Mi querida caperucita

especial Zervis (largo)

ADVERTENCIA: ESTE SERA EL CAPITULO MAS LARGO DE TODA MI VIDA DE ESCRITORA

Abrí mis ojos contenta por un día más.
El sol ya comenzaba a asomarse por los picos nevados de las montañas a lo lejos, el día pronto comenzaría para toda la gente del pueblo.

-Mavis-sama, buenos días.

-¡Buenos días! ¿Cómo amanecieron?

-muy bien al igual que usted por lo que veo.

Sonreí ampliamente por esas palabras.
Mis días siempre eran de lo más bellos ya que recolectaba hierbas, ayudaba a gente que lo necesitara por alguna enfermedad pero lo que más amaba era jugar con los niños. Adoraba esas bolas de pelo risueñas.

-Mavis-sama, ¿puedo hacerle una consulta?

-claro Anna, dímela con toda confianza.

Escuchaba a Anna atentamente mientras verificaba que el arco de las niñas estuviera lo suficientemente tenso para que disparan bien.

-¿todavía no planea escoger guardián, Mavis-sama?

La mire sin decir nada mientras procesaba la pregunta, entonces volví a sonreír dejando los arcos en su respectivo lugar.

-ya te lo he dicho, mi guardián aparecerá solo. Yo no lo escogeré.

-oh...está bien...mil disculpas Mavis-sama.

-no debes disculparte. El ser humano es curioso por naturaleza, yo lo soy. Tengo tantas dudas en mi cabeza que dudo poder tener una vida tan larga para poder responderlas todas.

Me agarre con toda confianza a ella y le susurre en tono de broma y complicidad.

-aunque no me gustaría verme como Makarov.

-¡TE ESCUCHE MIKO!

Ambas soltamos una alegre risa, en ese momento aparecieron frente a nosotras dos hombres. Uno alto de tez morena y ojos rojos como las uvas, a su lado...Makarov.

-¡buenos días Acnologia!

-buenos días Mavis-sama. Anna... ¿estas lista para enseñarles a las niñas?

-claro que sí. Vamos, Mavis-sama, me retiro a ver a las niñas.

-ve tranquila.

Mi cuerpo dio un tirón en el momento que escuche unos pasos en la escalera del templo, con total animo me gire para encontrar a una hermosa joven de cabellos negros como la noche y ojos oscuros como el carbón. Subía las escaleras con una elegancia nata, portando con orgullo aquel traje de pureza.

-¡Minerva! ¡Buenos días!

Apenas sus ojos se fijaron en mi adoptaron aquella calidez tan deslumbrante en ella.

-Mavis, tan temprano como siempre.

Reí suavemente, vi que cargaba un cesto lleno de hierbas de olores sumamente agradables al olfato.

-¿quieres que los ponga en la parte trasera del templo, Minerva?

-por favor. ¡Oh, cierto Mavis! ¿Has estado entrenando?

Asentí enérgicamente, Minerva era quien había tomado mi tutela para poder prepararme como la Miko oficial de aquí ya que las demás se irían a los pueblos vecinos o aquellas aldeas donde no tenían alguna sacerdotisa o monje que los cuidara. Minerva me sonrió contenta y siguió su camino al templo.

-entonces te espero en el lago. Lleva tu arco y tus flechas.

-¡si!

Con una nueva emoción dentro de mi pecho corrí hacia la parte trasera, comencé a separar cada hierba por su forma, olor y fin para luego amarrarlas con un listoncito de color para identificarlas rápidamente. Aun me sorprendía que Minerva haya permitido que mi idea se utilice.