VIII.

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"...Eres el sueño en el que vivo, el sueño del que nunca puedo despertar…"





Era extraño. 

Y sumamente curioso el cómo funcionaba el organismo de las criaturas, sobre todo el de las más avanzadas en la tierra: los humanos.

Un simple pensamiento, una sencilla orden, era todo lo que se necesitaba para que su anatomía se moviera. Una respuesta del cerebro que viajaba a una velocidad inimaginable y el cuerpo se veía reaccionando del modo que quería.

Ni siquiera se necesitaba un pensamiento en concreto, era como si el cerebro supiera de antemano la acción por realizar y se adelantaba, ejecutando al instante la orden sin que la persona fuera consciente de ello. Una de las tantas maravillas que guardaba el sistema nervioso.

Fascinante, sin duda. 

Pero también curioso, pues a pesar de lo mucho que WooYoung intentara moverse, era incapaz de hacerlo. Su cuerpo había decidido adoptar la rigidez que caracterizaban a las estatuas de mármol, y su cerebro no parecía muy interesado en cambiar ese hecho. 

Las palabras de San se repetían sin cesar en su mente, tomando cada ilusión y esperanza que había guardado para romperlas en miles de pedazos, destruyéndolas con violencia, no dejando más que aflicción. 

Una aflicción tan profunda que apuñalaba su corazón sin piedad, reprendiéndolo por haber sido tan estúpido en creer, aunque sea por un mínimo instante, que sus sentimientos eran recíprocos. 

WooYoung quiso reír, pero su cuerpo seguía sin reaccionar. El teléfono aún se mantenía contra su oído, pero no estaba enfocando su atención en él o en la voz preocupada de San a través de la línea, sino en la tormenta que estaba desatándose frente a sus ojos. 

La lluvia se desprendió de aquellas nubes oscuras para comenzar a golpear con fuerza el suelo y los techos de los edificios, y no pudo evitar el recuerdo de la comparación que había hecho entre aquel fenómeno natural y su persona.

La tempestad se había desatado.

Finalmente había tocado fondo. 

¡WooYoung! ¿Sigues ahí? 

Sus pulmones le exigieron aire y fue entonces que WooYoung dio un profundo respiro, percibiendo con su sentido del olfato la humedad que ahora invadía cada rincón del ambiente. De cierto modo, le ayudó a disipar un poco el nudo que se había formado en su garganta, y aunque aún se sentía incapaz de hacerlo, de todos modos intentó hablar. 

—Me… me alegro por tí, Sannie —sólo los cielos sabían cuán difícil fue decir aquello. Su mirada se paseó hacia arriba por un momento mientras pestañeaba con rapidez, no permitiendo que las lágrimas hicieran acto de presencia—. ¿Y ya sabes si… siente lo mismo?

Aún no, apenas me he dado cuenta de cómo me siento yo —rió con suavidad, pero sin importar lo mucho que disfrutara escuchar su risa, esta vez no lo hizo—. Pero creo que sí, quiero decir, hay algunas señales que me indican que sí. Espero no estar equivocado

Y volvió a reír, feliz, esperanzado. WooYoung sólo regresó su vista hacia las nubes que acababan de iluminarse debido a un relámpago. Era curioso pensar que él se encontraba sintiendo todas las emociones contrarias a las que estaba sintiendo San.

—¿Cómo lo conociste? —tiró del cuello de su abrigo blanco y negro, de repente sintiéndose asfixiado—. ¿Es… una buena persona?

¡Lo es! Es realmente un chico increíble. Su nombre es YongSeok, lo conocí en la cafetería de la escuela. Él también nació en Corea del Sur así que no fue muy difícil que habláramos —continuó parloteando, sumamente animado—. Es muy lindo, deberías verlo. Canta fabuloso, es simpático, alegre, siempre haciendo bromas...

Inception [SanWoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora