Capítulo 34 la vida de Elisa

801 62 5
                                    

Terry no podía dejar de preocuparse por su esposa, estaba cansado de la persecución de los medios, de las admiradoras descaradas que pareciera gustaban de provocar a su esposa, siendo cada vez más atrevidas y lanzadas, Candy no le decía nada, peto el sabía que eso la molestaba:
_ Estoy harto no puedo vivir en paz con mi mujer, ya ni siquiera podemos hacer el amor tranquilos en las giras porque quedó traumatizada por el sinvergüenza que se metió en nuestra cabina, por poco nos ve en el acto, unos instantes antes estaba sobre ella, prácticamente acabábamos de terminar y nos estábamos acomodando para dormir cuando ése descarado entró, si no fuera por Robert lo mataba, ni siquiera noté que salí desnudo al pasillo con mi mano en su cuello y encima de todo Neal, ese estúpido con su mirada lasciva ¿ A que habrá venido? Negocios solamente, no creo. No puedo subestimar a ninguno de esos hermanitos del infierno, le podría hacer algo a Candy ella es muy confiada.
Felizmente ya tengo los boletos del Mauritania, dentro de dos días partiremos.
Neal Lagan efectivamente había llegado a New York para ver sus negocios, pero también si tenía tiempo para perturbar a Candy, se lo había pedido su hermana encarecidamente, por venganza, ya que su esposo se molestó con ella por decir la verdad sobre su origen a unas personas y el hombre la había castigado llevándola a una casa de campo, lejos de sus amistades y de la familia, rodeada de campesinos burdos con los que no se podía ni hablar.
Neal estaba cansado de perseguir a Candy siguiendo los caprichos y niñerías de su hermana, no tenía tiempo de averiguar la dirección de Terence ni de perseguirlo para ver donde vivía, además el actor se cuidaba mucho de que no descubrieran el paradero de él y de su esposa. Sólo si le sobraba el tiempo haría algo, pero no sabía bien que, secuestrarla implicaría planificación, dinero y tiempo que un hombre de negocios no tiene, así que se contentó con masturbarse con una foto de Candy que aparecía en un periódico y soñar en todas las vejaciones que la habría sometido:
_ Muchacha de establo, todo lo que te haría en algún lugar oscuro, te tomaría como un animal y te daría duro hasta que gritaras. Lo que Neal ignoraba era que aquello que imaginaba para Candy lo estaba sufriendo su hermana.
Jonathan estaba muy molesto con Elisa por eso se la llevó lejos a una casa donde pudiera hacer lo que quisiera con ella, estaba colérico por los negocios que había perdido con el Duque de Granchester, por culpa de la lengua suelta de su mujer. La había escuchado claramente dama de establo, entonces para humillarla, la llevaba allí y la poseía con fuerza:
_ Así que dama de establo, no? Ven aquí, si así, dime que te gusta. Dímelo.
_ No, no me gusta.
_ Si te portas mal, es porque quieres que te de así, aquí en el establo, como una yegua.
_ ¡Soy una verdadera dama, no soy una mujer de establo!
_ Una mujer que disfruta del sexo como tu, puede hacerlo en el establo también. Sé que te gusta, acéptalo.
- Ah, ah, ah, no me gusta, ah no me gusta.
Elisa lloraba de impotencia y porque no quería aceptar que le gustaba, ese hombre sacaba lo peor de ella, sus instintos más bajos, tanto que después de hacerlo se sentía sucia.
Su marido la tomaba del cabello y la penetraba hasta hacerla gritar.
La servidumbre ni se acercaba, cuando escuchaban gritos nadie se metía, las personas eran campesinos que nunca interferirían en asuntos de marido y mujer. El estaba más interesado en procesar un heredero que en satisfacer a su esposa o ser delicado, la altanería de Elisa era para él insoportable y sometiendola, se sentía poderoso.
_Dime que te gusta el sexo salvaje.
Ah, ah, ah gemia Elisa con cada embestida de su marido.
_ Quiero que te portes bien Elisa, sino nunca regresarás a la ciudad, te tendré a mi merced y si no obedeces te encerraré para disfrutarte cuando quiera.
_No, no, no.
_ Dime que te gusta, entonces.
_ Si, si, ah ah, me gusta, me gusta. Dame más, ah más.
_ Jajaja sabía que lo disfrutabas, eres mi putita.
Elisa se ofendía cuando la llamaba así.
De tanto poseerla de es forma, Elisa se acostumbró a sus maneras toscas, la dominó y aprendió que mejor era estar dispuesta.
Quiero que cuando llegue estés dispuesta abrirme las piernas rápido, quiero que me des un hijo pronto.
Quiero que me supliques porque me has costado muy cara querida Elisa.
Tus niñerías me han hecho perder dinero, así que por lo menos me cobraré con tu lindo cuerpo.
Elisa aprendió a prepararse y recibir a su marido como quería lo esperaba en la cama y cuando entraba a la habitación se levantaba la falda y abría las piernas, puesto que
cuando se quedaba tranquila sin protestar el hombre podía ser más delicado, y la hacia disfrutar.
La besaba toda y se prendía de sus senos, para luego meterle la lengua en cada orificio que tenía, le mordía las nalgas y la montaba como una potra, tirando de los rizos rojos.
Como la naturaleza sigue su cauce Elisa quedó embarazada lo que apaciguó el carácter del hombre. Ya no quería tocarla por miedo a dañar a la criatura y porque deseaba que fuera un varón, pero acostumbrado como estaba a disfrutar de su mujer casi de forma insaciable, tenía una imperiosa necesidad de tener sexo y a las que miró primero fue a las mucamas. Hubo una suficientemente descarada como para ofrecerle sus favores a cambio de jugosas propinas, pero nunca se compararía con la belleza maligna de Elisa. El hombre se satisfacía la mucama, con su cuerpo, cuidándose de no embarazarla, pero regresaba cada noche a la cama con su esposa. Cuando Elisa lo sentía llegar sudado, se imaginaba lo que estaba haciendo con la servidumbre, pero no le decía nada, solo si pretendía abrazarla, le decía:
_ Hueles raro,¿ puedes bañarte por favor? si quieres entrar en mi cama.
_ Te recuerdo que también es mi cama ¿ A qué huelo?
_ A perfume barato.
_ ok me daré un baño.
Regresaba fresco y encontraba a Elisa dormida, sabía que fingía pero se contentaba con abrazarla.

Recuerdos y esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora