XIV: Katsuma, el traidor.

652 105 155
                                    

  

  El día anterior a tu cumpleaños, un viernes, vienes a cuidar de Katsuma, porque yo voy a una fiesta y Mahoro no está, pasará la noche en casa de su amiga Eri. Estoy preparandome para salir cuando entras en el dormitorio.

   ¿Supongo que no me permitirás llevar a los chicos a un restaurante con él, mañana, para celebrar mi cumpleaños?

   Tu pregunta va directa al corazón, otro puñal, no, esta vez es una flecha envenenada.

   Estoy sentado en la cama, revisando mi móvil.

   No, digo, no puedes. Es demasiado pronto.

   Hablo fríamente. Pero lo que quiero decir es CÓMO TE ATREVES A PENSAR EN SUSTITUIRME POR ÉL, QUE COJONES TIENES. NUNCA SALÍAS CON LOS CHICOS POR TU CUMPLEAÑOS CUANDO VIVÍAMOS JUNTOS. QUÉ DIABLOS TE PASA QUIERES CONVERTIR TU CUMPLEAÑOS EN UNA SALIDA FAMILIAR CON ÉL.

   No digo nada de eso. Soy frío y sigo mirando mi teléfono como si controlara la situación y digo: todavía no, aún no estoy preparado, tampoco creo que Katsuma lo esté, esperemos hasta después del verano.

   Sales del dormitorio como un huracán, cabreado.

   Me voy a la fiesta pero, cuando llego allí, después de tomar una copa, mis sentimientos se desbordan y me veo obligado a salir a llorar, sentado en un porche, con la cabeza entre los brazos.

   Cuando vuelvo a casa son las dos de la mañana y estás enfadado.

   No lo haré nunca más, dices en tono de amenaza, mientras te atas los cordones de las botas. La próxima vez buscate un canguro. Cómo tienes el morro de volver a casa a las dos de la mañana.

   Lo siento, digo. No presté atención a la hora.

   Espero que te hayas divertido, dices entre dientes.

   Pienso que tal vez te imagines que estaba con algún hombre y estás celoso, de modo que te dedico una sonrisa irónica y digo con voz alegre: pues sí, me he divertido.

   No sé qué es lo que te dispara exactamente ¿es lo que acabo de decir o el hecho de haberme enfadado finalmente y haberte preguntado por qué no te has llevado todavía tus cosas de la casa? ¿O porque no te permito que los niños celebren tu cumpleaños mañana contigo y con tu amiguito?

   Tu ira debe haber estado hirviendo desde esta tarde, cuando me enfrenté a ti. O quizá sea por el poder que todavía tengo sobre ti.

   Me has dejado, pero aun puedo tirar de los hilos, aún puedo controlarte. Quizá sea esto lo que te jode, que no puedes cortar por lo sano, que siempre seguiremos unidos.

   No lo sé.

   En cierta ocasión me dijiste que te sentías atrapado.

   Habías creado esta familia, conmigo, y se convirtió en una trampa porque no podías largarte sin remordimientos. Eres un hombre de principios. Pero también un impulsivo, no sabe sostener los nervios. Explotas, buscas pelea. ¿Cuántas veces te he visto a punto de pegarle un puñetazo a cualquiera por la calle?

   Tienes una ven salvaje. Pierdes el control, se te enciende la luz roja. Lo llamas la niebla roja.

   Ahora estás dentro de la zona de niebla roja.

   Lo veo incluso antes de que te muevas.

   Justo después de decirte que quiero que retires todos tus muebles y ropa de la casa, la cara se te contrae y me agrras del brazo. Tus ojos me queman, rojos, una fuente de odio.

EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora