Capítulo 2

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Nala y yo íbamos caminando desde la Sala del Consejo hasta su casa, Nona iba por detrás con mi padre, querían dejarnos espacio, y yo instintivamente la cogí la mano de mi impronta, ella se puso tensa, pero no hizo nada por soltarme, eso era algo, ¿no?

—Bueno, ¿y que sueles hacer? —Pregunté intentando no parecer demasiado enorme o intimidante.

—Estoy en el club de teatro, en el de baile y en el de historiadores al poder. —Susurró en voz baja pero firme, me encantaba como era, y me la imaginaba bailando o actuando.

—Qué bien, entonces tienes muchas amigas. —Dije intentando no pensar en nada de celos o algo así, no sabía si tendría novio o algo así, de ser así, lo dejaría de inmediato.

—No, no tengo muchas, solo mis amigas Sophie y Makena. —Dijo mientras legábamos a su casa, aunque ya no sería suya. —¿Vas a entrar a verme destrozar mi vida o esperas aquí a que termine de empaquetar?

—Voy a por mí camioneta, así que recoge tus cosas, que vengo a por ti en una hora. —Dije sin querer separarme de ella, así que la abracé con cuidado y olí su aroma directamente de su cabello, la solté y la vi entrar dentro de la casa junto a Nona, que ni me miró y entró en casa siguiendo a su nieta. Dejé a en casa a papá y fui caminando a la mía, ya que me había emancipado hacía dos meses, mi casa era una cabaña en el bosque, era de una planta, pero tenía todo lo esencial, una cocina/comedor y una sala de estar con dos puertas, una era un baño y la otra mi cuarto, en el cual había un vestidor, aunque casi no tenía ropa en él, seguramente lo llenaría mi Nala. Cogí las llaves de la camioneta y me metí en ella para conducir hacia casa de Nona, cuando llegué, vi varias cajas de cartón en el porche, en algunas ponían baño, libros, ropa... Así que Nala había sido rápida, cargué la camioneta y entré en casa de Nona, quien me miró y me susurró:

—Cuida de ella, es lo único que tengo en mi vida, ¿vale? —Susurró cogiéndome la mano, así que asentí con seriedad y subí al cuarto de Nala, bueno, su antiguo cuarto. La vi sentada en el suelo con una foto en sus manos, estaba llorando.

—Nala, ¿estás bien? —Pregunté inclinándome hacia ella, no quería que la asustara mi altura, así que decidí sentarme a su lado y vi una foto de ella de bebé con los que creo que eran sus padres.

—Mira, esta era mi madre Verónica, y él era Jason, mi padre. —Susurró limpiándose una lágrima de su mejilla y mirándome, sus ojos se habían aclarado muchísimo más y parecía un verde mucho más claro si era posible.

—Se parecen mucho a ti. —Susurré mientras la abrazaba con cuidado, era tan pequeña que me sentía un bruto gigantón a su lado.

—Normal. —Susurró divertida ante mi comentario estúpido, ¿cómo demonios hablaba con ella sin parecer un imbécil? —Jacob, ¿por qué me quieres secuestrar?

—No te quiero secuestrar, lo que pasa, es que eres mi impronta y tengo que cuidar de ti, y dejar que me conozcas. —Dije sin soltarla, una vez que tocaba su piel se hacía imposible el poder soltarla o alejarme de ella. —Soy el alfa de la manada.

—Ah... Nona me dijo que había hombres lobos, pero no sabía que fueras uno. —Dijo mirando la foto. —Entonces, ¿soy tu impronta? ¿Por qué yo?

—No lo sé, las improntas son encontradas por los lobos, y mi lobo al sentirte me dijo que estuviera atento. —Contesté asombrado, al parecer conocía las leyendas perfectamente. Después de haber hablado con ella me sorprendí al verla tan valiente, su vida estaba a punto de cambiar y ella se mostraba entera, ni si quiera me odiaba por alejarla de su abuela, es más, se mostraba amigable conmigo, aunque ahora, subida en mi camioneta, la notaba un poco más asustada.

Cuando llegamos a mi cabaña, me apresuré a ayudarla a bajar y aproveché para volver a asombrarme de lo pequeña que era, me llegaba a la altura del pecho. La dejé todas sus cajas en el salón y llevé sus maletas al cuarto, pero ella se quedó quieta en mitad de la cocina.

—Sé que es pequeña, pero solo vivo yo aquí. —Dije rascándome la nuca incómodo, seguro que esperaba alguna casa más grande o con más lujos, pero esta casa la había construido yo solo.

—No, no es eso... ¿Solo hay un cuarto? – Preguntó totalmente sonrojada mirándose los pies.

—Si, tendremos que dormir juntos.

—No,tu dormirás en el sofá. —Dijo en un arranque de valentía mientras se encerrabaen mi cuarto, bueno, ahora era suyo, ya que no salió de ahí en todo el día. Esperéen el salón, hasta que fue hora de cenar y preparé comida para ambos, toqué ala puerta y la avisé para cenar, ella solo contestó con un "vale". Pero salió alos quince minutos vistiendo un short rojo y una camiseta ajustada blanca, seveía hermosa, realmente hermosa. Se sentó a mi lado y cenamos en silencio hastaque no pude evitarlo y la senté en mi regazo, alcé su rostro y junté mi frentecon la suya, unos centímetros y nuestros labios se unirían.

La imprimación del Alpha  |JACOB BLACK|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora