Era octavo año, el verano posterior a la guerra había finalizado y Hogwarts había sido reconstruido por maestros y alumnos voluntarios, la mayoría de grados mayores.
En el Gran Comedor, se había instalado una quinta mesa para los alumnos que habían vuelto con el fin de cursar de nuevo su último año, pero en realidad la división de casas ya no existía, en cada mesa había una combinación de rojo, verde, azul y amarillo. Excepto en la nuevamente añadida, pues eran pocos quienes se acercaban a los chicos mayores y mucho menor era el número de personas que convivían con ellos. Era una cuestión de admiración (o miedo en caso de los Slytherin) que no se podía expresar, era cómo si se tratase de alguien importante, y bueno quizás sí que lo eran.
Esto, por su parte, hizo a los alumnos de octavo, más reservados para con la escuela, pero más abiertos entre ellos, eran sólo un grupo de niños mandados a la guerra por adultos que no supieron pelearlas. ¿Y quién más podría comprenderlos además de ellos mismos?
Es por eso que era ahora amigos cercanos, incluso con los escasos Slytherin que se atrevieron a regresar. Pasaban las tardes en la sala común, haciendo deberes, estudiando o conversando sobre todo y nada a la vez. Así, el año se había pasado más rápido y las pesadillas pasaban menos aterradoras. Harry y Draco no se consideraban amigos aún, es verdad que las riñas a mitad del pasillo habían terminado, pero sus conflictos no cesaron, se volvieron un poco más del tipo doméstico.
Harry, era increíblemente desordenado, pero de alguna manera sabía dónde se encontraban sus cosas incluso si estaban debajo de pilas de ropa o pergaminos. Aún así, este modo de vida irritaba al Malfoy, como su ahora compañero de habitación, sufría directamente los estragos de vivir con un Weasley y un Potter. Entre los problemas más comunes destacaban la ropa tirada, los zapatos perdidos, el baño mojado y los libros mezclados. Draco se había tomado como deber u objetivo personal, arreglar la vida de ese par, pero sobre todo de Potter, había llegado a la conclusión de que el pelirrojo era un caso perdido.
Y aunque sí, el rubio era muy ordenado, comenzaba a permitirse ser más suelto, más libre, pues convivir con el trio dorado también tenía sus efectos secundarios.
A Harry no le molestaba que el rubio tratara de 'componer' su vida, aún si esto no siempre resultara, incluso le parecía agradable poder acomodarse a una vida más normal, seguir las ordenes de Draco y tratar de llevar una rutina organizada lo hacían concentrarse en el presente y futuro para olvidar el pasado. Juraba que sus horas de sueño habían aumentado considerablemente desde que volvió a Hogwarts.
Para sus compañeros y amigos tampoco resultaba un problema la obsesión del chico, incluso les divertía cómo parecían una pareja casada sin darse cuenta. Ellos se encerraban en su burbuja cuando se encontraban juntos y nada los sacaría de ella. Cómo era de esperarse, Potter y Malfoy seguían sus vidas ajenos a dichas opiniones.
Por las mañanas, Draco se levantaba muy temprano, con el tiempo medido y de sobra para realizar varias cosas antes de incluso desayunar. Y el moreno era arrastrado a estas actividades, claro que sí. Fue difícil acostumbrarse, pero luego de un par de meses, podía escuchar lo que diría Draco incluso antes de que lo dijera. "Potter, despierta"; "Potter, lávate la cara; "Potter, acomódate la corbata"; "Potter peina ese nido de ratas que llamas cabello o- No, espera, ¿Qué haces? Lo estás arruinando. Dame el cepillo. Ven aquí."
Después del desayuno, las clases suponían un dolor de cabeza para el rubio y las tardes haciendo deberes, una jaqueca. Desde que se tomó aquella misión personal, ambos iban juntos para cualquier lugar. Ya no era el trio de Gryffindor, eran Hermione, Ron, Harry y Draco. Tampoco existía el trio de Slytherin, sino Blaise, Pansy, Harry y Draco. Ellos parecieron no notarlo, y definitivamente no lo hicieron cuando empezaron a ser sólo Harry y Draco.
Estudiaban por las tardes en la biblioteca, en esa mesa solitaria justo a una ventana enorme y llena de polvo. Tomaban clase juntos y al hacer parejas, equipos o elegir dónde sentarse, no había duda ni titubeo, el rubio y el moreno iban juntos. Pero eso no los hacía amigos, o eso decían ellos.
Otro día comenzó con las quejas del ojigris y pequeños asentimientos del moreno. "Lávate los dientes", "Ya lo estoy haciendo"; "Tienes puesta la camisa al revés", "Oh"; "Vamos tarde al desayuno", "Tenemos diez minutos, Malfoy, relájate"; ¿Qué clase tenemos?", "Merlín, Potter, apréndete el horario, vamos a transfiguraciones"; "Camina más rápido, vamos tarde, "Malfoy, tu vas tarde aunque te quedara una hora para llegar".
A pesar de esos pequeños comentarios, era increíble ver la sincronización que habían desarrollado y cómo parecían conocerse como la palma de sus manos. Tal vez incluso daba miedo. Pues se notaba que iban al mismo ritmo caminando porque sus pies iban perfectamente coordinados, al preparar sus cosas por la mañana o antes de ir a dormir, hacía falta una mirada, o un movimiento para que el otro lo supiera. Parecían coreografías arduamente ensayadas, pero eran solo producto de la rutina que Draco había perfeccionado. El ojigris podía estirar el brazo en el desayuno sin quitar los ojos de su libro y mientras Pansy trataba de descifrar que quería, Harry ya se lo estaba acercando, "Sé más rápida, Pans, es todo", "¡Pero señalas a la nada, Draco! No sé si pides almendras o fresas o avena", "Es alérgico a las almendras y no come avena por la mañana", respondía Harry sin dejar de comer mientras todos se preguntaban cómo llegó a saber tanto de su antiguo rival.
Era la hora de la cena, después de un día ajetreado de clases y exámenes. Por primera vez, Harry estaba seguro de decir que obtendría notas perfectas, no que fuera tonto, era un chico bastante brillante, pero antes no se había tomado el tiempo de concentrarse como hacía con el ojigris. Aún así, desearía haber dormido más, sus parpados caían pesados sobre sus ojos y las ojeras se empezaban a notar, estudiar para una semana de exámenes no era cosa fácil. Seguía comiendo su cena, pero la conversación estaba muriendo y todos estaban igual de cansados, excepto tal vez Draco y Pansy, que siempre encontraban energía suficiente para estar alertas todo el día. Harry estaba a punto de quedarse dormido sobre su plato, y fue ahí que el rubio a su lado notó lsu estado.
-Vamos, Potter, termina pronto para que puedas ir a dormir-, dijo con un tono de cariño con el que rara vez hablaba. Harry le ignoró, sí estaba cansado, pero no lo iba a admitir, no cuando Draco estuvo insistiendo el día anterior para estudiar más temprano y no terminar en la madrugada.
Draco continuó conversando con una Hermione igualmente exhausta pero animada de hablar. Harry estaba a punto de caer dormido de nuevo, antes de que sucediera, el ojigris se disculpó y dio fin a la conversación, para tomar al moreno por la barbilla y mirar sus ojos agotados.
-Merlín, Harry, estás hecho un desastre,-dijo mientras acomodaba el cabello del azabache con su mano libre,- ¡Mira esto!, parece que no supieras comer,- continuó entre dientes tomando una servilleta de la mesa, la dobló por la mitad y limpió los labios del moreno con una delicadeza que solo podía venir de sus finos y largos dedos.
Eso sí que despertó a Harry, tomó las manos del rubio, ensimismado en su labor mientras inconscientemente mordía su labio inferior. El ojigris lo miró con reproche antes de darse cuenta lo que estaba haciendo y aventar la servilleta a la mesa con un fuerte rubor cubriendo sus mejillas.
-Así que...- comenzó Pansy divertida, el ojigris solo podía esconder su rostro entre sus manos- ¿Desde cuando pasa esto?-, interrogó señalando con el tenedor a Harry y luego a Draco, ambos igual de aturdidos. El rubio levantó la cabeza mirándola con fastidio y pidiendo al cielo o a quien sea que apareciera Voldemort y lo matara, cualquier destino era mejor que explicarse.
-Desde siempre, creo- se apresuró el ojiverde a contestar, inseguro de lo que podría decir el otro, quien sólo lo miró con el ceño fruncido. Cuando sus ojos se encontraron, tuvieron una pequeña discusión telepática que terminó en dos sonrisas nerviosas y una salida rápida del Gran Comedor para discutirlo, o para besarse de una vez por todas, quién sabe.
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Historias cortas
FanfictionUna compilación de one-shots escritos por mi con distintas writing prompts sobre Drarry/Harco.