Ella

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Los días seguían pasando, y cada día era mejor que el anterior. Ahora la tienda de Newt estaba pegada a la de Thomas, de manera que siempre alguno de los dos se colaba en la del otro para pasar un buen rato por la noche, y ya de paso dormir allí. No se la habían cedido a nadie, aunque podrían compartir una para los dos, ya que nadie era capaz de dormir al lado de ellos por el jaleo que montaban. Era divertido. Cada día jugaban más el uno con el otro, y la vergüenza que hubo en un momento se había convertido en descaro.

Aquella noche Thomas se había ido con los demás corredores a ducharse, y Newt se quedó en su tienda esperándole. Últimamente todo había ido perfecto, pero tenía una sensación extraña en el cuerpo. Es una de estas sensaciones que tenemos cuando alguien habla mal de nosotros a nuestras espaldas. Esa pequeña angustia. Como si alguien le observara con malos ojos. Como si estuviera haciendo algo que no debía.
Se quedó algo pensativo, pero simplemente trató de eliminar esa idea de la cabeza.
"Que todo vaya bien no significa que tenga que salir algo mal" se dijo intentando autoconvencerse de que era algo de su cabeza.

Se quitó el jersey blanco con capucha y lo colgó en una especie de percha cutre que tenían todos en sus tiendas, y después se quitó la camiseta. Se dio cuenta de que los pantalones seguían viniéndole algo grandes, no había recuperado todo el peso que había perdido, y en parte pensó que sería por las actividades físicas que solía tener casi todas las noches. Eso le hizo sonreír. Se desabrochó la cuerda que le ataba los pantalones, y entonces oyó como Thomas entraba en la tienda. Llevaba el cabello mojado, y olía muy bien. Se quedó mirando a Newt, contemplando su cuerpo y disfrutando de la hermosa vista.
Este sonrió al notarlo, aunque la constitución física del corredor era mucho más admirable.

Newt se dejo caer con suavidad de rodillas en la cama, y noto como los pantalones se le escurrían levemente dejando parte de su trasero al descubierto, así como unos marcados abduptores. No hizo falta que llamara a Thomas, porque este ya se dirigía hacia él.
-Eres cruel, ¿sabes? Vengo de la ducha limpito y tu me vas a obligar a mancharme otra vez. -se colocó también de rodillas sobre la cama y trató de besar a Newt, quien juguetonamente se apartó de el beso y se dejó caer de espaldas en la cama.
-Oh, perdona. No quiero eso. -sonrió.- buenas noches entonces... ¿apagas el fue...-la lengua de Thomas le impidió seguir hablando.
-No seas malo...-volvió a besarle, mientras con su mano acariciaba su costado.- mmm... nunca me cansaré de esto.
-Mas te vale.
-Newt...porfa...-puso ojos de cachorrito.
-¿Qué quieres...?-sonrió al ver que su chico le reclamaba mimos.

Thomas se acercó al oído de Newt, besandolo y mordiendo suavemente su oreja, para después morderle el cuello y dejarle una marca. Se acercó a su oído de nuevo y le susurró lo que quería: "Dame placer con la boca..." . Thomas se había vuelto un auténtico adicto a aquello, pero no le molestaba, era divertido... además se lo compensaba con otras cosas.
-Eres un pervertido...ah....-notó los dientes del chico de nuevo en su cuello.-¿Qué me das a cambio?
-Qué te parece... una noche de sexo apasionado y salvaje.
-Me parece bien.

Fue otra noche magnífica, como todas las anteriores. Pero ninguna era igual, todas tenían su magia. A la mañana siguiente, les despertó un fuerte sonido que venía de la caja.
-¿Un nuevo novato?-susurró Thomas poniéndose los pantalones.
-Qué raro... quedaban tres semanas para que viniera el siguiente...-Newt se desperezó y buscó su ropa por el suelo.
En el Claro todos se habían alborotado. Era muy extraño que llegasen tan seguido dos novatos, pero siempre podrían haberse equivocado. Gally ayudó a Newt a entrar en la caja.
-¿Qué ves, Newt?

El silencio se hizo de nuevo en el Claro. Newt no podía creer lo que estaba viendo.
-Es una chica.-respondió sin terminar de creérselo. -Creo que está muerta.

En la caja había una chica de unos diecisiete años, de pelo negro y largo, piel blanca perfecta y cuerpo fino y delgado. Parecía un ángel, era realmente hermosa. Todos los chicos se habían alborotado, y se percataron de que llevaba algo en la mano. Era una nota.

Correr o morir, lo no contadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora