18.- Otoño

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Aquella hermosa época del año había llegado. Entrando suavemente con sus cálidos rayos de sol, las hojas de colores vivos, la fría brisa que anuncia lo cerca que está el invierno y los cómodos abrigos ligeros. Era su estación favorita del año, si le preguntabas a Draco, primero porque le daba una sensación de tranquilidad y melancolía que no encontraba en ningún otro tiempo del año. 

Aprovechaba cada momento libre para mirar por alguna ventana y contemplar anonadado los árboles calmados, bailando con la brisa en un compás alegre. Pero todos esos fragmentos del día simplemente no eran suficientes. El resto de aspectos de su vida tomaban de él aquella parte de disfrutar de la vida y de él mismo. Se amargó el día cuando se dio cuenta de ello. Oh, vaya, cuánto desperdiciaba concentrado en nada importante cuando podría estar viviendo de verdad.

El pensamiento no le sirvió de mucho, porque aquel día de nuevo se había quedado trabajando cuando nadie más estaba. Con las luces apagadas y suaves gotas de lluvia golpeando las ventanas. Todo se veía tan solo en mitad de la noche, pero no le mostraría trabajar así todo el tiempo, pensó.

Una hora más tarde de soledad hay teclear sin parar en la computadora frente a él que quemaba sus ojos con la brillante luz, decidió que era suficiente, o más bien fue su cuerpo el que decidió, el hambre y cansancio no lo dejaría hacer nada de todos modos, era mejor estar solo en medio de una oficina que se supone debe estar vacía que en una casa vacía que se supone debería estar llena, al menos de felicidad.

Pero qué se le iba a ser, él ya había hecho sus elecciones en la vida y esto es a lo que ellas le habían traído.

Al salir del enorme edificio, la lluvia caía como agujas sobre el pavimento. Y no había nadie alrededor, estaba a nada de anochecer completamente y aquellos que como el habían salido tarde de algún lugar, corrían para llegar más rápido a su refugio del clima tempestuoso.

Pero al final de los escalones detrás de las puertas de cristal había una silueta que no se movía. Su cabello negro y desarreglado estaba ligeramente húmedo y aún menos ordenado de lo normal. Y no debería juzgar, pero su ropa se veía demasiado delgada como para cubrirle lo suficiente. Tal vez por eso aún no se iba,  Draco no se movería de ahí en su lugar tampoco. 

Se sentó a su lado, no demasiado cerca y el se giró lentamente a observarlo.

-¿Tienes un paraguas?- cuestionó amable el rubio.

Esperaba que dijera que sí y que sólo estaba admirando el paisaje, aunque no fuera una respuesta muy probable. Se conocían desde que el rubio comenzó a escribir para aquel periódico y con Harry como editor, era complicado no encontrarse a cada paso, pero eso no hacía más amenas las conversaciones.

Sin embargo, negó. El rubio tuvo que descifrar si eso significaba que no o era un tic, porque había sido un movimiento tan leve que creía haberlo alucinado. Pero además de eso no había hecho nada más. ¿Eso significa que se quedará ahí sentado? ¿Qué quiere que Draco le preste el suyo? 

-Uhm, Potter,- carraspeó el ojigris llamando su atención de nuevo,- ¿Todo bien?- se atrevió a decir finalmente. El asintió.

-Sí, sólo que es 31 de Octubre.- informó con una sonrisa de labios apretados.

-Oh.- fue lo único que pudo expresar en respuesta, ya no estaba consciente de los días, ya no era un niño para contar cada día hasta Halloween y no conocía a nadie que lo hiciera. - Puedo acompañarte si quieres, hace frío y no creo que quieras mojarte.- ofreció el rubio encogiéndose de hombros, tal vez viendo la situación ahora, no sería tan mala idea. El ojiverde lo miró un momento, con aquel par de esmeraldas que parecía ver lo más profundo de su alma.

-Si, está bien.- accedió Harry en un susurro.

Draco se levantó y abrió el paraguas para colocarlo sobre sus cabezas. Ambos trataron de entrar en él como pudieron sin acercarse más de lo necesario, pero no era muy realizable considerando el tamaño del paraguas.

Dando pasos cortos y lentos y tratando de evitar al otro lo más posible, sobre todo Draco a Harry, caminaron dos cuadras hasta otro edificio igual de grande que aquel de donde habían salido, e igual que todos esos que había en el camino.

Antes de entrar, Harry se quedó estático a unos pasos de la entrada y por lo tanto, Draco también. Pasaron minutos de ello. Draco apretaba fuerte el paraguas.

-¿Cómo crees que eran?- la frase exaltó al rubio después de un largo silencio y no tenía la certeza de qué pensar sobre ello. ¿Porqué él precisamente para hablar de algo tan importante? Tal vez sólo era cosa del destino.

-Seguramente eran buenas personas.- afirmó sin seguridad el ojigris, sin saber qué trataba de lograr hablando con ese tono agradable y comprensivo.

-Pero, ¿Crees que eran felices?- interrogó el moreno de nuevo.

-Seguramente sí.- masculló Draco.

De nuevo silencio.

-¿Quieres entrar?- ofreció el ojiverde mirándolo decidido.

Draco lo pensó.

-Sí.- 

Era mejor pasar una tarde lluviosa junto a un antiguo compañero que ahora era un desconocido que estar solo. Cualquier cosa es mejor que estar solo.

Y si podían empezar de nuevo, no tenía que ser incómodo.

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