¡ señorita Lorent !

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Manhattan

Narra, Ana Hamsun

Todavía no me creo que la señorita lorent me haya dejado a cargo de la empresa por quince días, ¡valla las vacaciones que ella se toma y la obligación que me dio a mí!.
Cuando entre a trabajar en esta empresa mis días eran de ahogo incesante por las labores que me tocaban como secretaria principal y personal de la dueña de la empresa; al principio me costó mucho con bastante el poder acoplarme a la perfección de la señorita lorent, desde que la conocí sigue siendo estricta y muy profesional con su trabajo, sin embargo el comienzo de mi trabajo era un infierno, no entendía el cómo y  el por qué no me iba y renunciaba para trabajar en otra empresa como secretaria, pero después de que todo dio sentido a mi alrededor de como la señorita lorent preexiste, fui mejorando mis tácticas de perfección como su secretaria y su mano derecha, aunque todavía no hay una confianza exclusiva conmigo, siento que he llegado a conocer a esa mujer más que nadie.
Cuando me entere por accidente que la señorita lorent sufre de esquizofrenia maniática con histeria incluida, me sentí mal por su estado, luego poco a poco le fui agarrando cariño y admiración por la gran mujer luchadora que es.

No tener padres y tener una enfermedad de por vida que le cuesta hacer su cosas por sí misma, es lo peor que le puede pasar a una persona.
No sé, como fue que salió a flote su compañía, pero es la más reconocida del estado de nueva york y casi de todo el país.
A veces pienso en la situación tan delicada y a la ves vergonzosa que pase el día que supe sobre el comportamiento de la señorita lorent, y no fue que yo haya indagado sobre eso, pero siempre tuve una que otra duda cruzando por mi mente desesperadamente al ser yo quien soportaba el mal genio de esa mujer, de las palabras que le baja a uno el autoestima de un solo golpe, y es tan duro convencerse de si mismo que las cosas nunca salen a la  perfección con una persona enferma psicológicamente. Después de todas las complicaciones que pase por un año lo entendí.

Fue un día, en que me llegaron un montón de citas, anuncios, escritos, revista, periódicos, cartas y demás papeles que debía de entregar a la hora en la oficina de mi jefa. Se me daba el permiso únicamente a mí para entrar a su oficina, a más nadie se le daba tal autorización y ese día había llegado mucho más temprano que la señorita lorent. Y antes de que mi jefa llegara debía de tener todos esos papeles en su escritorio, sino se montaría la cantaleta de nuevo, y me tenía que acostumbrar a las perfecciones de mi jefa.

Entre tantos papeles que llevaba en mis manos, no vi en ningún momento el estudio clínico que iba en la mitad del montón, y por culpa del sillón atravesado, se me callo todos los papeles en el suelo,  se me  estaba haciendo tarde para salir y sentarme en mi escritorio antes de que llegara la señorita lorent, comencé a recoger rápido el papelerío que estaba regado y ordenadamente comenzando por los papeles grandes y terminando por los de cuerpo pequeño y, recogiendo el último documento que me quedaba, ese llamo mi atención en cómo iba formalmente marcado por el sello de una clínica que conocía muy bien, ya que allí había internado a mi padre por un coma diabético. Me llamo tanto la curiosidad que mis manos me picaban por la necesidad de saber que era lo que decía tal documento, y por fin me di por vencida y abrí el sobre de manera cuidadosa sin romper los bordes de este.
En el sobre leí primeramente el encabezado de la clínica y debajo de este el nombre de la señorita lorent. Seguí leyendo el artículo clínico hasta que mi mente callo en lo que decía aquella información tan valiosa y única, que la que tenía que estar leyendo aquello era la señorita lorent y no yo.

La sorpresa no duro mucho en mi mente, ya que de una vez paso a mi cara y mis labios formaron una pequeña “o” expresiva, siendo así que casi me caigo por completo cuando la vos de mi jefa resonó por todo el lugar.

-¿Qué haces con eso?- pregunto la señorita lorent acercándose a mí y quitándome de un solo jalón el escrito de mis manos. Yo no sabía que responder, mi sentido común se quedó en blanco y mi cara seguramente reflejaba lo inmutada que me encontraba.
Hasta que respondí con la única frase que mi mente me dio.

muertes perversas (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora