Serenity nunca supo cuánto tiempo permaneció allí, con la mirada clavada en el cielo. Tiempo después, en sus sueños, tendría la sensación de que habían sido varias vidas.
Tardó algún tiempo en darse cuenta de que los gritos de los vikingos habían cesado. El barco, que antes se mecía violentamente, navegaba en calma.
Ella se aferraba con fuerza a la daga que conservaba pegada contra su pecho mientras se preguntaba si tendría la fuerza necesaria para utilizarla y acabar con su vida después de que Zafiro la hubiera herido en el hombro.
Seguramente, una mujer muerta no servía para probar nada. Sintió de pronto un agotamiento inmenso y parpadeó con fuerza.
Unos brazos fuertes la alzaron, aliviándola del insoportable peso de las piernas.
—Estabas tumbada en un charco de sangre, pero todavía respiras, Serenity.
¡Abre los ojos! ¡Háblame!
El corazón le dio un vuelco al oír la voz de Endymion. Era extraño, antes del ataque deseaba entregarlo a las redes de Ran, y sin embargo, en aquel momento ansiaba ver su rostro y oír su voz, aunque fuera por última vez en la vida. Endymion se inclinó hacia delante, y Serenity advirtió que aparte de un hilo de sangre en la mejilla, allí donde Zafiro lo había marcado, no tenía ninguna otra herida.
—Sí, estoy viva —torció el rostro en una mueca de dolor al sentir una punzada en el hombro cuando intentó incorporarse—. Pero estoy mucho peor que cuando me caí de la escalera hace dos veranos. Zafiro me ha clavado la espada en el hombro.
—Sí, pero no es una herida mortal.
Endymion cerró la mano alrededor de la de Serenity y después le abrió los dedos lentamente.
La daga cayó en su mano y el vikingo se la guardó en el cinturón sin mirarla siquiera.
—¿Zafiro ha…?
—Sí, Zafiro ha muerto. Y después de su caída, sus hombres han huido en el barco que quedaba. No han tenido valor para enfrentarse a una mujer con una daga.
A Serenity se le subió el corazón a la garganta. ¿Zafiro muerto? ¿Cómo era posible? Aquel hombre había formado parte de su vida desde más tiempo del que podía recordar, pero hasta entonces no había sabido lo que albergaba su oscuro corazón. Sabía que no debería lamentarlo, pero aun así, no pudo evitar recitar el tradicional lamento de los ranrikes en su honor, en honor del valiente guerrero que en otro tiempo pensaba que era.
—¿Y a manos de quién ha muerto?
—De las tuyas. La última puñalada le alcanzó la garganta. Un hombre nunca se recupera de una puñalada como ésa. Y ningún guerrero seguirá nunca a un hombre que ha sido incapaz de esquivar el ataque de una mujer.
Serenity se llevó la mano a la cabeza e intentó pensar con claridad, a pesar de la herida en el hombro.
—¿Y qué será ahora de Kenji y Rie? Porque ahora volveréis allí, ¿verdad? Los barcos de Zafiro seguro que se dirigen hacia allí. Quemarán la hacienda y matarán a todo el mundo.
Endymion negó con la cabeza.
—No, tenemos que ir a Viken. Nosotros nos dirigimos hacia Kaupang. El capitán no se atreverá a atacar a Kenji sin el consentimiento del rey.
Serenity le miró consternada. Tenía que haber oído mal. ¿Se dirigían hacia Kaupang? ¿Pero cómo?
—No hay suficientes hombres vivos como para llevar el barco…
—Sin embargo, navegaremos hasta allí. Lo conseguiremos, Serenity. Conocerás Kaupang antes de volver a ver a Kenji.
—Las mujeres no pueden ir al Valhalla, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa débil—. Así que tendré que vivir.
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UNA PRINCESA INDOMABLE
AdventureLa batalla que se libraba era para conseguir su corazón. El peligroso guerrero Endymion Shields era un hombre de acción, más que de palabras. Sin apenas tiempo para pensar en amores ideales, se apropiaba siempre de cuanto quería, y la princesa Sere...