pensando en ella, ese animalito gracioso era tan blanco y tierno como ella. Al principio no le caía muy bien, pero lo soborné con dulces para que se hiciera mi amigo.

Miré la ciudad desde la colina y los recuerdos me pegaron fuerte  tantas tardes mirando atardeceres o jugando con Clint  saqué la armónica  y toqué para ella. La recordaba tanto que dolía, para aliviar el calor que sentía en mi pecho, la llamé anhelante, grite su nombre, me salió del alma, la llamé ¡Candy! ¡Candy, Candy! Quería que mi voz se escuchara hasta América,que la escuchará ella por un milagro, que supiera que la llamaba, solo a ella, que mi amor se convirtiera en brisa y besara sus labios y su alma. Los recuerdos se arremolinaron en mi mente y me dolió el corazón, las lágrimas no tardaron en derramarse y llore, lloré mi soledad y mi desgracia, sentirla lejos, tan lejos y tan cerca, dentro de mi corazón. ¡Dios la amo tanto! Que me pregunto, ¿Cómo se puede amar así? Con éste fuego que me quema por dentro, vivir muriendo cada día sin su amor, la llevo tatuada en mi cuerpo, cada respiración lleva su nombre. Mi amor no terminará nunca, nunca te podré olvidar Candy. Tu eres mi vida, aunque amarte así signifique sufrir de esta manera, yo vivo por ti, por la esperanza de volverte a ver, por tenerte alguna vez, por esa lejana esperanza, no importa sufrir, llorar, morir un poco cada día. Nunca voy a renunciar a éste amor aunque me muera en ello.

Recuerdos y esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora