-No entiendo por qué no te dejas el pelo liso, lo tienes precioso. -Replicaba Marina mientras me pasaba la plancha.
-Ya te he dicho que quiero ondulármelo, me gusta como queda.
Estábamos preparándonos para la ''fiesta'' que había organizado el instituto para la excursión.
Marina terminó de hacer alguna que otra onda en mi pelo para que así quedase un poco ondulado, pensaba dejarlo suelto y no complicarme con otro peinado, al fin y al cabo, es una simple fiesta de clase a la que va a asistir la gente a la que veo cada día, todos nos hemos visto luciendo tanto las sudaderas más anchas y calentitas que tenemos en nuestros armarios, como nuestras prendas más finas y frescas para combatir el calor. No hay nada que esconder entre nosotros. Aunque esta también podría ser una opción para mostrar nuestras mejores prendas y dotes de belleza y estilismo, pero tampoco iba a ser mi caso, me gusta verme bien, pero tampoco llegar a tales extremos.
Terminé de colocar bien mi pelo y Marina hizo un increíble trabajo con nuestros maquillajes.
Sobre mi cama se extendía el vestido que iba a llevar esta noche. Tenía alguna que otra arruga por el tiempo que estuvo guardado en la maleta, pero podría disimularla a la hora de vestirlo.
Me acerqué a la cama y cogí cuidadosamente la prenda con ambas manos y me introduje dentro de esta; habiéndome puesto antes el conjunto blanco de encaje que Marina tanto había insistido en que llevase. Afortunadamente me sentía cómoda con él, no solía llevar prendas así y no estaba dispuesta a pasar la noche angustiada por ese detalle.
Con el vestido ya puesto, me miré frente al espejo y me gustó como me veía. No tenía un super cuerpo ni era la persona más atractiva del mundo, pero me sentía bonita y me gustaba lo que veía.
El primer paso para ser guapo, es sentirte guapo y cómodo contigo mismo. ¿Si no te aceptas a ti mismo como vas a esperar que los demás sí lo hagan?
Marina apareció detrás de mí con su conjunto falda y top.
-Estas muy guapa. -Dije mirando a Marina desde el espejo
-Es que somos muy guapas. -Aclaró Marina guiñando un ojo.
Me senté sobre el colchón para atarme los zapatos. Unos tacones no muy altos -Iris no quiere matarse frente a todo su curso- color blanco.
Cuando a estuvimos listas, apagamos las luces y salimos de la habitación.
Llevaba un pequeño bolso blanco para guardar lo necesario, mi móvil y poco más, tampoco es que quepan muchas cosas ahí.
Recorrimos el largo pasillo hasta llegar a los ascensores y esperamos a que uno llegase. Ya abajo, fuimos a cenar y terminado eso, salimos a la terraza.
(...)
Multitud de luces de colores y guirnaldas decoraban sobre nosotros la gran terraza del hotel. Una larga barra se conectaba con el interior del bar del hotel, y mesas rodeaban una zona despejada, la cuál sería una pista de baile esta noche.
Más allá estaba la piscina, iluminada por más luces de colores, y los más valientes que no tenían miedo al frío de las noches de septiembre, podían bañarse en ella- yo no era una de ellos-.
Había unos cuantos camareros y camareras caminando de aquí para allá vestidos con pantalones largos negros, camisa blanca, chaleco negro y una pajarita del mismo color.
Que elegancia la de Francia.
Aunque desgraciadamente no estamos en Francia.
Sostenían bandejas con bebidas y aperitivos que repartían y dejaban en mesas.
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Hasta que te encontré
Teen Fiction¿Hasta qué punto puedes pensar que sabes todo sobre ti? ¿Hasta que punto puedes imaginar que tu vida está perfectamente ordenada? ¿Y hasta que punto puede llegar a desordenarse esa perfección? Mark llegó a la vida de Iris en su momento más monótono...