Estaba repiqueteando los dedos contra la mesa cuando alcé la cabeza al escuchar la puerta abrirse. Armand se asomó, y al verme, sonrió y se acercó a mí.
Me levanté para saludarlo y me devolvió el saludo.
- ¿Qué tal Iris? -Preguntó, sonriente.
-Hola, muy bien, ¿y tú?
-Por fin he terminado lo exámenes, así que bien.
Reí junto a él porqué era cierto. La última semana habíamos estado teniendo un montón de exámenes. Costaba tener que acostumbrarse a ello, después de haber pasado todo el verano sin hacer trabajar las neuronas.
Pobre de mis neuronas, se habían quemado con el examen de historia...
Nos sentamos uno frente al otro y cogimos las cartas del menú. Habíamos quedado en una cafetería para tomar algo y conocernos más, ya que me pareció interesante y un buen chico. Era muy divertido, además.
- ¿Qué tienes pensado hacer estos días? -Dije mientras ojeaba la carta.
- A parte de respirar, existir y vivir, supongo que entrenar y... No tengo nada interesante pensado. -Contestó.
- ¿Entrenar?
-Balonmano. -Añadió. – Lo practico desde que soy pequeño. ¿Tú haces algún deporte?
-Lo cierto es que no, pero en su momento me gustaba bailar. Al final lo aborrecí y lo dejé. -Expliqué.
-Seguro que se te daba genial.
-Practiqué varias danzas, pero me quedé con contemporáneo, es donde más podía expresarme a mi manera y supongo que por eso se me daba mejor. Me cuesta trabajar bajo presión y teniendo que seguir siempre los mismos pasos, más si son estrictos.
-No sigues las reglas de la monotonía, parece.
-Las odio.
El camarero llegó y sacó una libreta mientras nos saludaba.
-Yo querré un croissant y un zumo. De piña, por favor. -Sonreí.
Armand me lanzó una mirada extraña y después pidió él.
-Para mí un café latte con magdalenas, gracias.
El camarero terminó de apuntarlo todo y se fue rápidamente hacia la barra.
-No me malinterpretes, pero es la primera vez que quedo con alguien y pide un zumo.
- ¿Tienes algún problema con mi zumo? -Levanté una ceja.
-No, no, el zumo está buenísimo. -Dijo levantando ambos brazos.
Negué con la cabeza y justo en ese momento a Armand le sonó el móvil.
-Perdón, pero tengo que cogerlo.
Yo asentí y descolgó el teléfono. Empezó a decir ''sí'' varias veces y poca cosa más, hasta que colgó.
-Era mi tío, me ha pedido que le ayude en su librería. -Informó.
- ¿Tu tío tiene una librería? -Abrí la boca en un ''o'' cuando él asintió. -Que suerte, tiene que ser todo un sueño.
-Bueno, si te gusta leer supongo, pero no es mi caso. -Se pasó la mano por el pelo.
-Oh, claro. -Reí tímidamente.
-Si quieres, podríamos ir un día, tiene montones de libros. -Paró y pensó en algo. -Lo siento, soy idiota, claro que tiene montones de libros, es una Liberia, no va a tener helados.
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Hasta que te encontré
Ficção Adolescente¿Hasta qué punto puedes pensar que sabes todo sobre ti? ¿Hasta que punto puedes imaginar que tu vida está perfectamente ordenada? ¿Y hasta que punto puede llegar a desordenarse esa perfección? Mark llegó a la vida de Iris en su momento más monótono...