Prefacio

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WooYoung era extraño. 

O al menos eso era lo que se comentaba entre el alumnado, por medio de suaves murmullos que no siempre pasaban desapercibidos. 

Usualmente los jóvenes en sus últimos años de escuela solían ser más que revoltosos, ansiosos por probar todo lo que la vida les ofrecía y romper todas las reglas que se le pusieran en frente. Incluso en una institución tan prestigiada donde el comportamiento refinado era la ley, la vivacidad juvenil no quedaba atrás.

WooYoung era todo lo contrario al prototipo del adolescente común. No porque estuviese en una fase rebelde o quisiera ser diferente al resto en un vano intento de destacar entre los demás. No, él simplemente era distinto por naturaleza. 

Era una persona imperceptible casi todo el tiempo, que se escabullía entre los pasillos del internado igual que un fantasma. Brillante, lo cual demostraba por medio de calificaciones perfectas, pero poco social. No se relacionaba con nadie durante las clases, aunque poseía algo similar a un grupo de amigos con los cuales sólo convivía una vez terminada la jornada escolar. 

Pero, la principal diferencia, es que no provenía de una familia adinerada como todos allí. Ni siquiera tenía familia, en realidad.

Desde que tenía memoria se había encontrado solo en el mundo. Sin una madre que espantara sus miedos o un padre que lo abrazara con cariño. Ni tampoco un hermano que bromeara con él, ni siquiera una abuela que lo mimara o un abuelo que le narrara historias interesantes. 

Nada. 

Estaba solo. Y su mente infantil de aquel entonces no tardó en procesarlo y acostumbrarse a ese hecho. 

Sin embargo, a estas alturas de su vida era lo que menos le preocupaba. No le importaba en absoluto. Así como tampoco le importaba esa disposición que tenían los demás estudiantes de hablar tan a la ligera sobre su persona. Al parecer, el hecho de que no tuviera un lugar al cual regresar cada fin de semana o en fechas festivas, lo hacía un espécimen ideal para cuchichear a sus espaldas. 

Oh, si supieran de su habilidad nocturna. Seguramente los murmullos se volverían exclamaciones y se atreverían a gritarle "Raro" justo enfrente de su rostro. 

A WooYoung ya no le importaba nada. Todo se había vuelto tan rutinario y aburrido que era cansino, ya nada despertaba su interés. Cumplía con sus obligaciones diarias y eso era todo, no existía nada que le provocara emoción. Aún no encontraba ese algo que volvía a las personas tan vivaces, que las llenaba de energía y las invitaba todos los días a embarcarse en ese extraño camino denominado vida. 

Desconocía si se debía a su desapego del mundo gracias a la falta de un núcleo familiar (y que lo había llevado a ser el tipo sombrío y solitario del internado) o si simplemente aún le faltaba vivir y encontrar esa chispa, esa motivación que le hiciera ver que la vida estaba llena de colores y merecía ser vivida. No lo sabía, pero estaba comenzando a perder las esperanzas. 

WooYoung creyó que se volvería el tipo de adulto miserable que sólo seguía una aburrida rutina porque no era lo suficientemente valiente para buscar su verdadera felicidad y emoción de vivir. Incluso llegó a pensar que tal vez la idea de la felicidad no era más que una simple mentira que todos se creían y él, al ser tan ajeno a eso, se había dado cuenta de ella con facilidad.

WooYoung estaba resignado con su destino. Creía que no existía nada que lo hiciese sentir algo hasta que San apareció en su vida. 

Y todo se iluminó.

Inception [SanWoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora