Dia 3: Compromiso.

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—Deberíamos casarnos.

Bucky no responde. 

Hay luna llena, pero el manto de nubes oscuras han cubierto todo el cielo, y lo único que puede verse de la luna, son los pequeños resplandores blancos. Cómo agujeros en el cielo. No hay viento, hay inmersos árboles de pino en todo alrededor, y más allá, entre las montañas, las luces de alguna ciudad cercana. Pero a Steve y Bucky los envuelve la oscuridad, y quien dice que la oscuridad es mala. Pues ahora mismo se sienten en paz.

—Me recuerda un poco cuando íbamos a misiones —Bucky habla con la vista en el horizonte. —Aunque no recuerdo bien cuál de los chicos le asustaba la oscuridad y por eso siempre tenía que haber una fogata.

—A Durgan, aunque nunca lo admitía. Decía que era porque no soportaba el frío.

—Ya veo, pero puedo comprender, los calabozos de Hydra siempre estaban a oscuras.
—Tu nunca dijiste...
—Ninguno de nosotros lo dijo.

Detrás de ellos, a metros de distancia está la carpa que comparten. La carpa que han llevado consigo durante estos últimos meses en la que han caminado de aquí y para allá, de país en país, en las montañas, desiertos o las playas frente al mar. Y lo que puede decirse como un patrón, es que en casi todos están a oscuras, más solo hay luz de la lámpara, cuando están dentro de la carpa.

—Luego aprendí a moverme en la oscuridad, y creo que más bien lo tome como parte de mi.
—pense que cuando me invitas a caminar en la oscuridad era porque lo veías romántico —sonrie Steve. Y Bucky también. Y si no fuera por sus vistas de supersoldados, quizá no lo notarían.
—Deje mi romanticismo antes de la guerra, cuando te pedía bailar conmigo en nuestra sala.
—O cuando comprabas pan y preparabas té de menta, y lo comíamos mirando el atardecer.
—Era todo un galán —Steve está seguro que Bucky a alzado una ceja. Esa idea le hace reír.
—Aun eres un galán, fue idea tuya este viaje. Y realmente me a gustado, mucho.
—Tenias una cara de perros cuando regresaste de devolver las gemas. Tenía que hacer algo.

Steve guarda silencio un momento. Era la primera vez desde ese día que hablaban del tema, de los cinco segundos que fueron para Bucky, y de los meses que fue para Steve. Ahora sabe que su cara había dicho lo que sus palabras no podían.

—Tambien perdiste a tus amigos, a tu mejor amiga.
—Sí.
—¿Vas a contarme lo que pasó?
—Y tú vas a responder lo que te dije.

Bucky se queda unos segundos en silencio antes de responder.

—Lo haré. Pero dime... ¿Por qué?
—¿El que quiera que nos casemos?
—Todo, Steve, porque sé que todo tiene que ver todo.

En la noche sin viento, se escucha como Steve llena sus fuertes pulmones,  que décadas atrás fueron débiles, de aire y lo arroja por la boca.
Bucky por su parte espera. No es una condición para que el de una respuesta, pero si sabe que es necesario. Es como le ayudará a entender que hace unas semanas, cuando estuvieron en una playa, viendo y escuchando las olas de mar deslizarse por la arena, Steve lo beso. Es como le ayudará a descubrir porque cuando están descansado en las tardes, frente a la naturaleza, Steve dibuja pero también le mirá con una sonrisa nostálgica pero triste. Es como le ayudará a entender porque no se quedó en el pasado como por un momento lo creyó.

—Cuando fui a devolver la gema del alma, me encontré con graneo rojo —Steve empieza, y aquel nombre hace que por un momento olvide sus pensamientos —fui primero ahí porque pensé... Pensé que si devolvía esa gema, Nat volvería. Pero al parecer a las gemas no les puedes engañar. O eso es lo que dijo él, también me dijo que el ya no era quien conocí.
—¿Que cambio o algo así? —pregunta Bucky sin poder evitar la burla.
—No... Dijo que ese tiempo ya no era el mismo. Que él ahora era otro cráneo rojo —explica Steve— entendí entonces que no iba poder hacerlo.
—¿Hacer que?
—Salvarte.

Fictober Stucky 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora