Capítulo 3

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—La hoguera está encendida y he visto el fuego de respuesta en el otro lado del valle —anunció Serenity a Rei a su regreso.

Había tardado menos tiempo del que imaginaba en encender la segunda almenara y comenzaba a sentirse exultante. ¿Cómo se habría atrevido aquel vikingo a decir ese tipo de cosas sobre las mujeres? Y a mirarla con tanta arrogancia. Los vikingos iban a enterarse de que no podían menospreciarla.

—¿Ha habido algún problema? —le preguntó a su hermana.

—No, salvo que Molly ha tirado la leche cuando estaba haciéndole ojitos a uno de los guerreros.

—Molly siempre coquetea con los guerreros —dijo Serenity  riendo—. Para ella, cuantos más musculosos, más deseables son.

Pero en vez de contestar con otro comentario sobre Molly, Rei suspiró y comenzó a retorcerse las manos nerviosa.

—Suéltalo, Rei. ¿Qué han hecho los vikingos?

—Cuando estaba supervisando el fuego de la cabaña para los baños, he estado pensando en lo que has dicho antes sobre nuestra madre y su voluntad de que hiciéramos algo para conservar la hacienda —Rei  asintió decidida—. ¿Te importa que vaya a buscar a Nicolas?

—Todavía no tiene que volver, Rei. Sólo lleva fuera unas cuantas semanas. ¿De verdad lo crees necesario? —Serenity  señaló hacia la mesa, llena en ese momento de cereales y hortalizas—. Todavía queda mucho por hacer.

Necesito que te quedes para ayudarme a cocinar.

—Tengo la sensación de que ha pasado una eternidad desde que se marchó —Rei suspiró con dramatismo—. El banquete ya está organizado.

Parece que queda mucho trabajo, pero casi todo el grano está molido y los nabos pelados. Y en cuanto te pongas a cocinar, dirás que prefieres hacerlo sola.

Siempre lo haces y siempre tienes la comida a tiempo. En realidad te estoy haciendo un favor. Además, si Nicolas  vuelve podrá reunir a otros leñadores en el caso de que surja la necesidad de hacerlo. Si tú puedes hacer algo tan valiente como ir a encender un fuego, yo también quiero colaborar.

Serenity apretó los dientes. Desde que Nicolas se había marchado, Rei subía cada día hasta la cumbre de la colina para intentar ver su caballo.

Después de ofrecerse a ir con ella en varias ocasiones y recibir como respuesta las más insólitas excusas para evitar su compañía, había dejado de intentarlo.De hecho, desde la aparición de Nicolas, parecían haberse distanciado un poco.

Rei siempre le estaba ocultando algo; seguramente no eran cosas importantes, pero aun así, le dolía.

De alguna manera, le habría resultado mucho más fácil dejar que Rei se marchara. Por lo menos así dejaría de llorar por las noches en la cama.

Serenity habría preferido que su hermana esperara a estar casada para enamorarse.

Estaba segura de que de aquella situación no podía resultar nada bueno.

Kenji nunca aceptaría a Nicolas. Él quería un hombre con fortuna y suficientemente fuerte como para defender aquella hacienda para su hija. En cualquier caso, en cuanto los vikingos se marcharan, Serenity se esforzaría en buscar una solución a los problemas de su hermana.

—Es posible que tengas razón. Si contáramos con algunos hombres más, podrían ayudarnos en la pelea desde el primer momento. Ve a buscarlo, pero no tardes.

—No tardaré.

Rei le dio a su hermana un beso en la mejilla.

—Y en algún momento tendrás que hablarle a tu padre de Nicolas. Tiene derecho a saberlo. ¿Te gustaría practicar conmigo lo que tienes que decirle?

UNA PRINCESA INDOMABLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora