Capitulo 3

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Me había dejado el móvil en el club de los Jinetes. Hacía cosa de dos semanas que había tenido mi última pelea con Cage. Desde entonces lo había evitado a toda costa. Me encerraba con Dany en su habitación y tan solo salía para irse. Y mi móvil estaba justo encima de la cama de mi amiga. Nadie tenía la llave de esa sala excepto Cage y Deuce. Y prefería ver follar a un chico de veinte que a un hombre de cincuenta. Porqué sabía que eso era lo que estarían haciendo. Dany me había contado que esa noche había una fiesta en el local. Eso significaba una cosa: sexo y alcohol.

Logré entrar fácilmente al club, pues en la entrada me conocían, pero más difícil resultaría llegar en la habitación. Por muchas amenazas que hiciera Deuce, cuando sus chicos estaban hasta arriba de cocaína, poco les importaba que su jefe tuviera acceso al arsenal de armas más grande del país.

El panorama que me encontré en el salón principal de la base era espectacular. Botellas por doquier, cierto tufillo a porro y putas correteando desnudas por el lugar, resultaban ser las cosas más agradables que podía ver. De hecho, en una esquina, había una mujer haciéndole una mamada a un joven motorista. Y Jase estaba teniendo una buena sesión de coqueteos con Dorothy, su chica, en unos de los sofás. Aquella situación la ponía enferma.

No es que nunca hubiera estado en una fiesta, pero las juergas que montaban los chicos de su instituto era mucho más simples. Un poco de alcohol, quizás unas onzas de maría y besos algo subidos de tono. Nada comparado con eso. Sabía lo que le esperaba en el club, pero no pensaba que fuera tanto.

Alguien me pellizcó el trasero mientras buscaba a Cage por la sala.

-Anda, perra, hazme una mamada -era Hagen, uno de los chicos de club, que parecía tan drogado que no se daba cuenta ni de donde estaba.

No pude evitar soltar una mueca de desagrado. Hagen era como cualquiera de los jinetes del infierno, sexy, pero no precisamente mi tipo. Y no le haría ningún favorcito después de que me lo ordenara y me llamara perra. Y tampoco iba dando felaciones a los pervertidos del club.

-Busco a Cage -dije, ignorando la indecente proposición de Hagen.

El tipo cerró los ojos como adormilado y se tambaleó antes de contestar.

-Debe estar montándoselo con alguna puta de por aquí -contestó finalmente con algo de desagrado-. Si te cansas de ser la tercera rueda, simplemente ven a verme, yo te voy a enseñar lo que es un hombre.

Y soltó una fuerte carcajada a la que se unieron un par de tipos que había a su alrededor. Yo sacudí la cabeza, resignada, y me dirigí a la habitación del hermano de mi amiga. Siempre llevaba allí a sus ligues.

Supe enseguida que estaba en medio de algo cuando, al acercarme a su habitación, empecé a oír gemidos. No solo le gustaban las mujeres ruidosas, él también era ruidoso. Suspiré, era pillar a Cage manteniendo relaciones sexuales o quedarme sin móvil. Y si mis padres se enteraban me iban a matar. De todos modos, ya había visto miles de veces a Cage con otras mujeres, no es como si me fuera a afectar de algún modo.

Cage siempre dejaba la puerta abierta, de modo que no tuve problemas para entrar. Lo que me encontré fue peor de lo esperado. La fuerte espalda de Cage se mecía y flexionaba sobre una mujer que había enrollado las piernas alrededor de sus caderas y no paraba de soltar gemidos de placer. Resultó ser perturbadoramente excitante a la par que incomodo. No podía apartar la mirada de los músculos de la espalda de Cage contrayéndose, mientras sus brazos se flexionaban poco a poco. Dios era realmente caliente.

Tan solo pudo interrumpir tal fantástica vista las piernas de la chica, que tapaban parte de su tonificado trasero. Aquello no era humano, pero de algún modo logré volver en mí gracias al hecho de que no estuviera yo, sino alguna puta del club, debajo de aquella deidad.

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