Capitulo 1

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Estaba cansada de oír los gemidos de Cage y los gritos histéricos de la puta a la que se estaba tirando. Me encantaba quedarme en la base de los Jinetes del infierno con Dany, pero no entendía como su habitación tenia que estar justo al lado del mujeriego de su hermano. Era increíblemente desagradable estar charlando con ella y escuchar los golpes de la cama de Cage rebotando contra la pared, además de los muelles de su colchón. Por no hablar de los gritos. Las perras de Cage era muy ruidosas. Quizás le gustaban así.

Cage y Dany, mi mejor amiga, eran hijos de Deuce West, presidente del club de motocicletas "Jinetes del Infierno". Las cosas como son, se trataba de criminales. Hacía nada Deuce se había vuelto a casar con una chica dieciocho años más joven, hija del presidente del club de motoristas más importante de Nueva York. Tanto en montana como en Illinois tenían el monopolio de los forajidos.

-Estoy cansada de escuchar los gemidos de tu hermano -me quejé por quinta vez-. Por favor, vámonos.

Dany me miró enfurruñada. Era la típica niña mimada diva adolescente, siempre conseguía lo que quería. Su padre la adoraba pero con su nueva madrastra la cosa llegaba a un extremo. Eran casi inseparables, a veces incluso pensaba que estaban más unidas que nosotras. No era raro, aunque Eva hubiera tenido sus cosillas, era un encanto y mi mejor amiga era un amor. Debajo de aquella rubia y maquillada adolescente había una de las personas más buenas que había conocido jamás.

-Podemos ir a la cocina, pero ya sabes lo que nos espera allí.

Asentí. Que este lugar estuviera plagado de motoristas tenia sus contras, una de ellas era que la lujuria si respiraba en el ambiente. No era ninguna puritana, ni mucho menos, todo el mundo era libre de hacer lo que quisiera sexualmente, pero había cosas que no podía suportar.

La mayoría de chicos del lugar sabían, por la amenazas del señor West, que no debían mirarnos de esa forma, ni a Dany ni a mi, pero algunos pasaban olímpicamente. O, en ocasiones, cuando a por un aperitivo nos podíamos encontrar a alguien haciéndolo encima del mostrador. A veces incluso a los padres de Dany.

-Me da igual -dije-. Voy a soportar que me miren las tetas durante veinte minutos si puedo deshacerme de los gritos de esta furcia.

Dany se hechó a reír.

-Me encanta cuando te enfadas porqué sueltas palabrotas -dijo por milésima vez.

Según Dany, yo era demasiado buena, nunca decía palabras malsonantes y no hacía nada malo. Eso no era del todo cierto. Lo que pasaba es que mi amiga había crecido oyendo a macho gritando "perra" "zorra" "puta" o "guarra" a todo lo que se le cruzaba. Yo maldecía, insultaba y a veces soltaba algunas perlitas, pero, obviamente, para Dany no eran más que palabras algo feas. Y también era mala. Una vez, en octavo, robé una chocolatina en la tienda de dulces del cine. Me pillarón, pero lo importante era la intención.

Por suerte, nadie estaba teniendo sexo en la cocina. Solo había un par de chicos bebiendo una cerveza. Nos sentamos con ellos con un par de refrescos que había siempre en la nevera para nosotras. Le tenía mucho asco a la cerveza y no era partidaria de beber nada más fuerte antes de las ocho y había arrastrado a Dany a mis hábitos. Eramos amigas desde los trece, así que pasamos por la época de empezar a beber juntas, de modo que manteníamos costumbres parecidas.

-Pero mira quien tenemos aquí -dijo ZZ guiñandonos el ojo-. ¿El rosa intenso os ha empezado a dar dolor de cabeza?

Reí por lo bajo mientras Dany hacía una mueca. Eva y ella habían conseguido que Deuce le diera una habitación a la joven en el cuartel y la habían decorado a su manera. El color rosa de las paredes realmente resultaba molesto en un principio, pero al final te acostumbrabas.

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