Capítulo 2

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Serenity se tapó la boca con la mano, incapaz de hacer otra cosa que no fueramirarle horrorizada.

Todo quedó paralizado. El tiempo se detuvo.

Serenity quería echar a correr, pero sus pies parecían haber echado raíces en el suelo. Miles de imágenes de fuego y destrucción asaltaban su cerebro. Y lo peor era que sabía que todo aquello era culpa suya. ¿Sacaría el vikingo su espada? Tenía que hacer algo. Tenía que haber alguna manera de evitar un derramamiento de sangre. Pero su mente se negaba a funcionar.

Justo en el instante en el que la jarra rozó los labios del vikingo, Kenji alargó la mano y agarró al vikingo del codo, haciendo que el contenido del cuerno terminara derramado en el suelo y sobre sus botas de cuero.

-¡Qué mujer más torpe! -protestó Kenji, rompiendo el hechizo-.

Debería tener más cuidado.

Los pulmones de Serenity volvieron a funcionar de nuevo. Kenji debía haberse dado cuenta de su error y lo había evitado. Seguramente acababa de salvar sus cabezas. Se atrevió entonces a dar un paso adelante y le susurró a Rei algo al oído mientras Kenji comenzaba a invocar a los dioses, pidiéndole que perdonaran la torpeza de aquella mujer y su involuntaria ofensa. Al oír a Serenity, Rei interrumpió el inicio de una furiosa exclamación y se quedó boquiabierta.

Serenity le dio una palmada en el hombro. Los latidos de su corazón perdieron velocidad. El jaarl pareció aceptar que lo ocurrido había sido un accidente, pero Serenity tendría que hablar con Kenji sobre el excesivo entusiasmo de su reproche.

-Mi hija será convenientemente castigada -dijo Kenji después de terminar de nombrar a una legión de dioses y diosas para que fueran testigos de su vergüenza.

-¡Pobre de mí! ¿Qué puedo hacer? -exclamó Rei, sumándose al espíritu de la actuación.

-Su belleza compensa cualquier torpeza -respondió el jaarl, pero mantenía la mano en la empuñadura de su espada.

Serenity tuvo que reprimirse para no elevar los ojos al cielo. La belleza morena de Rei cautivaba a cuanto hombre se cruzaba en su camino.

Realmente, los dioses habían bendecido a su hermana desde su nacimiento.

Alzó la mirada y descubrió los vividos ojos del jaarl clavados de nuevo en los suyos. Le vio curvar los labios en una secreta sonrisa, como si supiera quién era la responsable de aquel percance.

Serenity parpadeó y la expresión del vikingo cambió.

-Ahora date prisa, hija, ve a buscar más hidromiel -dijo Kenji-. No dejes al jaarl esperando.

-¿Hidromiel? -graznó Rei-. Pero yo pensaba...

-Yo iré a buscarla, Kenji. Sé dónde la han colocado -respondió Serenity con firmeza-. Cambiaron los barriles cuando supervisé la limpieza en primavera. No querría ofender involuntariamente al jaarl.

Rei bajó lentamente las pestañas.

-Serenity sabe dónde está todo y yo me equivoco con demasiada facilidad.

-Muy bien, Serenity, pero rápidamente. Los vikingos necesitan un refrigerio adecuado.

Kenji le hizo un gesto con la mano para que se apresurara.

Serenity se alejó del grupo de vikingos con el estómago en un puño. Las piernas apenas la sostenían, pero se obligó a continuar avanzando lentamente, como si no ocurriera nada. La perseguían todos los malos presagios que había sido incapaz de apartar de su mente desde que había oído decir a Kenji que la destrucción se acercaba, como había ocurrido antes de la muerte de su madre.

UNA PRINCESA INDOMABLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora